JUEVES 2 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Jean Meyer Ť
Tadjikistán
Y a mí qué?, me dirá usted. ƑPor qué no me habla mejor de la sequía en Coahuila o de la guerra en Chiapas? Tiene razón, pero no pierde nada leyendo dos cuartillas sobre uno de esos países cuyo nombre termina en "stán" y que está perdido en la lejana Asia central. Tadjikistán sufre de la sequía y de la posible reanudación de una guerra que le ha costado 30 mil muertos y un millón de desplazados (población: 6 millones). La peor sequía de los últimos 50 años castiga toda Asia central, desde el oriente de Siria hasta Mongolia; la escasez afecta ya a la mitad de la población y la hambruna asoma.
En mayo, cuando las aguas no se presentaron, el gobierno pidió ayuda internacional. La ONU apoyó la demanda, pero hasta ahora sólo Estados Unidos se prepara a mandar 55 mil toneladas de harina; digo "se prepara" porque la burocracia de ambos países se ha enfrascado en una de esas hermosas discusiones sobre el financiamiento del transporte. ƑLos otros países? Bien, gracias. La ONU pidió el mes pasado una ayuda urgente de 77 millones de dólares en alimentos y semillas (los campesinos al perder el temporal se quedaron sin nada para intentar una siembra de otoño-invierno) y ha recibido hasta la fecha... 4 millones 200 mil dólares. Para un país olvidado, no es fácil encontrar patrocinadores, y Tadjikistán es un país olvidado, cómo no.
Este país no vive (sobrevive) sino de la agricultura; cultivos de subsistencia, y en tiempos soviéticos el algodón que financiaba la importación de todo lo demás. No llueve en años y el sistema de riego no ha resistido a una década de descuido agravado por la guerra civil. Tadjikistán es un caso extremo pero representativo de todas las ex repúblicas soviéticas de Asia central. Ni la democracia ni el desarrollo han prosperado después de la caída de la Unión Soviética. Las elites locales tienen la mano muy pesada, la oposición sueña con ocupar su silla de la misma manera; a los demócratas, artistas, intelectuales no les queda más camino que el exilio. En Tadjikistán el Estado se ha vuelto invisible, las pocas fábricas caen en ruinas, los distritos de riego se transforman en desierto, el pueblo pasa hambre y reza porque no vuelva la guerra. El implacable determinismo climático señala con la sequía que la victoria proclamada por la Unión Soviética sobre la naturaleza no podía ser eterna; pero los hombres no han sido capaces de conservar lo que se había logrado.
Ahora despunta la amenaza de la guerrilla islámica apoyada por Afganistán y financiada por la droga; ha sido activa durante el verano en el valle de Fergana, imbricado entre Tadjikistán, Uzbekistán y Kirguistán. Algunos de esos guerrilleros pasaron por la escuela del jordano El Manco Jatab, en Chechenia. Conflictos regionales, internacionales, de Afganistán hasta el Cáucaso se entremezclan con el narcotráfico y los juegos complicados de los servicios secretos rusos, iraníes y, Ƒpor qué no?, chinos: Sin Kiang no deja de ser afectado por todo lo que ocurre en la zona.
La situación caótica del devastado Tadjikistán ha permitido que sirva de base para el principal grupo, el Movimiento Islámico Uzbek, que ha golpeado en varias ocasiones los países vecinos. Pekín, Moscú y las cinco repúblicas terminadas en stán han firmado un pacto de defensa regional que justifica la presencia de los 25 mil guardafronteras rusos a lo largo de la frontera tadjiko-afgana. Las victorias recientes de los talibanes en Afganistán y el apoyo financiero del terrorista capitalista saudiárabe Osama bin Laden fortalecen las guerrillas islámicas y amenazan con darle un giro muy nuevo al "gran juego" que afectó esa región en los siglos XIX y XX (Rusia contra Inglaterra, luego la Unión soviética contra Estados Unidos). Mientras, los pueblos ven desaparecer la buena modernidad aportada por el poder soviético y amenazar la hambruna y la guerra.