VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť Jorge Camil Ť

La nomenklatura

Nomenklatura, la palabra que se ha convertido en una obsesión para Carlos Salinas de Gortari, fue una sovietización del vocablo latino "nomenclatura", con "c", que significa, según el Diccionario de uso del español actual: "el conjunto de términos técnicos propios de una ciencia". Y ésa era la acepción aceptada en la Unión Soviética, hasta que el término fue acuñado en su significado actual por Michael Voslensky, historiador, sociólogo, traductor en Nuremberg y experto en asuntos políticos de la antigua Unión Soviética.

La obra maestra de Voslensky, La nomenklatura: les privilégiés en URSS, apareció publicada simultáneamente en francés y alemán en 1980, y a partir de ese momento se convirtió en una obra clásica, como Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsin, o La nueva clase, del yugoslavo Milovan Djilas. Voslensky explica que la primera utilización con significado político apareció en un viejo manual de organización del Partido Comunista soviético que la definía como "la lista de puestos más importantes, cuyos candidatos son examinados y sancionados por el partido en cada barrio y región".

Para Jean Elleinstein, autor del prólogo, la obra de Voslensky es la prueba fehaciente de que la Unión Soviética no fue jamás un verdadero Estado socialista. Fue una sociedad de clases, donde la más pequeña, la nomenklatura, explotaba a la mayor parte de la población utilizando la fuerza del Estado totalitario. La existencia de dos clases perfectamente definidas: dominantes y dominados, poseedores y desposeídos, es utilizada por Voslensky para demostrar que la única diferencia entre la Rusia soviética y el occidente capitalista era que en los Estados capitalistas "la burguesía posee, y por eso gobierna", y en la Unión Soviética "la nomenklatura gobernaba, y por esa razón poseía". En éste y otros sentidos la nomenklatura soviética tenía coincidencias innegables con la antigua clase gobernante mexicana. Sólo que aquélla vivía en la penumbra, avergonzada por el doble discurso que estaba obligada a mantener para esconder sus privilegios. Era nacionalista, pero tenía la obligación de diseminar la doctrina socialista; era racista, y estaba obligada a promover la tolerancia; era una clase privilegiada, pero pretendía abolir todos los privilegios. Y, finalmente, era expansionista, aunque tenía el deber de denunciar el imperialismo.

En el tema del doble discurso político los dinosaurios le corrigen la plana al más pintado. Usaron la palabra "revolución" hasta en la sopa, pero vestidos de casimir inglés fueron rebasados por todas las clases sociales en el camino hacia la modernidad; por 71 años hablaron de "democracia y justicia social", pero jamás permitieron la primera y únicamente utilizaron la segunda con fines electorales; pretendieron esgrimir la defensa de obreros y campesinos, pero sólo los usaron para el acarreo proselitista; se decían puerto de libertad para los perseguidos, pero aplastaron cualquier oposición inconveniente; firmaron millones de oficios con el lema "sufragio efectivo, no reelección", pero sobrevivieron en el poder al Partido Comunista ruso. Durante una reciente entrevista a Proceso, Salinas reconoció el doblez de lo que él llama la nomenklatura mexicana, al definirla como los grupos del nacionalismo arcaico que durante años se beneficiaron de la economía dirigida, de las elecciones controladas y del sistema clientelar de los programas sociales.

Los miembros de la nomenklatura soviética y los dinosaurios mexicanos no son, sin embargo, pájaros del mismo plumaje. Estos serían comparables con la gerontocracia soviética que dormitaba en el Politburó y aparecía plagada de medallas en los desfiles militares. Aquéllos, los nomenklaturistas, eran miembros de una elite que operaba en la penumbra, manipulaba a su antojo al Partido Comunista y tenía el monopolio del poder político y económico de la Unión Soviética: los "administradores profesionales" al estilo de Vladimir Putin. šCuidado!, cuando Salinas despotrica contra la nomenklatura mexicana podría estar escupiendo al cielo, porque la formación de un grupo compacto de administradores altamente calificados, sin ideología específica, y con una lealtad a toda prueba, fue parte del sueño transexenal del vilipendiado ex presidente.

Voslensky termina horrorizado de los excesos: guardias personales, sirvientes, partidas secretas, automóviles de lujo, viajes al exterior, corrupción y la venta descarada de puestos públicos. Afortunadamente, ambas especies se encuentran ahora en proceso de extinción.