LUN ES 30 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Leon Bendesky Ť

Pensar

Esto que llamamos con demasiada soltura como globalidad abarca también de modo sobresaliente la formas en que se piensa. El discurso político y económico se ha vuelto tan general y repetitivo que pierde eficacia y se hace menos creíble, además de ser cada vez más aburrido. Lo que dicen muchos jefes de gobierno y sobre todo los ministros de hacienda y los directores de los bancos centrales en los países que se conocen ahora como economías emergentes, se ha hecho muy previsible.

Hace dos años un profesor de la Escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard, que tiene un talante heterodoxo para esta época y un estilo irónico, publicó un libro en el que describe un día en la vida de un secretario de hacienda en uno de estos países. Y dice: "La delegación de una agencia internacional de calificación de crédito llega a la audiencia. El secretario dice su discurso convencional: La economía se ha transformado en los últimos años y está lista para el despegue. Las exportaciones han crecido 15 por ciento, la principal empresa estatal de petróleo será privatizada próximamente y el efecto adverso de la crisis financiera de Asia ha sido contenido. El gobierno está comprometido como nunca a mantener políticas financieras responsables. Por la tarde, el secretario se reúne con un grupo de los mayores exportadores nacionales. Estos se quejan del nivel del tipo de cambio, les preocupa que la política de altas tasas de interés mantenga al peso muy fuerte y que sus productos pierdan competitividad en los mercados. El secretario promete tratar de ampliar los créditos a los impuestos que sean aplicables". (Ver Rodrik, The new global economy and developing countries, ODC, Washington, 1998).

Este discurso sigue ocurriendo a diario en México, prácticamente con los mismos argumentos y las mismas palabras. El gobierno ha hecho las reformas necesarias y está dispuesto a hacer aún más y mantendrá la disciplina monetaria y fiscal. Apenas el martes pasado (24 de octubre) los empresarios expresaron su postura ante los efectos adversos de la apreciación del peso frente al dólar y seguramente el secretario de Hacienda les ha de haber aconsejado que si estiman que el dólar está barato que lo compren antes que encarezca. Cuando el responsable de las finanzas nacionales recomienda vender el peso, puede predecirse lo que ocurrirá con los precarios, pero tan pavoneados, equilibrios macroeconómicos. El asunto no es cómico e indica todo lo que se puede olvidar de lo que alguna vez aprendió de economía.

La verdad es que no estamos pensando bien ni suficientemente en cómo administrar esta economía, con sus características particulares y a partir de las cuales debe relacionarse con las corrientes comerciales y de inversión en los mercados mundiales. De modo mecánico la apertura y sobre todo el TLC han generado entradas de inversión extranjera y multiplicado las exportaciones, pero sin relación con la dinámica interna, lo que ha reducido la eficiencia general del sistema productivo. Y sobre eso se erige el éxito de la actual expansión productiva. Pero, Ƒquién dice que un dólar de inversión foránea sea mejor que uno de inversión interna? Y, Ƒquién dice que un dólar degenerado por la exportación sea mejor que uno generado internamente, produciendo aquí bien lo que se importa?

Hoy se aprecia cada vez más una cercanía entre las posiciones del equipo de transición económica del próximo gobierno y las de la actual administración. Y al respecto conviene decir cuando menos un par de cosas. La primera es que hay quienes dicen que se requiere continuidad en las políticas económicas. Pero eso es precisamente lo que ha habido en los últimos 18 años y los resultados no han sido favorables, tan es así, que el partido del gobierno perdió las pasadas elecciones. La segunda, es que la campaña del señor Fox convocó a los votantes bajo la oferta del cambio, y lo que parece es que habrá poco de ello. Hasta en cuanto a las personas hay indicios de permanencia de algunos miembros del equipo actual, lo que desvirtúa todavía más la expectativa de que habrá otro rumbo. Y no se trata de animadversiones personales, pero es difícil creer que en el país no hay otros que puedan imaginar nuevos caminos, pensar diferente, y realizar otros proyectos.

Una de las líneas básicas para reorientar la política económica es el fomento decisivo, consecuente y sostenido de la inversión productiva. En la medida en que eso ocurra podrá servir de guía para una eficiente actividad estatal y para un mayor espacio para los sectores social y privado. El debate no es por menos a más participación de Estado, sino una que sea eficaz y creíble. Piénsese solamente en todos los huecos que se han ido generando para castigar al gasto en inversión, ya sea en el terreno fiscal, el financiero, el bancario, el de la educación y capacitación, la infraestructura y en las instituciones, y se verá la magnitud de lo que hay que hacer. Sólo con una economía fuerte internamente hay perspectivas de sacar alguna ganancia real y expresable socialmente de los mercados mundiales. El nuevo gobierno no puede reproducir un esquema político y de política económica en el que los responsables vean con un solo ojo, oigan con un solo oído y huelan con una sola fosa nasal.