LUNES 30 DE OCTUBRE DE 2000
Ť CIUDAD PERDIDA
Ť Miguel Angel Velázquez Ť
Ť Legorreta o para qué sirve el poder
Ť Aura defiende al Hijo del Cuervo
El asunto de los antros sigue dando de qué hablar. Ya empieza a ser necesario iniciar una investigación de cómo llevaron las autoridades delegacionales esto de los permisos, de las clausuras y otros requisitos que por ley deberían cumplir los dueños, pero que deberían hacer cumplir las autoridades sin distingos de ninguna especie.
Y esto me lo recuerdan algunos amigos, entre bromas y veras. El primer ejemplo lo dan con respecto de un lugar llamado La Martinera. Me dicen que se trata de un bar donde el ex delegado en Cuauhtémoc no fue atendido como él esperaba y entonces toda la furia del funcionario se fue en contra del bar.
Como no hubo posibilidades de cerrar --al parecer todos los requisitos de ley se cumplían o bien el lugar tenía un amparo tamaño Catedral--, el delegado inició una guerra sin cuartel. Para empezar abrió una zanja al frente del bar para evitar que los clientes entraran.
El argumento para la medida era que se revisaban las tuberías de agua porque había fugas, pero los clientes del lugar decidieron que el hoyanco no era obstáculo suficiente y seguían llenado el lugar.
Entonces, sin mayor recato, la delegación mandó poner allí, casi en la puerta del establecimiento, un camión con una máquina para desazolvar la alcantarilla. Hubo malos olores, ruido y clientes y más clientes decididos a no dar importancia a las medidas de la delegación. La guerra se prolongó un buen tiempo y al final nadie supo cómo, pero dejaron de realizarse los trabajos de la delegación en el lugar.
No es el único ejemplo, me dicen los amigos. Había que recordar cómo se hostigó al sueño del restaurante El Zorzal. Allí también se mostró la fuerza delegacional. Se usaron los camiones para desazolve y todas las posibilidades para cerrar el lugar. Esa batalla duró casi hasta el término de la gestión de Jorge Legorreta. El lugar sigue trabajando.
Lo raro del asunto es que en el Lobohombo, esa fuerza delegacional tan temida, tan estructurada, no se mostró. Allí no pasó nada, es más, el delegado y su fuerza le tuvieron miedo al ejército de meseros y "trabajadores" del antro, y no cerraron.
En fin, ahora se nos dice que El Hijo del Cuervo, otro bar sin mayor pecado, tiene papeles falsos y ha operado a los ojos de todo el mundo como un centro de "salud", digamos normal.
Este lugar, ubicado en el corazón de la delegación Coyoacán parecía estar protegido por el manto del señor Alejandro Aura, director del Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Sin embargo, Aura asegura que él sólo tiene 10 por ciento de las acciones del lugar y, aunque da la razón de la clausura a la negligencia de los dueños actuales, asegura que todos los papeles que demuestran la vida legal de El Hijo del Cuervo están en orden.
De cualquier manera, ahora tendrán que venir las investigaciones que expliquen, también, la proliferación de los negocios con venta de bebidas en todo el Distrito Federal, no para cerrarlos ni para tomar medidas intolerantes, sino para hacer de cada lugar un sitio seguro para diversión.
Y por ahí también se tendrá que medir la desastrosa actuación, hasta ahora, de la delegada en Cuauhtémoc, Dolores Padierna. Por lo pronto la vigilancia a los negocios con venta de bebidas deberá ser constante, lo malo es que no se sabe quiénes deberán efectuarlo.
La mayor parte de quienes deben revisar los llamados antros y los giros negros gana lo suficiente como para que cualquier par de billetes de dos ceros les hagan sentir el "efecto Salinas", es decir, no ver ni oir nada.
Las acciones por mejorar la calidad legal de estos negocios ya se inició y no debe parar. A ver cómo le hacen para que, en un par de meses, el accionar no caiga en la corrupción.
Los porros
Durante la semana que pasó, el director del IPN, Diódoro Guerra, aseguró que dentro del Poli no hay porros. Tan temeraria aseveración plantea dos cosas: o el director del Politécnico se hace o el director del Politécnico es.
Con el seudónimo de ex porro y con un miedo expreso en las líneas que me envía por correo electrónico, un hombre que estudió en el IPN habla del asunto.
"Esta información es acerca de los porros, muy en especial sobre la Federación de Estudiantes Politécnicos a la cual tuve la desfortuna (sic) de pertenecer. Me avergüenzo, sí, pero ahora tal vez pueda ayudar a erradicar este problema".
Después, el ex porro asegura que la FEP está "coludida directamente con las autoridades politécnicas, el PRI y muchas otras. En el tiempo que pertenecí a dicha organización participamos en campañas como las del Lic. Alfredo del Mazo, Roberto Madrazo y en la CNOP con Jorge Schiaffino".
También dice que la Vocacional 7 solapaba todos los actos de los porros y platicaba con gente de la Conade y cobraba en la delegación Iztapalapa, durante la gestión de Oscar Espinosa.
Seguramente es muy difícil reconocer desde la dirección de una escuela con el prestigio del IPN un cáncer tan grave como el del porrismo, pero ignorarlo resulta más peligroso. Estas agrupaciones ya han salido a la calle en busca de los dineros que ya no les puede proporcionar el PRI y ahora son bandas que operan dentro y fuera de las escuelas.
Cuidado señor director, cuidado.