SABADO 4 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Cada uno de los 612 delegados al congreso fue motivado con 800 pesos
Opositores al líder electricista, apabullados por la cargada
Alma E. Muñoz y Fabiola Martínez Ť El punto débil de Leonardo Rodríguez Alcaine es conocido: se enoja a la mínima provocación. Ayer, sus opositores le espetaron que privan la "antidemocracia" en el SUTERM, los supuestos desvíos en el manejo de las finanzas y su "complicidad" con el gobierno. Sus huestes lo detuvieron a tiempo y el octogenario líder se quedó sentado, con el rostro enrojecido y ganas de subirse al ring. Sus incondicionales le hicieron el trabajo y le allanaron el camino para sostenerlo por seis años más.
Hasta el 2006, La Güera mantendrá el liderazgo del gremio. Poco pudieron hacer los 20 delegados efectivos que pedían una reforma estatutaria para impulsar en el SUTERM el voto universal, directo y secreto. Sin complicaciones, la cargada los apabulló y la mayoría de los integrantes de la incipiente planilla opositora Cambio y Democracia Sindical, incluyendo a la cabeza del grupo, Jesús Navarrete, debió conformarse con protestar desde la calle.
En Los Pinos aún no terminaba la ceremonia de inauguración del 14 Congreso Nacional Ordinario del SUTERM, donde el presidente Ernesto Zedillo dio el espaldarazo a Rodríguez Alcaine para su sexta relección, cuando el edificio de la CTM, donde se realizarían los trabajos durante dos días, ya estaba copado de elementos de "seguridad".
Desde las nueve de la mañana, los delegados efectivos de las 204 secciones del SUTERM comenzaron a ingresar bajo rigurosa vigilancia al auditorio Fernando Amilpa. Recibían un portafolios con los estatutos, el contrato colectivo de trabajo y un sobre blanco con 800 pesos. Si por cada sección acudieron tres delegados, la dirigencia erogó 489 mil 600 pesos para motivar el trabajo de los congresistas.
Minutos más tarde, se instaló la mesa del congreso, presidida por Marco Antonio Fernández, un cercano colaborador de Rodríguez Alcaine. Desde ese momento empezaron las impugnaciones.
Atrás del presidium permaneció la plana mayor de la CTM y enfrente una manta que rezaba: "La unidad en las filas del SUTERM es irreversible. Tenemos capacidad para resolver nuestros problemas sin intervenciones ajenas a los intereses de los trabajadores electricistas". Y empezó la letanía que se repitió por lo menos en cuatro ocasiones: "Quien esté de acuerdo sírvase manifestarlo poniéndose de pie".
Comenzó la lectura "condensada" del informe de Rodríguez Alcaine. "He sido objeto de 10 mil mentiras", dijo. "No me he robado ni un solo centavo y quien sí ha robado a los jubilados y sus familias son los abogados democráticos del PRD", dijo, en referencia a la denuncia penal que en su contra presentó un grupo de ex trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad por un presunto desvío de 73 mil millones de pesos del Fondo Mutualista.
Aseveró que el SUTERM tiene solidez económica por mil 102 millones de pesos, y resaltó que tan sólo en el último ejercicio se incrementó el patrimonio en 144 millones de pesos.
Sus cuentas alegres le fueron refutadas por Antonio Barrera, un delegado opositor de Sonora: "habla de saldos, pero no de cuánto nos ha quitado; nos dice cuánto hay, pero no cuánto ingresó por cuotas". Fue la primera y única vez que Rodríguez Alcaine perdió la compostura. Arrebató el micrófono y pedía aclarar los "malosentendidos". Discretamente, comenzó el deslice de tarjetas casi por abajo de la mesa. Su asesor jurídico de siempre, Juan Moisés Calleja, sigilosamente empezó a dar línea y a calmar al octogenario para que fueran otros quienes salieran al quite. Y esa pareció la señal de arranque para el desfile de los incondicionales, de los agradecidos "porque durante 24 años mi familia tuvo sustento y estabilidad gracias a don Leonardo"; de los que confundieron la defensa de la democracia sindical con "gentes que vienen medio tomados o con una cruda que ya ni aguantan", como arengó Lupercio García en contra de los opositores.
Los disidentes también hacían su lucha. Desde el butaquerío pedían la palabra y gracias a esa presión por primera vez en la historia de mando de La Güera se permitieron las impugnaciones. Pero los opositores erraron el camino. Vociferaban contra la falta de democracia y de respeto a la libertad de expresión y recibían en cambio acusaciones por "necios", latosos" y "perredistas frustrados". Perdieron la oportunidad de hacerse de más aliados o simpatías. Como en la década de los 70, perdió otro movimiento democrático dentro del SUTERM. También como en esa época, recibieron la amenaza desde el estrado, de aplicárseles la cláusula de exclusión por infringir el reglamento y orden de un congreso.
Sólo Alfonso Martínez, de la sección 155 de la hidroeléctrica de Chicoasén, esquivó el abucheo cuando sostuvo: "a mí me hicieron un encargo mis compañeros: apoyar a la única planilla que nos visitó (Cambio y Democracia Sindical), misma que no veo aquí. Yo no tengo ningún cargo sindical, sino un encargo, decirle, don Leonardo, que los trabajadores de campo somos marginados y eso nos indigna".
Cansados de escuchar y callar a quienes emitían críticas a la gestión de Rodríguez Alcaine, la mesa del congreso cerró la lista de oradores y dio paso a la lectura de los dictámenes que en ningún momento se sometieron a discusión de la asamblea. Aprobaron, eso sí, la declaración contra la privatización de la industria eléctrica y en favor de "la apertura de capital de riesgo en área de producción".
Desde la mesa, los mismos que se afianzaron otra vez en el Comité Ejecutivo del SUTERM gritaban al pleno: "ƑAlguna otra pendejada?, šVámonos de una vez a la relección!".
Sólo por un momento la gente de Rodríguez Alcaine concedió el favor de explicar el contenido de la reforma estatutaria propuesta por los opositores, cuyo punto medular era la intención de llevar al SUTERM el voto universal, directo y secreto para la elección de todos los representantes y desligarse del PRI.
Sin miramientos, con prisa, viendo que las manecillas del reloj se acercaban a las 15 horas, la cargada emitió loas a su viejo líder y se pusieron de pie para aprobar el dictamen y la relección. En vano fue el intento de Mario Cano, un trabajador disidente del valle de México, para entregar las impugnaciones a la realización del congreso.
El trámite se efectuó en medio del griterío y empujones entre disidentes, reporteros, elementos seguridad formados en valla al frente de la mesa para proteger a Rodríguez Alcaine. Afuera, adonde concurrieron integrantes del CGH y el Frente del Pueblo, ocurrieron hechos similares y Lorenzo Barrios terminó con una herida en la ceja izquierda.
Ni cinco minutos duró la toma de protesta y así, en máximo cinco horas, concluyeron los "trabajos" del congreso.