LUNES 30 DE OCTUBRE DE 2000

Ť El programa radial del siquiatra cumple 16 años


En el México de hoy, prevalecen los antivalores: Ernesto Lamoglia

Ť Nuestra sociedad "pasa por una etapa de destape emocional"

Ť La clase media entregó a Vicente Fox "un país que desconoce"

Mireya Cuéllar y María Rivera Ť Es un hombre que polariza opiniones, un provocador nato. Al escuchar su programa Kelly, Lamoglia y la Familia --en Radio Fórmula, todas las mañanas-- no queda más que preguntarse Ƒ... y quién es éste?

Es Ernesto Lamoglia, un siquiatra que cuando responde las dudas de su auditorio no conoce las fórmulas de cortesía. Regaña, confronta a los radioescuchas, desenmascara la hipocresía de la familia y la política mexicanas. No hace concesiones. Sus ojos claros y expresivos contrastan con el gesto reposado. No desdeña las palabras altisonantes, más bien parecen parte de su lenguaje cotidiano. Le indigna que en este fin de siglo México "sea un país quebrado, sobre todo moralmente por la pérdida de los valores. Ahora prevalecen los antivalores: ƑQuién le dice hoy a un hijo que debe estudiar para ser un hombre de bien? ƑQuién quiere que sus hijos vayan a Chapingo, sean maestros rurales o antropólogos sociales? Los muchachos quieren ganar dinero, a como dé lugar; haciéndose narcos, volviéndose policías, afiliándose al Verde Ecologista o vendiendo su alma al diablo".

En los viejos tiempos, rememora, la honradez y la palabra de honor eran una realidad; había préstamos a la palabra que se cumplían, existía el valor cívico y la confianza en el otro, "ahora es mejor ser un chingón exitoso a un hombre honesto y honrado. Yo trabajo de nueve y media de la mañana a once de la noche, incluso los sábados, y no puedo comprarme una casa. Eso es a lo que puede aspirar ahora un hombre honesto, pero para el común de los mexicanos eso es pendejez. Cuando paso por Bosques de las Lomas (el fraccionamiento más caro de la ciudad de México) y veo esas casas me pregunto Ƒqué habrán hecho estos para merecerlas?".

En el frente a frente con Lamoglia, en su consultorio de Coyoacán, se derriba la imagen de hombre agresivo. Pausado, didáctico, explica que el tono que usa en su programa de radio es parte de una estrategia, de una terapia de impacto "y tiene que ser así, porque es como cuando le ponen a uno una inyección de 2 millones de unidades de penicilina, le dejan la pata adolorida, pero lo curan".

Cuando responde a las llamadas de su público no lo hace específicamente para su interlocutor, "porque a la gente que habla en realidad no le importa lo que voy a responder, es un desahogo, una catársis... pero hay quienes tienen problemas similares y no hablaron al programa, a esos les caerá el mensaje porque no están a la defensiva, sino dispuestos a escuchar".

El éxito de su programa, reconoce, tiene mucho que ver con la perseverancia --lleva 16 años en la radio -- y por el momento por el que pasa la sociedad mexicana, con su necesidad de contar su intimidad emocional, no exenta de protagonismos. "La sociedad está pasando por un momento de destape emocional, como lo sucedido en España en los setenta, ahora se permite hablar...šy vámonos!. Pero también hay una gran necesidad de contar cosas. Se abren los micrófonos y todo mundo quiere ser protagonista. Pero aquí lo importante es que nos dan la oportunidad de mandar, entre líneas, nuestro mensaje político".

Defiende su modo de hablar áspero e irreverente porque le toca dar consulta después del informe de la bolsa de valores. Se pregunta: "Ƒy a quién chingados le importa cómo amaneció Wall Street o el índice Nikkei? Esa parte de los medios se ha encargado de ser la cabeza de playa del neocolonialismo cultural, por eso tiene que haber una contraparte donde dos o tres pendejos vociferen algo distinto".

Uno de los aspectos en los que busca incidir es en la democratización de la familia, y para él comienza con la valoración económica del trabajo doméstico; "el truco no está en decir que se compartan las labores porque los pinches misóginos no lo van aceptar. Lo que hay que hacer es una legislación para que se pague. Cuando se tenga que pagar, la mayor parte de los culeros van a tener que entrarle".

Cuando empieza a hablar sobre la condición de la mujer, Lamoglia no para. El asunto lo atrapa. De entrada es obvia la admiración que siente por los valores femeninos. No en balde muchos hombres que asisten a sus conferencias se remueven en sus asientos ante sus comentarios y lo miran como a un traidor.

Del lado femenino, en cambio, le festejan todo, hasta los regaños que les tocan de vez en cuando. Para él la democracia familiar, también pasa por el cambio de actitudes del hombre ya que, a su parecer, las mujeres hicieron su parte.

Didáctico, hace un recorrido por la condición femenina desde la prehistoria -- cuando el clan vivía en torno a la lumbre, y la mujer, creaba la agricultura y daba a luz a sus hijos, mientras el hombre, "depredador por naturaleza", partía largas temporadas --hasta la actualidad. Concluye que hoy, ante el miedo a la calle provocado por el sistema, la sociedad ha buscado refugio en la casa, y las mujeres vuelven a recuperar su poder. "La bronca es cómo acomodamos a los hombres en eso. Ahora hay que saber Ƒadónde mandamos a esos pendejos? Porque no en balde muchas señoras dicen que por las mañanas lo primero que tiene que salir es la basura y el señor, y es que un hogar puede seguir funcionando perfectamente sin el hombre, pero no sin la mujer. Debemos empezar a trabajar el mensaje de la nueva masculinidad, las mujeres están haciendo lo que les corresponde, ahora la bronca somos nosotros". lamoglia-etrnesto.1

Niega que haya una crisis de la pareja, lo que está pasando, explica, es que se están volviendo explícitas una serie de situaciones que antes permanecían ocultas. "Los problemas de las parejas siempre han existido, lo que pasa es que ahorita se exhiben. Antes se sabía que tenían problemas cuando se moría el señor y llegaban tres señoras y sus hijos al entierro. Ahora todo se sabe a tiempo".

A los 15 años dejó el hogar paterno para instalarse en la capital del país. Aquí estudió en la Escuela Nacional de Medicina del Instituto Politécnico Nacional. En esa época la calle tenía un sentido comunitario, era el espacio de todos, el ágora donde se daba la democracia. Ahí se llevaban a cabo los noviazgos, el faje, el futbol, las broncas y las fiestas. Pero eso se acabó, comenta con pesar. Ahora "la calle sólo sirve para que pase el transporte. La vida de la sociedad, y de la clase media en particular, se desarrolla puertas adentro. Mientras más chapas y cerrojos tengan las casas, mejor. Lo demás no existe. Afuera está la naquedad, los otros".

El sistema se ha encargado de hablar de la violencia en las calles cuando la violencia está dentro de las familias. Nos costó 18 años que se hablara de la violencia intrafamiliar y conseguir leyes, pero ahora nos espantan con el petate del muerto. Es una técnica fascista identificar al peligro con las calles, los pobres y los nacos. Así han conseguido aislarnos y dividirnos. Sólo hay que recordar que divide y vencerás".

Cuando era niño, en su pueblo, Orizaba, Veracruz --insiste con un tono nostálgico -- "existía una conciencia de pertenencia a la tierra, a la comunidad, a las tradiciones y los mitos, pero sobre todo, no había dudas sobre la identidad: en cambio ahora es imposible describir lo mexicano porque no lo hay, incluso ya no sabemos qué es lo que hace a un individuo sentirse mexicano".

El tema de los valores de los mexicanos le apasiona. Su análisis es crítico: en los sesenta muchos mexicanos empezaron a querer ser gringos, "a tener una serie de actitudes ridículas y patéticas en su afán de parecer tales. Proliferaron los Christian, los Jonathan y las Ginas Vanessas, las señoras se creyeron aquello de que los caballeros las prefieren rubias y corrieron a teñirse el cabello, las familias a pretender una casa estilo californiano y los niños empezaron a desfilar por las academias de inglés.

"Millones de mexicanos empezaron a avergonzarse de serlo y a usar palabras como indio o naco a manera de insulto. Lo peor es que ahora ya no sólo en las clases medias sino hasta en el lumpen, ser mexicano es un estigma; de repente vemos a un cabrón con cara de Tláloc que se llama Jonathan".

Lamoglia no da tregua: "las estrategias del neocolonialismo no son casuales, sino maravillosamente bien trazadas para que los mexicanos dejen de serlo, así ya no hay necesidad de conquistar al país Ƒpara qué?".

Hombre de su generación, cuando niño respetaba la bandera, el Himno Nacional y, por supuesto, odiaba a los gringos. Hasta la fecha se ufana de no hablar inglés. "ƑCómo iba a usar el lenguaje del invasor de mi territorio? Crecí antiyanqui en una comunidad obrera veracruzana y no me costó ningún trabajo saber qué era México. Los protagonistas de la historia estaban ahí, se podían tocar". Una y otra vez regresa al tema de la historia de México. Le preocupa porque la ignorancia del pasado ha llevado a los mexicanos a la pérdida de la identidad; "hoy la clase media dice sentirse verdaderamente protagonista del cambio y hasta piensa que participó con su voto en la creación de la democracia, pero lo que hizo fue poner en las manos de Fox un país que desconoce, como se lo pusieron en 1910 a Madero. Es lo mismo que está pasando ahora. A principios de siglo fueron los afrancesados, y ahora los tecnócratas, quienes se unieron a una bola de ignorantes y no supieron qué hacer con el país. El Madero de hoy no conoce el país, y las clases medias que lo siguen, tampoco".