VIERNES 3 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Fernando Flores García, premio Ciencias y Artes por su contribución al derecho
Las leyes, como la política, son cambiantes
Ť Con 50 años en la docencia, enseña a sus alumnos a defender por convicción, no por dinero
Ť Lamenta que ya no imperen razones académicas en la designación de funcionarios de la UNAM
Claudia Herrera Beltrán Ť El jurista veracruzano Fernando Flores García se considera un ser afortunado. ''He logrado ser amigo de mis alumnos, no tomé el camino de la política, conocí y cultivé la amistad de los juristas más talentosos del mundo y dediqué mi vida a la docencia''.
Todo es un placer en la vida del maestro emérito de la Facultad de Derecho de la UNAM, que a sus 76 años tiene un motivo más para celebrar: el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía.
Discípulo de connotados juristas, como el alemán Hans Kelsen y los mexicanos Eduardo García Máynez y Mario de la Cueva, el experto en derecho procesal recurre a su habitual modestia y dice que es una distinción ''inmerecida'', pero que lo llena de gozo porque es el máximo reconocimiento que podía recibir.
Miembro de una estirpe de abogados que fundó su padre, Fernando
Flores Martínez, y la continúan los dos hijos del galardonado, el doctor en derecho se entusiasma no sólo con las leyes. Posee una maravillosa colección de trenes eléctricos que ocupan casi el mismo espacio que su extensa biblioteca y miles de discos, desde los pesados acetatos de antaño hasta la música digitalizada que le permite seguir gozando de sus óperas predilectas.
Con casi medio siglo dedicado a la cátedra, el maestro está convencido de que los estudiantes de derecho deben tener ''la convicción de defender a su protegido no porque les paguen sino porque están concientes de que el defendido tiene la razón''.
Como investigador acucioso de las leyes mexicanas, Flores considera que la Constitución mexicana es una de las más avanzadas del mundo, porque se creó para proteger a los más desvalidos; sin embargo, ha sido objeto de muchas modificaciones, aunque esto no es motivo de su preocupación: ''el nombre de la Constitución así lo indica; es política y la política es cambiante''.
Al maestro que se ha sentado como conferenciante en la misma mesa de Mauro Cappelletti, Víctor Fairén Guillén, Enrique Véscovi y Angel Landoni, la política no lo desvela.
''Nunca me ha gustado la publicidad; no es una falsa modestia. A mí déjenme con mis muchachos, con mis libritos, con mis congresos, con mis conferencias... con eso soy feliz''.
En esos términos explica su predilección por la academia sobre la política, a la que muchos de sus alumnos se han incorporado exitosamente.
Entre la lista de sus pupilos se encuentran los ex procuradores Jorge Carpizo McGregor y Diego Valadés; el secretario de Educación Pública, Miguel Limón Rojas, así como magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación... Son muchos los abogados que se han formado en las cátedras de derecho civil procesal y teoría del proceso que fundó en la UNAM, en 1954.
Los abogados no deben ser esclavos de la ignorancia
Heredero de la devoción que su padre tuvo por las leyes, el doctor Flores creció con juristas de la talla de Mario de la Cueva; de joven supo cultivar la amistad, un valor que para él es fundamental en la relación maestro-alumno.
''Afortunadamente, como docente he tenido la suerte de que mis chicos se lleven muy bien conmigo. Ellos vienen aquí, consultan mis libros, platico mucho con ellos, y como creo en la justicia premial, a los mejores les obsequio un lote de libros que dona la dirección de la Facultad (de Derecho)''.
Rodeado de decenas de fotografías que dan testimonio de los muchos reconocimientos que ha recibido a lo largo de su carrera, el profesor asegura que México tiene una gran tradición en la enseñanza del Derecho, gracias a que ha habido grandes catedráticos y alumnos que han podido superar a sus maestros.
-ƑLas nuevas generaciones son tan comprometidas como las de su época?
-Aún más, porque hay materias nuevas, como la de derecho del ambiente. Creo que hay muchos alumnos que están convencidos de que no deben ser esclavos de la ignorancia.
-ƑY qué hace a un buen jurista?
-Ser buen orador y saber el derecho, la ley, la costumbre y la jurisprudencia; tener además la profunda convicción de que hay que defender a su protegido, no porque le pague, sino porque se está conciente de que tiene razón, porque usted no va a defender a un culpable. Y sucede lo mismo como abogado, como funcionario público, como juez, como procurador... Eso no se logra más que con estudio, porque el ignorante, el mal abogado, generalmente hace trampas, tiene argucias. En el ejercicio profesional y en la vida hay que ser siempre honestos, siempre justos.
-ƑQué piensa de la impartición de justicia en México?
-Hay de todo: hay buenos jueces y malos jueces. Hay buenos abogados y malos abogados, como en todas las profesiones. El problema es que muchas de nuestras leyes no se han renovado, son viejas; muchas datan de los treinta.
Un día después de que la Facultad de Derecho vio suspendidas sus actividades por una protesta estudiantil, el profesor también platica del conflicto que ha vivido la UNAM.
''No es como la eterna lucha de los buenos y los malos. Los muchachos tienen derecho a opinar sobre si la universidad debe ser mejor, pero eso es lo que todos quisiéramos, pero para eso no vamos a usar la violencia. Para eso podemos discutir, platicar, convencernos unos a los otros, pero no con la violencia".
-ƑQué haría para mejorar su universidad?
-Es tema que no me compete. Nunca he querido ser un dirigente ni director de la facultad; šDios me libre! También en eso la universidad ha cambiado. Antes eran elegidos exclusivamente por méritos académicos, por antigüedad, pero ahora el director de la facultad tiene que hacer mucha política, tratar con la sociedad de alumnos, con dos sindicatos y mantener una relación con el exterior.
-ƑPor qué prefirió dedicarse a la academia y no pasar a otro plano?
-No es una falsa modestia; a mí déjenme con mis alumnos y con mis libritos. Prefiero seguir trasmitiendo a mis estudiantes lo que Aristóteles, el más grande filósofo de todos los tiempos, definió como la justicia, que es el valor supremo, más bello que el lucero vespertino o que la estrella de la mañana, y consiste en la felicidad de los demás.