LUNES 30 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Carlos Fazio Ť
El dicotómico Sr. Fox
La llegada de Vicente Fox al gobierno entraña una oportunidad y un riesgo.
Podrá ser un factor de cambio positivo o de retroceso. El beneficio de la duda no tiene que ver con las promesas de campaña o la retórica propagandística, sino con los obstinados hechos. La historia abunda en ejemplos de demagogos que ilusionaron y confundieron a las masas con encendidos discursos agitadores para atraerlas hacia una senda falsa, y terminaron embaucándolas y haciendo de ellas un instrumento en manos de las clases gobernantes.
Cuando los nazis se dirigían al "pueblo" (volk), predicaban otra cosa. Adolfo Hitler usó la fraseología socialista como máscara social para alcanzar el poder. Su propaganda era "anticapitalista", pero fue financiado por los trusts y los monopolios. "La susceptibilidad de las masas es muy limitada, su campo de entendimiento muy reducido; en cambio, su capacidad de olvido es enorme", escribía Hitler. Como antes Mussolini, Hitler desplegó un activismo irracional y desarrolló retóricamente los mitos. En ambos, el uso de la palabra retórica, la exaltación verbal, alcanzó niveles exorbitantes. Mussolini vació de sentido y a la vez mitificó retóricamente la palabra "revolución", dando inicio a la "mentira fascista del lenguaje". Hitler, un germano marginal, desclasado, fue un agitador de "profesión" que tuvo su principal clientela en la clase media baja amenazada de proletarizarse como consecuencia de la crisis económica alemana y mundial.
Un "gran simplificador" que decía a su auditorio exactamente lo que quería oír. Los dos se visualizaron a sí mismos como "movimientos" y dieron primacía a la propaganda o acción-por-la-palabra. Ambos sustituyeron el programa por la técnica de la propaganda y recurrieron a símbolos y tradiciones. El discurso retórico precedió y dirigió la acción y su "acción simbólica". Dentro del ceremonial nazi-fascista, Hitler adoptó el título de führer, a partir de la traducción levemente modificada del italiano Duce (adaptada como "caudillo" en la España de Franco). Uno usó camisa parda, el otro, negra.
No se trata de establecer un falso paralelismo entre Hitler y Mussolini con Fox. Fox todavía no gobierna; no podemos anticiparnos a los hechos. Pero se pueden extraer enseñanzas de la historia. En teoría, el "jefe" Fox -el "líder", el "jefe grande" como le llamó Ernesto Ruffo en La Jornada (29-X-00)-, podrá dirigir un gobierno de derecha o de izquierda. Pero no ambas cosas a la vez, como proclamó en Santiago de Chile (en materia de impuestos, el 26 de octubre dijo que va a quitar más a los "ricos" para beneficiar a los "pobres"). Como reivindica Norberto Bobbio, la dicotomía derecha-izquierda expresa términos antitéticos, exclusivos (no se puede ser al mismo tiempo de derecha y de izquierda) y exhaustivos (porque una doctrina o movimiento únicamente puede ser de derecha o de izquierda). Pero además, "izquierda" y "derecha" no indican solamente ideologías; indican programas contrapuestos. Remiten a un contraste no sólo de ideas sino también de intereses y de valoraciones sobre la dirección que habría que dar a la sociedad.
Por su condición de clase: un hombre sin linaje que ascendió hasta la gerencia de una trasnacional (Coca-Cola) y se convirtió en un empresario medio rural, y sus antecedentes partidarios, aun tomando en cuenta la laxitud de la pertenencia de Fox al PAN -llegó al poder impulsado por un movimiento autónomo casi secreto, Los Amigos de Fox-, es más lógico prever que su acción de gobierno estará más identificada con los componentes tradicionales de la derecha y asociarlo, por tanto, con la represión, el conservadurismo, la intolerancia y el oscurantismo cultural. Pero más específicamente, y esto es lo fundamental, con la posición sistémica de la ideología de derecha, la dominación capitalista, como asimilación simbólica de la experiencia histórica concreta.
Sin duda, la práctica dominante que imprime el signo doctrinario del PAN -y la del sector oligárquico que está detrás de Fox, Alfonso Romo (Grupo Savia) y Lorenzo Zambrano (Cemex) incluidos- tiene que ver con la exclusión social y política derivadas de los requerimientos del proceso de reproducción capitalista. A priori, el uso simbólico de la camisa azul (panista), las botas rancheras y el estandarte de la guadalupana no indicarían sino mercadotecnia. Con Fox, el punto de quiebre entre las posiciones de izquierda y de derecha estará en la profundidad con que asuma el problema de la igualdad. No es suficiente con declararse demócrata, ofrecer un "šcambio, ya!", "šhoy!", y ofertar la ideología del "changarrismo" como solución mágica para los problemas de 68 millones de mexicanos pobres. Lo importante será qué políticas defina. De ello derivará que se convierta en estadista o farsante. Pero no hay que olvidar que perdida la "fe", en momentos de desencanto, las masas claman por un führer. O por un "jefe grande", diría Ruffo.