DOMINGO 29 DE OCTUBRE DE 2000

Ť VENTANAS

Ť Eduardo Galeano Ť

El afilador

Galeano Andaba por las calles el médico sanador de los instrumentos que habían perdido el corte o el recorte.

El pie del afilador hacía girar la rueda de esmeril y las hojas de cuchillos, navajas y tijeras arrancaban una lluvia de chispas. Los chiquilines del barrio, un enjambre de admiradores, éramos el público del espectáculo.

Como el organito anunciaba al barquillero, la flauta era el pregón del afilador.

Los vecinos decían que si uno estaba pensando en algo y escuchaba el son de esa flauta, cambiaba de opinión en el acto. Los vecinos lo decían, y yo me lo creía. Ahora me parece que ha de ser, más bien, cosa del viento, que sopla de aquí, sopla de allá, y de un empujón derriba las ideas. Ya aquella flauta se escucha poco, casi no quedan afiladores en las calles de las ciudades; pero son multitud los que mudan la opinión en un instante.