DOMINGO 29 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Dio muestra de que su capacidad como cantautor permanece
Contundente concierto de Pablo Milanés
Arturo Cruz Bárcenas Ť En el concierto de Pablo Milanés en el Auditorio Nacional, el autor de Yolanda se dio el espacio y el tiempo que necesitaba para mostrar su talento, sus letras llanas, claras, por momentos sutiles. Para ello, quizá influyó el orden de las canciones, o tal vez que no interpretó una serie continua y contundente de éxitos (optó por espaciarlos), o pudiera ser la larga presentación de los músicos de su orquesta, cada uno un virtuoso. Pero, por momentos, desapareció el compositor de Yo pisaré las calles.
Puede alguien argumentar que tal era el formato del recital, pero la gente pagó por ver y oír al autor de Yo no te pido --por cierto, éste fue uno de los temas más pedidos y que no recibió el beneplácito de ser escuchado--, quien, sin embargo, dio muestra de que su capacidad como cantautor permanece en su último disco, Días de gloria, con cuyos temas inició su presentación, ante un foro casi lleno.
Milanés alejó sus composiciones de corte político y regaló a sus fans unas sentidas interpretaciones, la mayoría de contenido amoroso; algunos temas fueron los relativos al paso del tiempo, nostálgicos. La batalla del tiempo, traducida en el mimetismo gestual y senti mental, subjetivo, el fenotipo alterado. El y ella se parecen cada vez más. El desbalance: siempre uno ama más y comienza a olvidarse de sí.
De qué callada manera, con la letra de Nicolás Guillén, animó varios sectores, luego de que Exodo fue dedicado a los cubanos en el exilio: el fenómeno de la fuga de cerebros, del talento artístico en todas sus manifestaciones.
Vino entonces la presentación por parte de Milanés de Carlos Varela, su músico invitado quien inició con un homenaje a Miguel Matamoros, a través de una variante de Lágrimas negras, "versión de los noventa": Cuba antigua. La letra tiene una frase cimera, extraída del más profundo amor por la isla: "La Habana le abrió sus piernas/ por eso nací yo", que el joven dedicó a sus paisanos del Distrito Federal.
Luego de una pausa para ir a refrescar la garganta con néctares de Baco o, mínimo, un café, Pablo regresó y cantó su Yolanda, coreada. El cantor cerró los ojos emocionado ante la respuesta del público, mientras sus músicos, entre ellos Miguel Núñez, director musical; Germán Velazco, sax soprano y Luis Angel Sánchez, bajo, animababan ese momento de correspondencia.
Soy del Caribe fue la rola elegida para que cada músico demostrará su calidad. Con modestia de artista, la iluminación sobre Milanés se interrumpió. Quedó en la oscuridad y su silueta apenas se percibía.
Las notas de El breve espacio fueron rodeadas de aplausos y el efecto Macarena volvió a darse en el Auditorio Nacional. El amor de mi vida, telenovelero, gustó a muchos; a algunos no. Hay quienes prefieren al
Milanés político. Que se iba y no. Regresó dos veces, terminando con Para vivir, que gusta a pesar de ser un tema hiriente, de desbalance amoroso, pero con fuerte ingrediente de sinceridad.
La escenografía, ad-hoc: austera y discreta; el sonido, por ahí del 8.5 (diáfano casi todo el concierto, en un momento fue sumamente elevado). Hay que reconocer que la gente salió algo relajada, lo cual ya es bueno, pues si no se prendió grueso, como en la presentación de Milanés, hace unos meses, en el Salón 21 -tragos burbujeantes de por medio--, tampoco salió defraudado. Hay incondicionales que salieron hipersatisfechos. Otros, ni fu ni fa. Total, hubo Milanés para todos. Este cumplió con quienes le pedían Yo no te pido... "špues no pidas!". No la cantó. Ya será para la otra.