VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Leonardo García Tsao Ť

El poder de la arruga

Hollywood, tenemos un problema. Hasta hace unos años, la obra como realizador de Clint Eastwood se distinguía por su interés en cuestionar las formas tradicionales de heroísmo, a partir de su propia personalidad cinematográfica. Pero desde Poder absoluto la edad le ha pesado en más de un sentido. Al grito de "viejos los cerros", el cineasta/ actor se ha empeñado en demostrar que el inscribirse en la tercera edad no impide sacar el trabajo adelante.

Su último esfuerzo, Jinetes del espacio, es otra manifestación de ese interés. Ahora Eastwood interpreta a Frank D. Corvin, un veterano de las pruebas supersónicas realizadas en 1958 que, en referencia a lo sucedido en la vida real con Chuck Yeager, no participó en los primeros lanzamientos espaciales por órdenes de la NASA, y en concreto del burócrata Bob Gerson (James Cromwell).

Cuarenta años después el satélite ruso Ikon se ha averiado y, en un gesto de buena voluntad, el gobierno gringo ofrece ayudar a repararlo en el espacio. Dado que su funcionamiento es obsoleto e indescifrable para los nuevos técnicos se recurre a Corvin, quien diseñó un sistema de guía para el Skylab copiado por los rusos. El viejo pone sus condiciones: aceptará la misión sólo si lo acompañan los demás integrantes originales del proyecto Dédalo: Hawk Hawkins (Tommy Lee Jones), Jerry O'Neil (Donald Sutherland) y Tank Sullivan (James Garner), ya dedicados a otros menesteres.

'En su primera parte, la película podría llamarse Viejos gruñones en el espacio. Eastwood obtiene efectos cómicos de las previsibles situaciones de someter a unos ancianos a pruebas físicas y médicas; su carácter se resume con escasas pinceladas. Corvin significa otra encarnación del tenaz individualista que Eastwood ha interpretado a lo largo de su filmografía; Hawkins es su rival afectuoso con un ribete melodramático que lo condena de antemano; O'Neil el raboverde y Sullivan el más achacoso. Ciertamente, el cineasta ha encontrado a alternantes ideales en esos expertos para aprovechar los gags con natural simpatía. (Por cierto, el casting ha hecho trampa: Jones es un jovenazo de apenas 54 años).

De hecho, el desempeño de los actores ayuda a obviar las fallas de ritmo y obviedades de la primera mitad. Por supuesto, la administración de Gerson oculta una intención de dejar a los veteranos en tierra, pues no pretende llenar el transbordador de polilla; y por supuesto también, una vez expuestos a los medios, los astronautas se volverán símbolos nacionales del poder de la arruga, celebridades para la generación del gerolán.

Una vez en órbita, Jinetes del espacio se vuelve una aventura y una catarsis geriátrica con la que Eastwood confirma su desconfianza en los rusos (antes expuesta en Firefox, 1982) y, sobre todo, en los jóvenes. Si un par de bisoños astronautas (Loren Dean y Courtney B. Vance) participa en la misión, será sólo para estorbar y al final desempeñarse literalmente como bulto (el realizador ni siquiera se preocupa en mostrar su destino final). La ética individualista de Corvin/Eastwood se cumple bajo la vieja máxima del western, "un hombre hace lo que debe hacer". Tal es la identificación del cineasta con su personaje que la película misma está bien representada por el desarrollo de la misión: tras un vuelo accidentado, logra un aterrizaje forzoso pero grácil. Aunque totalmente improbable, la última secuencia es una sentida elegía a esos viejos con deseos de llegar la luna.

 

Jinestes del espacio (Space Cowboys, EU-Australia, 2000), de Clint Eastwood/ G: Ken Kaufman, Howard Klausner/ F. en C y ByN: Jack N. Green/ M: Lennie Niehaus/ Ed: Joel Cox/ I: Clint Eastwood, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, James Garner, James Cromwell/ P: Malpaso en asociación con Mad Chance Production, para Warner Bros. y Village Roadshow Films.

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