VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Marcos Roitmann Rosenman Ť
Política exterior de España para América Latina
España es un país de tradición colonial. Su identidad nacional, mitos y tradiciones están unidos a la empresa del descubrimiento y la expulsión de árabes y judíos de su espacio geográfico. Esta condición de país colonialista se hace notar en sus símbolos más cotidianos. Los billetes de mil pesetas tienen en su anverso y reverso dos rostros emblemáticos: Hernán Cortés y Francisco Pizarro, defensores a ultranza de los derechos de los pueblos indígenas durante la conquista y la colonia.
Esta decisión de identificar la conciencia colectiva con la empresa colonial se plasma en declarar el 12 de octubre de 1492 como el Día de la Unidad de España. Su trascendencia para la política exterior del reino es significativa. Los países latinoamericanos son considerados una extensión de los intereses de España. Según sean las coyunturas, la política exterior podrá contener una retórica y un discurso más o menos paternalista o demagógico. Si además, la ideología que guía la acción de gobierno es conservadora, como en la actualidad, la política exterior cobra tintes epopéyicos.
Si bajo el gobierno del PSOE la guerra fría y el anticomunismo cubrió casi todo su periodo, con el Partido Popular la euforia que vaticina el éxito de la economía de mercado es su baluarte. Y ello se expresa en el papel que, según Aznar, debe jugar España en América Latina. Sin abandonar sus ínfulas imperiales se subordina a los postulados de Estados Unidos para la región, sobre todo en el caso de Cuba, impulsando una acción de boicot y hostigamiento institucional que se refuerza con el financiamiento en Madrid de los grupos desestabilizadores vinculados a la disidencia de Miami.
A una política subordinada a los objetivos estratégico-militares de Estados Unidos para la región, Plan Colombia por ejemplo, el Partido Popular concentra su actividad hacia la región apoyando a los grupos financieros e industriales que subvencionan su campaña política y en el que se encuentran sus mejores amigos. No es extraño que sus dos ministros de Relaciones Exteriores provengan de grupos económicos financieros y bancarios: Abel Matutes y Josep Pique. Así, la política hacia América Latina tiene un doble objetivo: mostrar a Estados Unidos subordinación y acatamiento, y por otro, favorecer las inversiones de los grupos empresariales ligados a su proyecto político.
Es más, cuando se trata de aplicar una política exterior acorde con una visión apegada al respeto de los derechos humanos, el gobierno de Aznar ha entorpecido la acción de la justicia. En los casos abiertos contra crímenes de lesa humanidad, cometidos por tiranos y torturadores en Chile y Argentina, el fiscal que representa al reino se posesionó de las tesis de los abogados defensores de Pinochet. No han sido el gobierno de España ni sus máximos dirigentes políticos unos paladines en la lucha por la defensa de los derechos humanos. Pero no puede ser de otra manera. La acción de rapiña y las ansias de ganancia con que actúa en América Latina se hacen sentir en todos los países de la región que se lo permiten todo, hay que decirlo.
La alianza con sectores empresariales latinoamericanos se produce en condiciones draconianas para los trabajadores y empleados contratados.
Sirva como ejemplo la paradójica circunstancia que se vivió para los intereses de las empresas españolas en Chile en el "supuesto conflicto" de intereses con España durante la detención del dictador en Londres. Las inversiones españolas aumentaron en más de 40 por ciento, y durante el mismo periodo Telefónica Chile hizo una reducción de planta que afectó a más de 450 trabajadores. Además, el abogado defensor de gran parte de las empresas españolas en el país andino no es otro que González Gres, miembro fundador de Patria y Libertad, grupo fascista desestabilizador del gobierno de la Unidad Popular y colaborador de Pinochet.
A esta política exterior de apoyo a los inversionistas más cercanos a su partido, hay que unir la ayuda de carácter humanitario y cooperación internacional que encubre una acción espuria y nada desinteresada. Bajo estos rubros se apoya a organizaciones religiosas, laicas y seculares cercanas al Partido Popular que controlan una gran parte de las subvenciones estatales, facilitando la subsistencia de ONG destinadas a paliar problemas de desempleo en sectores profesionales en España. Así, más de 70 por ciento del conjunto de la ayuda y políticas de becas se queda en España para cubrir necesidades de infraestructura y personal. Por último, las acciones destinadas a generar una visión idílica de las relaciones España-América Latina son consideradas de gran importancia. Por esta razón se financian y apoyan todo tipo de investigaciones superfluas que avalen y permitan construir una cosmovisión que demuestre a la sociedad española su acción filantrópica y desinteresada para con los países de América Latina. Lamentablemente la realidad es otra. Por la ley de extranjería, más de 50 latinoamericanos diariamente son expulsados de la madre patria sin respetar los principios legales a que tienen derecho. No importa. Hernán Cortés y Francisco Pizarro son sus referentes culturales y éticos.