En el balance de las políticas sobre sida del gobierno que termina se apuntan algunos logros: reducción casi a cero de los casos por transfusiones sanguíneas, la inclusión del tema en los libros de texto, mayor cobertura de la demanda de medicamentos, la estabilización del número de nuevos casos. Pero los avances más significativos se ubican en la reestructuración burocrática del sistema de salud debida al proceso de descentralización: el establecimiento de programas de control del sida en cada una de las entidades, así como el nombramiento de los responsables de dichos programas, la creación de servicios estatales especializados en VIH/sida con su consecuente asignación de recursos, mayor capacitación al personal de dichos programas, etcétera. El proceso no ha sido parejo, pero mucho ayudó el que en este gobierno se haya identificado al sida como una de las prioridades de salud pública. El hecho más sobresaliente en ese sentido fue, quizá, la férrea defensa que hizo el primer mandatario de la nación de las campañas oficiales de promoción del uso del condón frente a la oposición conservadora representada por la jerarquía católica.
Es mucho lo que falta por hacer, hay importantes rezagos que aún siguen sin atenderse y, ya se sabe, voluntad política que no se acompaña de recursos es demagogia. Por ello preocupa que en la nueva administración panista no sólo no se le vaya a dar continuidad a las políticas sobre sida sino que el diseño de las nuevas signifiquen de plano un retroceso. Con este primer repaso general a lo realizado en torno al sida, queremos iniciar una serie de revisiones críticas en cada una de las principales áreas involucradas, con el fin de afianzar criterios para dar seguimiento a las futuras acciones del nuevo gobierno.