MARTES 31 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Marco Rascón Ť
Del asesino perfecto al suicidio solitario
Mario Aburto fue calificado por sus fiscales como "peligroso, carente de ideología, sin motivos, ni razón, sin pasado y sin historia", es decir: el asesino político perfecto o, para satisfacer la opinión de la clase política de aquellos días: la versión moderna de Fuenteovejuna con una Taurus .38 en Lomas Taurinas.
Llama la atención, sin embargo, el parecido de Aburto con la vieja clase política mexicana, la cual es hoy una estructura obsoleta que perdió el poder político frente a la nueva elite político-empresarial, y aún no asimila la gravedad de lo que les espera a quienes vivirán del poder hasta el primero de diciembre.
Tanto Aburto como los políticos en decadencia son peligrosos, carecen de ideología y razones para demandar y exigir. Por ejemplo: la salida de Excélsior de Regino Díaz Redondo y la quiebra súbita del diario a raíz de la derrota priísta es consecuencia de que las deudas y el crédito discrecional del régimen ya no tienen continuidad garantizada. El tímido golpe al control mediático de la prensa escrita y medios electrónicos que significó la caída de Regino ha hecho temblar la relación medios-gobierno aceitada con papel y concesiones, autocensura y favores mutuos. ƑCuántas plumas no eran pagadas para atacar y linchar a opositores?
Medios y partidos que han vivido de subsidios y prerrogativas buscan afanosamente un nuevo pacto de gobernabilidad que garantice su sobrevivencia como parte del nuevo sistema de control político. La falta de poder ha hecho crisis en el grueso de los negocios que hacían funcionarios desde la esfera del gobierno, que mantenían feudos propios con dineros del erario y tenían condiciones privilegiadas: choferes, secretarios, ayudantes, familiares y amigos, millares de los cuales ahora están a un paso de la cesantía, lo cual genera gran viscosidad política: chantajes públicos, arranques histéricos, reclamos airados de lo que no se hizo en 70 años y una peligrosa incertidumbre en la que las pistolas se disparan solas.
Todos aquellos sin posición propia, llámense partidos, medios o personas, transitan de la incertidumbre al oportunismo; se espantan cada vez que asoma Salinas y, queriendo defender viejos privilegios, buscan restablecer los códigos de relación subordinada con el nuevo poder foxista. Otros conspiran y por eso quisieron asaltar Excélsior
Zedillo, más que valerse de asesinos, utilizó el suicidio como estrategia e hizo que cada quien se comiera su lengua: así destruyó a Camacho --hombre vértice en 94 y 95, que no obtuvo ni 2 por ciento de votos en el 2000--; así detuvo la última ofensiva de Salinas con la acusación íntima de Raúl provocando un claro suicidio familiar; así se resolvieron los problemas de corrupción en los gobiernos de Oscar Espinosa Villarreal, la PGR y el Renave, con muertos reales o como sucedió con Díaz Redondo, suicidado en su propia casa después de una asamblea.
Suicidio del último presidencialismo priísta fue negar el bono, que en la liturgia de la transmisión sexenal se convirtió en un favor utilitarista, porque no quedó dinero para pagar las deudas del PRI ni las de Díaz Redondo ni todos los votos de la FSTSE que consideraban cautivos y duros.
Todo el odio presente constituye un activo para el futuro de Zedillo, un refrendo a su posición reformista y una prueba de lealtad con la globalización y la nueva elite, porque sepulta desde la cumbre al viejo régimen. Zedillo es el hombre bisagra, el de la transición de una oligarquía a otra que termina orillando al suicidio a las instituciones y a personajes del viejo régimen, pues no sólo es su único camino de reivindicación frente a la nueva elite empresarial, beneficiaria de esas muertes institucionales, sino que es su agente.
Si en el régimen de Salinas el asesino perfecto fue motor de cambio, en el de Zedillo el suicidio solitario es apoteótico, el gran acontecimiento, ya que, paradójicamente, así se convirtió en el primer antisalinista del país lo que constituye mérito de la derecha, no de la izquierda.
Aún falta un largo mes en el que saldrán miles de demonios desesperados y locos lanzando golpes a diestra y siniestra. A favor de ellos ya no hay movimiento democrático, porque ya estamos en la democracia; además de que el país adolece de liderazgos coherentes y convincentes, y debido también a que las refundaciones son arreglos entre organizadores de derrotas.
El nuevo gobierno foxista tiene también algo de Aburto, pues se muestra pragmático, solitario, sin ideología ni tradición ni historia. Su gran golpe dependerá de su capacidad de respuesta ante la desesperación política: o cae en la tentación de pactar o enfrenta la situación con todas sus consecuencias. El foxismo surgió solitario ante la crisis de la izquierda, el centro y la derecha, ya que la soledad también hace cambiar las cosas y es tan perfecta como los disparos sin origen de Mario Aburto.