LETRA S
Noviembre 2 de 2000
Testimonios desde la sobrevivencia

Andrés

Un dolor agudo de estómago y pecho me hizo acudir a un centro de salud, el diagnóstico fue candidiasis y de ahí me mandaron al Conasida, donde resulté seropositivo. Era 1995, la noticia me jodió, me dio por las drogas y el alcohol al grado que estuve a punto de morirme. Los médicos me dijeron que de 15 días no pasaba y eso me hizo reaccionar. Acudí a una clínica privada donde venden el medicamento por pastilla. Yo lo tomaba sólo cuando tenía dinero para pagarlo, pues era muy caro. Eso fue muy desesperante para mí porque a veces no comía ni dormía Y tuve que desertar de esa clínica, la doctora no me evaluó bien, me estaba matando, la médula me la destrozó y tenía mucha anemia, entonces se me fueron las ganas de vivir.

Otro médico de Naucalpan me vio tan mal que pensó que yo no resistiría más de tres días. No sé quién era, ni dónde estaba, todo se me olvidaba, me perdí varias veces, me sentía muy mal y luego mi mamá era la que me llevaba. A veces no comía y me tomaba el medicamento así nomás con agua, y eso me produjo más anemia. Yo ya nomás esperaba el final, porque o comíamos o pagábamos el medicamento. Eso me deprimía más y me ponía muy agresivo, varias veces quise suicidarme.

El apoyo vino de un grupo de autoayuda para personas con VIH de la clínica 93 del Seguro Social, allá por el Estado de México. Está formado por personas sin recursos. No soy derechohabiente, pero ahí tienen un banco de medicamentos y entre todos me dan mi medicamento cada mes. También ahí consigo los estudios clínicos y ya hasta estuve internado sin pagar nada. En ese grupo me están dando todo lo que no tenía.

Ahora tengo 25 años, vivo con mi mamá y un hermano. Y sí me siento mal, pero tengo ganas de seguir viviendo. Creen que me infecté por un tatuaje que me hice, pero no estoy seguro. Yo usé todas las drogas pero jamás me inyecté. Ojalá los jóvenes agarren la onda y lo piensen dos, tres, cuatro veces antes de hacer tonterías.

 


Hugo

Cuando tenía 24 años empecé a sentirme mal. En mi pierna derecha me salió un lunar rojizo y decidí hacerme el examen del sida. El resultado fue positivo. Era principios del 95, y eso me destrozó moralmente. No me dieron más información ni apoyo psicológico, sólo el crudo resultado. La gente era muy fría y hermética, no te explicaba ni te aconsejaba nada. Me dieron a entender que ese era el precio a pagar por mi gusto homosexual. Durante año y medio anduve vagando como zombie. A nadie le hablaba, todo me parecía muy feo, pensaba que iba a morir pronto. Me dediqué a tomar, a drogarme con marihuana y a veces con cocaína; a malpasarme, me valía gorro la vida. En vez de levantarme quería hundirme, intenté suicidarme dos veces. La primera, me tomé una dosis de 100 pastillas de AZT de un jalón, y la segunda, me corté las venas del brazo derecho a la altura de las muñecas, pero las dos veces, una mi hermana y otra mi cuñada, llegaron en el momento preciso para socorrerme. Así comprobé que la vida me la dio Dios y él sabrá cuándo me la quita. No es cuando yo quiera.

Cuando empecé a tratarme en Cancerología vi a gente que estaba peor que yo en su salud y en su economía y que aún así le echaban ganas, entonces comencé a cambiar, decidí echarle ganas también yo, a pesar de los horribles dolores que me daban por el cáncer en mi pierna. Fue muy difícil, me la pasé sedado con morfina casi tres años. Después de dos año y ocho meses de vivir como vegetal, ahora ya me puedo parar aunque sea con muletas. Uno de mis hermanos mayores pidió un préstamo en su trabajo y gracias a él pude tomar los medicamentos, pero fue un sacrificio. Al principio compraba el Crixiván a 3,500 pesos el frasco, ahora lo compro de 400 a 800 pesos porque conozco ya a mucha gente que luego les cambian sus esquemas de tratamiento, dejan de tomarlo, o se los regalan en un protocolo, y entonces se forma una red de intercambio de medicamentos. En casa de todos modos no nos alcanza para los medicamentos ni para otras cosas. Hay gente que nos regala ropa y la vendemos para sobrevivir. También vendemos mole, chiles, buscamos la forma y así sale para comer.

Mi expectativa en este momento es echarle ganas, restablecerme de la rodilla y ayudar a la gente que está sola en los hospitales y que sufre por la ignorancia de muchos médicos y enfermeras. Apoyar a las familias, como lo ha hecho últimamente mi mamá. Si nos llegamos a morir hay que morir como los valientes, hasta el final y dejar aunque sea una huellita. Ahora para mí todo es luz, todo es posible, hasta tengo pareja y nos entendemos muy bien, también él es portador del VIH y yo lo cuido a él y él a mí, ese lazo para nosotros es lo que nos da fortaleza.

 


Julio

En la Alameda, hace seis o siete años, había una camioneta que te sacaba sangre y luego te mandaba a Cedro Nº4, a un Centro de Salubridad. Ahí me dieron el resultado positivo. De ahí me fui al Conasida de donde me mandaron a CAPPSIDA. El medicamento en esa organización me cuesta casi 5 mil pesos mensuales, más aparte los gastos de alimentación, los cuidados, estudios clínicos, nos viene saliendo muy caro. Estoy tomando una terapia triple de Saquinavir, 3TC y AZT y como auxiliar trimetropina con sulfametoxazol. Ahora estoy recurriendo a los grupos de autoapoyo para que entre todos nos ayudemos con los medicamentos. Es una ayuda que nos damos entre todos, porque si yo tengo algún sobrante de algo se los doy y viceversa. Así nos la llevamos. No sé todavía qué voy a hacer, pero mientras, no me queda otra que ir a CAPPSIDA para saber qué medicamentos voy a tomar.

Estoy desempleado, trabajaba haciendo serigrafía pero como faltaba mucho por las diarreas, las idas al médico y los exámenes, mi patrón se molestó y me despidió. Mi familia me apoya, pero temo que algún día ya no puedan darme los 5 mil pesos mensuales de los medicamentos. Me urge trabajar para tener seguro social. Espero seguir adelante. Ahora no sé si estoy deprimido, ni yo mismo me entiendo, porque yo les doy ánimos a otros compañeros, pero no me los puedo dar a mi mismo.