SABADO 4 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Enrique Calderón Alzati Ť
Trasfondos del bono sexenal
El martes pasado, la ciudad de México vivió un día difícil. Desde temprana hora, automovilistas y pasajeros de autobuses se vieron atrapados en medio de un tráfico congestionado por minutos hasta la parálisis total. Las estaciones de radio daban cuenta del caos generalizado en diferentes zonas de la ciudad, donde grupos de trabajadores del gobierno bloqueaban el tráfico, en un ambiente de sana alegría, seguramente sin pensar mucho en los problemas y la molestia que estaban generando en la sociedad. Los noticieros, entre tanto, informaban de varias manifestaciones que habrían de realizarse a lo largo del día, como actos de protesta y formas de hacer presión, para lograr que el gobierno les otorgue un bono o pago especial por su trabajo a lo largo del sexenio de Zedillo.
La reacción de la sociedad no se ha hecho esperar. La irresponsabilidad de los empleados de gobierno fue comentada en las calles, los centros de trabajo y los lugares de reunión: "Como si trabajaran mucho; son unos holgazanes, siempre dando largas y poniendo pretextos para no hacer su trabajo". Así los vicios y las fallas de la burocracia salían nuevamente a la luz pública, en una ciudad donde al menos la décima parte de sus trabajadores son burócratas, aunque exista una conciencia muy limitada del rol que esos trabajadores juegan en la economía de la ciudad.
El malestar contra este grupo social puede estar justificado, y podría crecer aún más si en la próxima semana el problema no queda resuelto y los trabajadores continúan haciendo bloqueos, plantones y marchas, ya no sólo para detener el tráfico, sino para paralizar la economía de la ciudad, con daños seguramente mayores al monto de la compensación que pelean; sin embargo, existen otros aspectos que quizá debiéramos analizar.
Uno de ellos, no menor por cierto, es la también sana costumbre de los aguinaldos y bonos que reciben cada año los más altos funcionarios del gobierno, asignados motu proprio o por acuerdos discrecionales del presidente de la República, como se hizo público en el caso del fallecido subprocurador Mario Ruiz Massieu. El mismo secretario de Hacienda José Angel Gurría, tan preocupado ahora por el respeto a las leyes y el cuidado extremo de los recursos públicos, Ƒno ha estado involucrado en asuntos de bonos y premios de carácter dudoso? ƑCómo pueden los altos funcionarios de gobierno invocar el respeto a las leyes y a la disciplina en el gasto cuando han sido ellos ejemplo de lo contrario?
Por otra parte, el asunto de los bonos sexenales no es nuevo. Desde el sexenio de López Portillo, el presidente decidió otorgar un pago de este tipo a jefes y mandos medios del gobierno; la costumbre se fue generalizando y ya para el sexenio de Salinas, alcanzaba, si no a todos, sí a la inmensa mayoría de los empleados. Es lógico que la medida, como todo lo que resulta agradable, fuera bien recordada y motivo de expectativas para este fin de año, aunque no estuviese sustentada en bases firmes. La aprobación de una legislación por parte del Congreso y a iniciativa del Presidente de la República y de su secretario de Hacienda, a fines de 1999, equivalió a suspender este pago, lo cual se hizo a espaldas de esos trabajadores, mediante un arreglo entre gobierno y Congreso, en el que estuvieron incluidos los líderes de ese grupo social, en una conducta típica de la clase política que ha gobernado al país los últimos 70 años. ƑDe qué hablan las autoridades cuando se esconden en una supuesta decisión del Congreso?
Si nos preguntáramos las razones que asistieron a los presidentes anteriores a otorgar bonos al final de sus sexenios, nos encontraríamos con una mezcla de magnanimidad y de visión económica; el pago adicional resultaría en una derrama que beneficiaba al comercio y a la industria del país, con reactivaciones modestas si se quiere, pero altamente distribuidas; la medida, así, no sólo ha sido buena para los burócratas, sino para un sector mucho más amplio de la sociedad. En la situación actual y dada la enorme sensibilidad que ha mostrado el Presidente por los problemas sociales, sólo es posible pensar que la medida se sustenta más bien en razones técnico-económicas. El monto total de los bonos equivale al "corto" de unos 12 días, es decir, al dinero que Hacienda retira del circulante en ese periodo, de modo que el bono nulificaría los esfuerzos del programa monetario de restricción financiera, tan sabiamente aplicado por el gobierno, para mantener los índices de estabilidad económica que tantos reconocimientos internacionales le han valido.
Para Vicente Fox, el asunto "no es de su competencia"; así lo cree él, pero no debiera estar tan seguro de ello; si el problema no se resuelve y se deja podrir como parece ser la costumbre del sexenio, el próximo jefe del Ejecutivo recibirá el mando con una papa caliente, pero, sobre todo, con una maquinaria de gobierno desvirtuada ante la sociedad, y esa maquinaria es la única con la que él contará para gobernar. Difícilmente hoy nadie se puede mantener ajeno a lo que pasa en el país, pues todo nos afecta en una forma u otra.