MARTES 31 DE OCTUBRE DE 2000

Ť ITACATE

Panadería en el Zócalo

Como ocurrió el año pasado, la Cámara Nacional de la Industria Panificadora pidió ahora la colaboración de sus afiliados para que enviaran panes de ofrenda desde sus estados, con el propósito de hacer una muestra en el Zócalo capitalino.

En esta muestra pueden encontrarse diferentes interpretaciones de las tradicionales hojaldras, con distintos decorados; muchas de ellas son verdaderas flores que se ofrecen con cariño a los difuntos. Los muertos con sus piernas y con sus brazos cruzados son también frecuentes. Las ánimas con la base redondeada parecen estar sobre una nube, lo que las hace más etéreas; en otras ocasiones descansan sobre lo que podrían ser las llamas del purgatorio. Los muertos y las ánimas abrazados en parejas, amorosos y sonrientes, nos hablan de la vida cotidiana más allá de la muerte.

Llama la atención la variedad de panes que en forma de animales se elaboran para la ofrenda. Algunos de ellos, por su perfección y estilización, son verdaderas esculturas. Los cocodrilos, conviven con los conejos, panes de connotación prehispánica; existen ordenanzas del siglo XVI que se refieren a que las mujeres indígenas los vendían en época de muertos.

El caballo, animal que acompaña a los hombres del campo, está ahí para evocar los buenos momentos del difunto; el pez espada, los burritos, un gusano, los caracoles, palomas y pajaritos son en general elaborados para la ofrenda de los muertos chiquitos. Los borregos (agnus dei), y los corazones, revelan la presencia evangelizadora. De entre los panes con forma más antigua están las llamadas pezuñas o patas de mula que encontramos en la pintura religiosa y de castas de la época colonial.

Como símbolos de la fertilidad hay tortugas y también panes en forma de alamares, que son considerados por algunos investigadores como representaciones de la pelvis femenina.

No extraña que los estados en que la panadería es más creativa, sean aquellos en los que existe mayor presencia indígena: Oaxaca, Hidalgo, Michoacán, Veracruz, Puebla, Morelos, Tlaxcala. En Coahuila hay presencia de los panaderos tlaxcaltecas que emigraron allá hace siglos, aunque ahora los muertos se visten de cuero.

Como en general ocurre con la artesanía mexicana, vemos que con muy pocos elementos se logran variantes que sorprenden. Con los cortes de navaja en las masas se simulan por igual la piel escamada de los cocodrilos, las plumas de los pájaros, la corteza de las piñas.

El fondant de colores sirve para hacer flores, un traje de cuero, trenzas y faldas; se utiliza ajonjolí, cacahuate, nuez y pasitas. Espolvorear con azúcar blanca o roja es otro recurso frecuente; también se blanquea con harina y con merengue. El rojo tiene connotaciones ceremoniales, pues desde la época prehispánica está asociado a la muerte.

Si a esta variedad que se presenta, se añadieran los panes que con mayor libertad se elaboran una vez al año en muchos hogares rurales, que prenden sus hornos en honor de los muertos, se vería que las posibilidades no tienen fin. Nuestro país es sin duda lugar de artistas; en este caso la panadería nos permite comprobarlo. Acuda al Zócalo a ver la muestra hoy, así como el 1 y el 2 de noviembre.

Ť Marco Buenrostro y Cristina Barros Ť