VIERNES 3 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Su disco número cien será de agasajo, dice; cantará Vicente Fernández
La música norteña puede "meterse a donde quiera": Ramón Ayala
Ť Afirma que el problema es hallar un estilo que funcione, lo que él logró con Cornelio Reyna
Arturo Cruz Bárcenas, enviado, Mc Allen, Tex. Ť "La música es la vida", afirma Ramón Ayala, El Rey del Acordeón y jefe de jefes del género norteño, que toca desde que tiene memoria... cúmulo de recuerdos situados en primigenie en la colonia Argentina, en Monterrey, donde nació y pronto, a los 5 años, comenzó una de las simbiosis más fuertes entre un hombre y su instrumento musical, el primero de los cuales se lo compró su padre, Ramón Covarrubias (también es el nombre verdadero de Ayala; su madre, que aún vive, se llama Natalia Garza), mediante la venta de un marrano bautizado como El Bocho, que era muy estimado.
Casi todo el patrimonio familiar. Sobre Ciudad Hidalgo, a unos cuantos kilómetros del puente fronterizo que separa a esta población de Reynosa, Tamaulipas, cae el sol a plomo, pero un viento imperecedero refresca el rostro. Ramón -con 55 años- cosecha el tiempo de trabajo arduo, tenaz, sincero, desde finales de los cincuenta. Su casa estilo gringo aderezado con lo inglés le permite una tranquilidad familiar envidiable, buenamente.
Ramón no estudió, formalmente, nada (sólo llegó al segundo año de primaria). La magra economía familiar no se lo permitió, a él y a sus ocho hermanos, quienes tuvieron que darle duro al camello en los oficios más diversos. La educación sentimental sí se la dio su padre; también le hizo aprender cuatro melodías, las primeras en su vida: Alma enamorada, Amor de madre, Las mañanitas y El pedacito. Las primeras cuatro de las más de mil que ha grabado en 98 discos, en 37 años de trayectoria, desde que formó parte de Los Relámpagos del Norte, en 1963, en Reynosa. Le acompañaba el singular Cornelio Reyna, su amigo entrañable.
La producción discográfica número 99 la preparará y saldrá a la luz en el 2001. Será al más puro estilo que caracteriza a este hombre bueno y querido por todos en "el valle", como llaman aquí a estas tierras.
El número cien será un agasajo, un suceso en la historia de la música norteña, regional, grupera. Ramón y Los Bravos del Norte tocarán las melodías, pero los intérpretes serán, entre otros, Vicente Fernández. Así se le rendirá homenaje a este maestro e influencia de cientos de grupos y cantantes solistas, muchos de renombre.
"La música para mí ha sido todo, desde que nací. A los 8 años, en Monterrey, ya andaba con mi padre en un grupo que se llamaba Los Pavorreales. La música es un aliento para todos los humanos porque cuando se escucha hay alegría; hace olvidar los problemas, los aleja. Es lo bonito de la vida. La norteña, que nosotros interpretamos, es del pueblo, de nuestra gente. En cada canción hay un mensaje", dice.
Fiera infancia
Ramón relata su fiera infancia: "Mi familia era muy humilde; la casa tenía paredes de cartón y el techo era de fondos de tambos. Sólo un cuartito y una cocina. A mi primer acordeón se le caían los botones y se los pegaba con chicle. Aprendí a tocarlo en una semana... no sé, es un don que Dios nos da, además de la sangre de músicos, familiar. Tocaba temas de Los Alegres de Terán, como Alma enamorada, La viuda con dinero. Los Alegres son los pioneros de la música norteña; la dieron a conocer a nivel internacional".
El movimiento grupero está en auge. Es la música que se trasmite más en la radio nacional. "El problema es hacer un estilo que funcione. Cornelio Reyna y yo lo logramos. Grabamos 20 discos cuando éramos Los Relámpagos del Norte. Ese estilo siguió con Los Bravos del Norte, en 1961".
Añade que su estilo y el de Cornelio era el mismo. "Su voz, inconfundible, hacía pareja con la mía, además de la música. Al separarnos, su grupo, Los Reyes del Norte, se oía igual. Lo mismo me ocurrió, pero yo me incliné por lo norteño, pero Cornelio grabó con mariachi y banda. Eso lo hizo diferente".
Ramón fue el cuarto de los nueve hermanos. "Sí duele el pasado de pobreza, pero también es bonito. Sufres en cierta forma. Nunca tuvimos juguetes. Uníamos medias y hacíamos pelotas y con canicas jugábamos al pozo".
La familia decidió emigrar para buscar mejor suerte en 1958. Residió en Control, Tamaulipas, donde los hermanos trabajaron en la pizca de algodón, entre semana. Sábados y domingos Ramón se iba con su papá a cantar en las cantinas, en pueblos como Ramírez, Lucio Blanco.
-ƑHaber sido pobre es condición para interpretar lo que cantas?
-Es emocional. Sufrimos humillaciones. Dos de mis hermanos nacieron chiquitos y no podían caminar; los cargábamos. Vivieron más de lo que dijeron los médicos. La gente los miraba con burla y hasta los apedreaban. A mi papá un sujeto le aconsejó exhibirlos.
Las anécdotas son narradas y las imágenes, duras, dolientes. Por momentos se tiene que tragar saliva. Su padre se fue a Mc Allen y Ramón se quedó en Reynosa, donde en la cantina El Cadilllac, en El Centralito, se halló a Cornelio Reyna. Ayala llegó al sitio como bolero y pidió permiso de tocar el acordeón. Cornelio, recargado en la barra, acompañado de su amigo Juan Peña, lo escuchó y lo invitó a tocar con él. Corría 1959.
"Cuando nos juntamos, Cornelio sólo tenía un pantalón, parchado; yo tenía dos. En un solar había un árbol grandotote; donde se desparramaba pa' los lados, había una orqueta grande, que tenía una plataforma y un techito... pues ahí vivían Cornelio y su esposa, que luego nos hacía un guisadito en una estufa de petróleo azul. Nos sentábamos a comer en una caja de tomate."
Anduvieron tres o cuatro años de cantina en cantina, hasta que grabaron el primer disco. Cornelio ya había grabado en Falcón un disco haciendo dueto con Juan Peña, que se oyó en rancherías. "Saboreamos la derrota y después el éxito". En 1963, se lanzó nuestro primer disco. La canción Ya no llores, de Cornelio con música mía, fue el principio, la que nos abrió las puertas".
-ƑQué son para ti las cantinas?
-En ese entonces la música norteña no tenía valor; se decía que porque sólo era cantinera, que se tocaba en las pianolas. Luchamos contra todo eso para decirle a la gente que la norteña era como la del mariachi, de trío, romántica. Los Alegres de Terán cobraban por un baile mil 100 pesos. La entrada costaba cinco o 10 pesos. Nosotros quitamos todo eso; quien quisiera entrar debía pagar, fuera chico o grande. Inclusive, Servando Cano -hoy próspero empresario- entró con nosotros por esos años. El era contador, cajero en el Banco Nacional de México, y amigo que recibimos como representante.
"La música de cantina cambió mucho. Quienes, como se dice, talonean en las cantinas, ganan su sostén interpretando las canciones de nosotros. No me da vergüenza entrar a las cantinas y saludar. Ya no voy a esos sitios porque no tomo ni fumo, además de que tengo mucho trabajo.
"Aquí, en mi casa, tengo mi cantina, con botellas de más de 20 años, pero ni las tocamos. No tomo porque soy alérgico al alcohol; me salen ronchas. Por eso, viva la paz.".
-Cornelio tomaba con singular alegría...
-El sí. Su muerte vino por eso. Pero tengo amigos que dicen que les hace daño si no toman. De una cruda te puedes morir. A veces me invitan en los conciertos; las recibo por cortesía. Mi papá en un tiempo tomó y fumó; he visto a artistas que toman y ya no cantan bien. Al público se le debe un respeto.
-ƑPuede morir la música norteña?
-Aunque la realidad cambia, es una clase de música que a todos puede gustar. Me dicen El Rey del Acordeón. Me siento mal porque yo no soy ninguna eminencia. Hay gente pobre, la de clase media y la de alta sociedad. Esta última luego dice que no iría a un concierto grupero... špues esa gente nos ha contratado y ha disfrutado de Ramón Ayala y Los Bravos del Norte!
Sobre el ninguneo que se hace a la música grupera, expresa que la música norteña puede "meterse donde quiera. No porque sea Bellas Artes van a estar ahí puros sinfónicos, con su atril. Siendo popular, la música puede llegar ahí. Hemos alternado con artistas internacionales. Antes alternamos con La Sonora Santanera y Mike Laure y Pablo Beltrán Ruiz; con Rigo Tovar, quien iba a vernos como espectador. Estuvo en Houston, oyéndonos. Quería darnos una canción para que la grabáramos. Nunca nos la dio; la grabó él y fue un éxito: Mi Matamoros querido.
"He apadrinado a grupos que están pegando como Los Baron de Apodaca, Los Mier, Los Cadetes de Linares, Los Invasores de Nuevo León, a Bronco.
-ƑTe han copiado tu estilo?
-Sí, cómo no. Ahorita está Mayco Salgado, quien nos tiene como ídolos, pero él lo acepta. Intocable nos imitó en un principio, en unas canciones. Ahora ya tiene su estilo.
-ƑSe te hace injusto que no te reconozcan?
-La mayoría sí me reconoce. Ahí está el caso de Priscila; donde quiera que va dice que aprendió a tocar el acordeón por mí. Yo prefiero el acordeón de botones.
Critica que las estaciones de radio no dfundan el trabajo nuevo, a los grupos con tendencias novedosas.
"Nosotros nunca hemos payoleado, y qué bueno. Si me tocan es porque la música nuestra gusta. Es más, eso -la payola- comenzó después de Los Relámpagos del Norte".
Está consciente de que la mayoría de su público tiene que trabajar mucho para pagar un boleto de entrada a uno de sus conciertos. "Hacen un sacrificio muy grande, por el amor a la música".
Acciones que hablan de su bonhomía
Ayala adorna la fachada de su casa con cientos de series de navidad. Se ha hecho tradición que cada fin de año lleguen turistas a tomarse la foto frente a la mansión. Hay quienes cuentan acciones de Ramón que hablan de su bonhomía: una vez en un concierto habló con gente que no podía pagar el boleto, el se lo compró. Que da dinero a quienes le van a pedir por una urgencia. Que ha dado de comer a niños pobres. Que apoya a los demócratas de Estados Unidos.
La noche de la entrevista llegan decenas de personas disfrazadas por el Día de Brujas. El Halloween juega por estos lares. Gente de todas las edades reciben de Ramón bolsas con dulces. Es una artista próspero.
-ƑEres un empresario?
-No; trabajamos con los empresarios. Conmigo laboran 34 personas.
-ƑTe han jugado chueco?
-Sí, a veces. Ha habido actos con entradones de locura. Hablan -los organizadores- de gastos, de esto y lo otro y a veces hemos tenido que poner de nuestra bolsa.
-Ahora tienes billete, Ƒqué te falta por hacer? ƑQuieres un Grammy?
-Hemos estado nominados cinco veces al Grammy, pero no lo hemos ganado. Para mí es una obligación trabajar; mantenemos 34 familias. Esto es un empresa. Esté enfermo o no, tengo que actuar. Descansamos todo el mes de enero, sólo entonces. De que vivo bien, pero más que nada con salud.
De Ciudad Hidalgo, Ramón maneja su troca rumbo a Edimburg, hacia su rancho Rinconcito en el cielo, donde se levanta una lujosa contrucción. Es aficionado a la cacería, que practica con su hijo, el junior homónimo. Son muchos los acres que ocupa el rancho, donde plantas de nopales, mesquites y pirules brotan de manera natural. Venados cola blanca huyen al oír el ruido del motor, los caballos corren nerviosos ante la invasión de su tranquila vida.
Este cantante que tanto ha dado a la música norteña juega. Carambolas se repiten en su mesa de billar. Y pull bolita. Tiene toque. Aprendió en sus correrías por las cantinas donde cantó con su padre y con Cornelio, su amigo. A veces lo rememora al cantar Lágrimas de mi barrio, Idos de la mente y la inmortal Me caí de la nube.
Ramón no pierde el piso con tanta fama. La gente lo quiere, en verdad mucha en ambos lados de la frontera. Juan José Núñez, su secretario y amigo, hace ver que todo lo que tiene Ayala es producto de su trabajo, limpio y arduo, desde hace 37 años.