FOX, ANTE LA REALIDAD PRESUPUESTAL
En días recientes, el presidente electo Vicente Fox
y su equipo de trabajo han empezado a cobrar conciencia de las severas
limitaciones en las que habrán de ejercer el poder a partir del
primero de diciembre. El miércoles, Fox reconoció que, ante
la escasez de recursos, sólo 20 o 30 de los 120 proyectos gubernamentales
originalmente concebidos podrán ser aplicados el próximo
año. A mayor abundamiento, ayer el próximo titular del Ejecutivo
federal dijo que los recursos fiscales y petroleros son insuficientes para
que el gobierno cumpla sus obligaciones constitucionales, y pidió
comprensión y apoyo para su propuesta de reforma fiscal.
Ciertamente, el equipo foxista heredará de la administración
de Ernesto Zedillo una camisa de fuerza presupuestal, con el 80 por ciento
de los recursos públicos amarrados al servicio de la deuda externa
e interna y a los "rescates" bancario y carretero, entre otros. Paradójicamente,
los legisladores panistas aprobaron, en su momento, la conversión
de deuda privada en pública, legalizaron el enorme quebranto a las
arcas públicas que significó el Fobaproa y contribuyeron,
con ello, al enorme descalabro al que tendrá que enfrentarse Fox,
quien desde antes de tomar posesión del cargo ha empezado a gastar
su capital político inicial en la promoción de medidas tan
impopulares como la imposición del IVA a productos de consumo básico,
como alimentos y medicinas.
No es fácil, sin embargo, conciliar esta propuesta
con la promesa de que los beneficiarios de la reforma fiscal habrán
de ser "los más pobres, los excluidos y los marginados": al margen
de consecuencias en la popularidad, si hubiera congruencia en el espíritu
de eliminar las exenciones que benefician a las familias más ricas
del país, habría que empezar por los impuestos al ingreso
y no por los gravámenes al consumo. Un ejemplo significativo de
exenciones indebidas y cuantiosas es el de los grandes conglomerados televisivos
y radiofónicos, que gozan de un régimen de tasa cero en materia
de impuesto sobre la renta.
En suma, la próxima administración tendrá
que salir del terreno de la ambigüedad y definirse: o continúa
las políticas fiscales y presupuestales actuales, privatizadoras,
concentradoras de la riqueza y generadoras de miseria, o bien se compromete
a recaudar y ejercer los recursos públicos con un sentido social.
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