JUEVES 2 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Octavio Rodríguez Araujo Ť
El PRD en su disyuntiva
El sábado pasado tenía que presentarme en una mesa redonda organizada por el Movimiento de Bases Insurgentes del PRD (Mobi) con el tema "La izquierda y el PRD frente al neoliberalismo". Razones de fuerza mayor me impidieron estar presente, lo cual lamento. Empero, quisiera poner a la consideración de mis lectores lo que en esa mesa hubiera dicho, ahora muy resumido.
En un documento, entregado en exclusiva a Proceso Internet (19/10/00), Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles y otros conspicuos perredistas reconocieron que a pesar de haber formado un partido que durante 12 años fue el artífice de la transición democrática, ahora "se encuentra en un proceso de descomposición burocratizante (toda vez que) su capacidad de reflexión política se ha empobrecido".
Más adelante añadieron que su partido "se encuentra recorrido por una lógica de negociación que excluye los principios" y que "ha reproducido prácticas clientelares e incurrido en vicios que enérgicamente criticamos en nuestros enemigos; se ha convertido en un partido que sólo opera en plenitud en la lucha interna y la disputa de espacios de poder y cargos burocráticos". Y, finalmente, declararon que es "necesario desterrar del PRD el oportunismo y volver a dar una dimensión ética a la política".
Esta autocrítica, coincidente en buena medida con la de Amalia García (presidenta del PRD), publicada en La Jornada a finales de julio, echa por tierra la defensa subjetiva de quienes argumentaron que el partido del sol azteca era la alternativa ética y de principios en las elecciones federales de este año y que, por lo mismo, sacar al PRI de Los Pinos mediante el voto útil (que antes de los comicios y de acuerdo con todas las encuestas serias tenía que ser por Fox) era un acto de pragmatismo inaceptable, además de cínico. El PRD es, sin lugar a dudas, el partido que tiene el mayor potencial para convertirse en la izquierda electoral, pero para llegar a serlo todavía le falta mucho. De aquí que tanto los compañeros del Mobi como varios de sus dirigentes estén hablando hoy de refundación del partido. Es indispensable que se haga, es un asunto de responsabilidad política ineludible.
La situación actual del país obliga al PRD no sólo a distinguirse de los otros partidos, tanto en sus principios como en sus programas y estatutos, sino a cambiar radicalmente modos de hacer política. Incluso un partido que privilegie la acción electoral sobre cualquier otra, tiene que ganarse votos convenciendo y, en el mundo de ahora y en México en particular, nadie convence sólo con discursos cada vez que hay elecciones. Son las acciones las que cuentan, no las declaraciones de principios en el papel ni los baños de pureza que puedan manejar eventualmente sus líderes o candidatos. La gente, particularmente quien ya se hartó por igual del discurso populista-estatista y del discurso tecnocrático-neoliberal, ya no quiere oír promesas, sino ver resultados. Y más aún, quiere entender la democracia no como un arreglo entre elites sino como forma de vida cotidiana en todos los estratos sociales y en todas las formas de organización existentes.
Los movimientos sociales que han llamado nuestra atención en los últimos meses, revelan dos situaciones principales: a) que hay rebeldía hacia los modos de dominación tradicionales, que alienta la crisis interna del PRI y sus fracasos electorales, y b) que el PRD no ha sabido acompañar, ya no digamos dirigir, esos movimientos ni involucrarse comprometidamente con ellos. La refundación del PRD, de llevarse a cabo, tendría que comenzar por bajar a las filas de los movimientos sociales y de las organizaciones de base de la sociedad, tanto urbana como rural, y hacer su política electoral en función de los sectores mayoritarios y no componendas elitistas que para lo único que sirven es para dar puestos y privilegios políticos (y a veces económicos) a dirigentes burocratizados y ambiciosos.
Si el PRD quiere ser verdaderamente de izquierda no sólo tiene que parecerlo por su discurso, sino especialmente por sus acciones al lado de quienes viven más crudamente los estragos del capitalismo globalizado y neoliberal. Si el PRD quiere ser un partido antineoliberal no es suficiente que quiera limarle las aristas más filosas al neoliberalismo, sino que proponga una alternativa a éste tanto en términos políticos como económicos, sociales y culturales en una lógica democrática real y no sólo electoral. Y, obviamente, que actúe en consecuencia. Así convencerá, y si convence podrá ser la opción electoral de izquierda que todos quisiéramos, aun sin ser miembros de partido alguno.