VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Alejandro Nadal Ť
CGIAR: una criatura de su tiempo
El Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, siglas en inglés) se conoce poco, pero su influencia en la agricultura mundial es notable. Su sede está en el Banco Mundial y agrupa 16 centros internacionales de investigación agrícola, entre los que destaca el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y del Trigo (CIMMYT).
Los centros del CGIAR tienen los bancos de germoplasma más importantes del mundo, con más de 500 mil acciones individuales relacionadas con unos 3 mil cultivos de granos y agroforestería.
Esta semana, el CGIAR celebra su reunión anual en Washington y el orden del día estará dominado por una pregunta: Ƒdeben patentarse los resultados de la investigación agrícola realizada con recursos públicos?
La asignación de recursos públicos para la investigación agrícola en el mundo ha ido descendiendo sistemáticamente desde hace 15 años. Esta tendencia es absurda porque la agricultura es un sector clave para los pobres del mundo que cultivan en parcelas pequeñas y en condiciones precarias. Las investigaciones sobre agricultura sustentable para los productores pobres son necesarias, pero los recursos públicos para llevarlas a cabo han caído sin cesar.
En contraste, las grandes empresas que acaparan el mercado mundial de granos, junto con las de biotecnología, invierten cada vez más en investigación agrícola. Sus investigaciones se orientan más a la agricultura comercial, basada en economías de escala y uso intensivo de insumos, y al consumidor final de medianos y altos ingresos, buscando aumentar la vida media en anaqueles y la variedad de productos.
Los centros del CGIAR sienten que se están atrasando en el terreno del desarrollo tecnológico y quieren competir en plano de igualdad con las grandes empresas que dominan el mercado mundial de granos y de biotecnología. Estos centros cuentan con una base científica envidiable, pero su principal activo está en sus bancos de germoplasma.
Mediante un acuerdo con la FAO, el germoplasma depositado en los centros del CGIAR está a disposición de cualquier investigador o productor, bajo el entendido de que no habrá protección de propiedad intelectual sobre los materiales contenidos en esas colecciones.
Por eso el CIMMYT sorprendió este año al anunciar un radical cambio en su política sobre patentes: a partir de ahora se reserva el derecho de proteger los resultados de sus investigaciones a través de mecanismos de propiedad intelectual como son las patentes, los derechos de obtentores de nuevas variedades vegetales o sistemas equivalentes. En una circular (véase www.cimmyt.org) explica parcialmente las razones detrás de este cambio.
El CIMMYT afirma que el manejo de germoplasma seguirá siendo en beneficio de la comunidad internacional, pero puede optar ahora por proteger sus derechos de propiedad intelectual para poder negociar acuerdos de transferencia de tecnología con las grandes empresas multinacionales de biotecnología.
El argumento es que las empresas multinacionales están interesadas en estas patentes para llevar a cabo acuerdos de licencia cruzados, segmentar mercados o fijar barreras a la entrada. Pero aquí el CIMMYT se contradice. Los acuerdos de licencias cruzadas extenderían los derechos de propiedad intelectual de las empresas multinacionales a materiales vinculados directamente a los bancos de germoplasma.
Paradójicamente, sostiene que sus patentes garantizarán que el resultado de sus investigaciones permanezcan en el dominio público. Las patentes preventivas evitarían que esos resultados sean protegidos por empresas que persiguen fines de lucro; sin embargo, para eso hay instrumentos más efectivos que las patentes preventivas: la publicación previa coloca materiales en el dominio público y los hace no susceptibles de ser patentados. Ese mecanismo es eficiente porque arroja la carga de la prueba de novedad a los solicitantes de patentes.
El cambio de política del CIMMYT es contrario al acuerdo con la FAO. Además, atenta contra los derechos de los productores tradicionales que originalmente preservaron y entregaron muestras a los bancos de germoplasma. A pesar de ello, el CGIAR se prepara para apoyar más cambios como los del CIMMYT.
No es casualidad que el principal orador invitado a la reunión del CGIAR sea J. Craig Venter, presidente de Celera Genomics, la empresa que más rápidamente está presentando solicitudes de patentes sobre formas de vida en el mundo. La señal parece clara: esta semana el derrotero impuesto en el CIMMYT se convertiría en modelo irreversible para los demás centros de investigación.
En esta época de globalización extrema en la que todo se puede privatizar, y en la que el sistema de patentes juega un papel determinante, el CGIAR se revelará como una criatura digna de los tiempos que corren.