VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Difunden en seminario sobre el tema investigación realizada por el CIESTAAM


Con la actual política, la agricultura mexicana desaparecerá en el 2017

Angélica Enciso L. Ť La agricultura mexicana desaparecerá en el año 2017 si se mantiene la actual política en el campo que orienta bajos subsidios, escasos incentivos y limitada infraestructura. Desde los sesenta, el producto interno bruto (PIB) agropecuario tiende a la baja, ya que entonces representaba cerca de 15 por ciento del total nacional, y ahora es de 5 por ciento, aseguraron Rita Schwentesius, Juan de Dios Trujillo y Manuel Angel Gómez, del Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnológicas de la Agricultura y la Agroindustria Mundial (CIESTAAM).

En su evaluación Competitividad de la agricultura en México, presentada en el seminario Estrategias para el cambio en el campo mexicano, Schwentesius, encargada de la exposición, detalló que la caída de la participación de la agricultura en el PIB nacional presenta una "muerte anunciada".

Agregó que Estados Unidos está convencido de que la agricultura mexicana no es competitiva y que este sector desaparecerá. "Nos apoyarán con la industria maquiladora, donde trabajaremos", dijo, y para argumentar estas perspectivas dio cifras.

Mientras Estados Unidos ha crecido en sus niveles competitivos a partir de los sesenta, los de México han ido a la baja, y la caída más drástica se dio entre 1981 y 1986; a nivel mundial estamos en el lugar 43, mientras los estadunidenses se ubican en el primer sitio.

Las diferencias entre Estados Unidos, principal competidor para los agricultores mexicanos, y México, son abismales. En aquel país hay mil 484 tractores por cada mil trabajadores, mientras que aquí hay tan sólo 20. Aquí la productividad por trabajador es de 2 mil 164 dólares al año, mientras que allá es de 39 mil dólares en igual lapso. Aquí tenemos que 42 por ciento de la población percibe menos de dos dólares al día, agregó la especialista.

Precisó también que la dependencia mexicana hacia Estados Unidos creció en la última década, ya que en 1990 las importaciones de ese país eran 67 por ciento del total y ahora son 77 por ciento. Sin embargo, actualmente productos estadunidenses como el azúcar cubren 96 por ciento del total; la carne, 90 por ciento; frutas y hortalizas 78 por ciento, y arroz, 77 por ciento.

En su análisis indicó que la autosuficiencia mexicana en granos y cárnicos comensó a decrecer hace tres decadas. En 1970 la producción doméstica de básicos cubría el total de la demanda nacional, pero en 1975 pasó a cubrir 82 por ciento. A partir de entonces comenzó a decrecer hasta llegar en 1996 a satisfacer alrededor de 70 por ciento. En los cárnicos la autosuficiencia se dio hasta los ochenta, para comenzar a descender hace diez años hasta 83 por ciento en 1996.

Subsidios, factor decisivo en la competitividad del sector

Otro factor determinante en la competitividad del sector son los subsidios, explicó Schwentesius. Estados Unidos apoya a sus productores con 25 por ciento, mientras México lo hace con 15 por ciento. Los niveles de apoyo a los agricultores mexicanos empezaron a caer a partir de los ochenta, cuando Estados Unidos empezó a subir sus apoyos. En el último decenio el momento más difícil para los agricultores mexicanos fue en 1995, cuando no percibieron recursos, para después comenzar un ligero repunte, pero sin llegar a los niveles de los países competidores.

Además, no se han entregado los apoyos comprometidos por México a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). En ese momento el compromiso gubernamental fue otorgar apoyos directos de cien dólares por hectárea para cada uno de los 3 millones de campesinos, pero el monto ha bajado para ubicarse actualmente en 70 dólares per cápita en promedio.

Los especialistas consideraron necesario que Estados Unidos deje de dar altos subsidios a su agricultura y que suspenda la aplicación del TLCAN, lo cual puede hacerse según lo establece el artículo 62 de la Convención de Viena, que señala que "cuando una de las partes puede alegar un cambio fundamental en las circunstancias como causa para dar por terminado un tratado o para retirarse de él, podrá también alegar ese cambio como causa para suspender la aplicación del tratado".