VIERNES 3 DE NOVIEMBRE 2000
Ť Criticó a quienes no desean rehabilitarse para seguir obteniendo becas
Deben valorarnos por nuestras capacidades: Amalia
Ť La medallista de plata dice que en México falta una cultura de respeto para los minusválidos
Jorge Sepúlveda Marín Ť Segura de sus palabras, Amalia Pérez Vázquez dice que a los llamados deportistas discapacitados no se les debe calificar por sus carencias, sino valorarlos por las capacidades que tienen para destacar no sólo en el deporte, sino en la vida donde han obtenido sus principales logros.
Sentada cómodamente en la sala de su casa, en la colonia Agrícola Oriental, donde conserva dispersos los trofeos y las medallas obtenidas, casi todos de primer lugar, la halterista que ganó medalla de plata en los recientes Juegos Paralímpicos, argumenta que hace falta en México una verdadera cultura de respeto para este tipo de competidores.
Explica: "Mira, lo que pasa es que quien nos observa en las competencias de inmediato se da cuenta que allí no hay pobrecitos, como nos catalogan, sino deportistas que le ponen todo el entusiasmo en cada participación, y observan que el esfuerzo que damos en los entrenamientos los hacemos redituar; nos sirve para demostrar, entre nuestros iguales, por qué estamos entre los mejores del mundo".
Con las piernas cruzadas, la boca pintada de rosa pálido y sin poder controlar los movimientos de las manos cuando habla, como queriendo hacer una descripción de sus vivencias, recuerda que durante la competencia en Sydney le inyectaban ánimos los viajes en colectivos, en trolebuses y pocas veces en taxi, porque no tiene dinero para darse ese lujo.
Esos pensamiento le dieron fuerzas para levantar 120 kilogramos en la categoría de los 52 kilogramos, nuevo récord olímpico.
Piensa que las autoridades deportivas de este país debieran buscar los mecanismos, a fin de que si el gobierno no puede o no tiene recursos monetarios para apoyarlos, entonces que convenzan a la iniciativa privada, aunque "sé que no es fácil, pero tampoco debe ser imposible, Ƒverdad?"
Estar en Atenas, la nueva meta
Nacida a los seis meses de gestación, por lo que sus extremidades inferiores no terminaron de desarrollarse -ortogrifosis múltiple, en medicina-, platica que desde el principio de su vida fue sometida a un sinnúmero de operaciones para recuperar lo que no terminó de crecer.
Su infancia fue de intervenciones quirúrgicas y pensar en el futuro. En el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la
Familia (DIF) estudió el kinder, la primaria y la secundaria, y allí la invitaron a nadar como una forma de rehabilitación.
A los ocho años de edad, inscrita como cachirul por no tener la edad, ganó su primera competencia.
Con el paso del tiempo se interesó en un deporte que en aquel entonces no "era para mujeres". Le pedían que se saliera de allí, pero fue tal su gusto y la sensación de la adrenalina corriendo por sus venas, que decidió seguir.
Fue cuando se propuso, tercamente, señala con orgullo, que su objetivo principal en la vida era llegar a los Paralímpicos y ganar una medalla; el color, era lo de menos.
Ahora, con la plata colgada del cuello, comenta que su nuevo objetivo es estar en Atenas, porque desde niña en la escuela le formaron el gusto por los clásicos griegos, y pensó que nunca podría visitar el país de esos literatos.
Ni siquiera siente que está a cuatro años de cumplir un sueño más, pero se emociona de pensar que de nueva cuenta lo logrará.
No soporta a los ventajosos
Amalia cuenta que en el deporte de los discapacitados hay gente que procura no rehabilitarse para seguir obteniendo becas -aunque sean de 6 mil pesos mensuales-, y dar algunos resultados para que les den viajes.
Cuando ya no pueden, entonces se hacen dirigentes para seguir gozando de algunas canonjías.
"Eso es algo de lo que más me molesta, porque no sólo es como una traición a sus compañeros y a su país, sino a ellos mismos, porque reciben recursos que les podrían servir a otros", sostiene.
No se calla nada, salvo los nombres, pero indica que son varios a quienes se les ha acusado de lo que están haciendo, pero tampoco ha habido quien los investigue y ponga una solución al problema.
Parece que mucha gente lo sabe, pero prefiere no hacer nada para cambiar esa situación, lo que necesariamente los convierte en cómplices, suelta.
La recordista mundial en Stock Mandeville en 1999, con un levantamiento de 110 kilogramos -aunque meses después logró 125 kilogramos, pero no fue homologado su esfuerzo-, dice que hay compañeros que sufren más, porque nadie los ayuda; no tienen ni siquiera los 600 pesos que les daban antes de marzo del 2000 como beca, y ellos tienen que luchar más del doble para sobresalir.
Ya es tiempo de que vuelvan la cara hacia los atletas discapacitados, y que no se acuerden de ellos sólo cuando obtienen logros, sino que siempre sean, si no los consentidos, sí a quienes se les brinden más centros deportivos adaptados.
Pide que no se les nieguen los permisos para entrenar cuando lo deban hacer y no cuando "sobre por allí un poco de tiempo" en las instalaciones de los atletas convencionales.
Igualmente requiere que los colectivos se detengan cuando les hagan la parada, que la gente no los vea como los "pobrecitos", pero sobre todo, que sepan que han puesto, y lo seguirán haciendo, el nombre de México en alto, en lo más elevado, como pocos lo hacen.
También se lo merecen.