JUEVES 2 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Adolfo Sánchez Rebolledo Ť
Del charrismo sindical al sindicalismo apolítico
En una noticia que apenas si ocupó las planas interiores de algunos diarios, el sempiterno líder sindical José Ramírez Gamero reiteró que la CTM daba por terminada su alianza histórica con el PRI, palabras que ya había pronunciado meses atrás el también dirigente Porfirio Camarena al replantear "una nueva forma de diálogo político" con el gobierno que presidirá Vicente Fox. En esa forma, sin pena ni gloria, concluye para la dirigencia obrera uno de los pilares de la Revolución Mexicana durante su época institucionalizada. La alianza entre las masas trabajadoras y el Estado, fundada por Cárdenas y luego devenida en mero control corporativo al servicio del PRI, será en lo sucesivo, y mientras no cambien las condiciones, puro y duro control, charrismo "apolítico" al servicio del mejor postor.
La dirigencia sindical de vieja estirpe priísta sabe que vienen tiempos difíciles y ya se prepara para dar el vuelco hacia la "colaboración de clases" en el esquema que en sus detalles viene diseñando el señor Carlos Abascal a cuenta del gobierno de Fox. El "diálogo" al que se refieren los líderes no es otra cosa que el intento de buscar protección en las esferas del gobierno a cambio de apoyar los grandes trazos de la política laboral con el fin de preservar ciertos privilegios.
A pesar de las declaraciones sobre la autonomía y la democracia sindical, los líderes saben que el gobierno tendrá enormes dificultades para llevar a buen término sus proyectos sin el concurso de los sindicatos, comenzando por la ansiada reforma fiscal y siguiendo con la reforma eléctrica, que es la llave de toda la estrategia foxiana. Se espera de ellos que acepten en sus términos la filosofía de la "nueva cultura laboral", que tiene como centro la reconversión productiva de los trabajadores bajo las directivas de la empresa y que se olviden de las fantasías en torno a la influencia de los sindicatos en la asignación y el uso de los recursos nacionales. Canceladas las aspiraciones de hacer política desde el poder sindical, a los líderes les quedará como única tarea garantizar la buena marcha de las negociaciones empresa por empresa, que ya para entonces habrán extirpado la injusticia clasista en nombre... del amor filial.
Pero en esa función, los líderes tampoco las tienen todas consigo. La CTM viene perdiendo afiliados al mismo ritmo que se abate el mercado interno y se multiplican los "contratos de protección" que han servido para garantizar a los capitales de la globalización mano de obra barata y condiciones laborales "competitivas", sin necesidad de cambiar una coma a la actual Ley Federal del Trabajo.
La inquietud en las federaciones que forman la columna vertebral de dicha central se extiende y amenaza convertirse en una desordenada descomposición, muy favorable, por cierto, a la idea de feudalizar el sindicalismo al ámbito de las empresas, dada la ausencia de propuestas alternativas al poder de la burocracia cetemista.
Informaciones periodísticas publicadas en La Jornada dan cuenta de la guerra sorda que se viene librando entre los principales jefes de las federaciones, misma que no estalla abiertamente gracias al oscuro y mafioso sistema de complicidades que aún mantiene la fachada de unidad en la central obrera. Elizabeth Velasco reseña que "las desavenencias, afloradas desde hace un par de años, siguen latentes en Tamaulipas y Tabasco, y ya se 'urde' un albazo para eliminar a Porfirio Camarena Castro, secretario general de la de Guerrero". No son las únicas. También se mencionan brotes de conflicto en Hidalgo, Baja California y otros estados de la República, causados por conflictos de interés entre las dirigencias locales y la dirección de la central obrera.
El propio Rodríguez Alcaine enfrenta en estos días el comienzo de una nueva oleada de inconformidad en el seno de su agrupación, el sindicato de electricistas agrupados bajo las siglas SUTERM, cuya evolución será decisiva para la democratización general del sindicalismo y vital para el proceso de reformas en el sector eléctrico.
En resumen: la clausura de la vieja alianza de los sindicatos con el Estado es un hecho, pero todavía no se sabe hacia dónde se dirigirá la organización obrera y qué usos pueda darle el nuevo gobierno. En nombre de la modernización, los sindicatos no deberían renunciar a desempeñar un papel activo en la discusión democrática de las políticas públicas que afectan mayormente a los trabajadores. Es un claro retroceso del llamado equipo de transición identificar la sumisión sindical al gobierno con la necesidad de crear nuevos interlocutores sociales en la vida nacional. La idea de reducir el sindicalismo al ámbito de la empresa esconde una grave renuncia al papel que a éste le corresponde en la sociedad moderna como interlocutor en la concertación democrática de intereses.
Ojalá y el fin de la "alianza histórica" sea más que un cambio de patrón.