VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Experiencias femeninas en movimientos armados
A un torturador le da igual si la víctima es hombre o mujer
Ť Ex rebeldes recuerdan a compañeras desaparecidas o muertas
Ť Machismo, enemigo inevitable dentro de las filas guerrilleras
José Gil Olmos /V y última Ť Las mujeres que participaron en la lucha armada de los últimos 35 años, al igual que los hombres, eran jóvenes de entre 18 y 24 años. Ellas aceptan que eran minoría frente a los hombres, pero "no éramos soldaderas atrás del macho", sostiene Macrina Alarcón, quien participó en los Comandos Armados del Pueblo desde los 18 años.
Entrevistadas por separado, Elisa Benavides, del EZLN; Edna Ovalle, de la Liga de los Comandos Armados; Ana María Vera Smith, del PROCUP-PDLP, y Gladys López y Macrina Alarcón, de los Comandos Armados del Pueblo, señalan que se desconoce la cantidad de mujeres que actuaron en la lucha armada, pero sostienen que lucharon para cambiar las condiciones de pobreza, marginación y represión del país, situaciones que con Vicente Fox no tienen visos de ser transformadas.
Pocas veces se reúnen y cuando lo hacen recuerdan a sus compañeras de lucha, algunas en el exilio en Cuba y Europa, otras desaparecidas o muertas. También rememoran los tiempos de la clandestinidad, cuando escondían su participación a la familia y a los amigos.
De la misma forma traen a la memoria a otras mujeres, a las que llamaban las bomberitas, no porque fueran "apagafuegos", sino porque preparaban las bombas molotov para defenderse de policías y soldados en aquella época de represión.
Todas estuvieron también encarceladas durante varios años y fueron toturadas por los soldados o policías que las aprehendieron. Algunas se conocieron dentro de los penales, donde les preguntaban si estaban embarazadas para determinar si eran torturables. Algunas de ellas tuvieron hijos e hijas durante ese periodo de "guerra sucia" que las hizo mujeres duras.
Igualdad en actividadesYo pienso que los primeros en reconocer la igualdad de las mujeres en el movimiento guerrillero fueron los torturadores, quienes a la hora de la tortura no hacían distinciones", precisa Macrina.
Gladys agrega: "En las corretizas y las torturas todas éramos iguales, no eran discriminatorias; además realizábamos actividades como todos en la preparación ideológica, la elaboración de explosivos, el manejo de las armas y el trabajo político".
El significado de la militanciaCuando se les pregunta qué significaba ser "guerrillera" en ese tiempo, Elisa Benavides precisa, de entrada, que antes que todo eran "militantes de organizaciones político-militares", pero que esa militancia no las convertía en militares necesariamente, en "guerrilleras", aunque acepta que alguna sí haya participado como tal en el medio rural o urbano.
"Como no todas fuimos dirigentes sociales, aunque quizá alguna sí, no todas éramos 'guerrilleras', aunque así nos llamara la prensa y la policía. De cualquier manera, la militancia significaba un riesgo permanente para la libertad y la vida, como vivir hoy día en la ciudad de México", señala Elisa.
Dice que, como en cualquier época, eso implicaba "una joda", pero también "un imperativo moral (...), una gran incertidumbre respecto de la suerte personal de cada uno, pero una gran confianza en el futuro. Una serie de tareas menudas y poco glamorosas, aburridas y desagradables. El clandestinaje, el rompimiento con el núcleo familiar, la renuncia a la mayoría de las aspiraciones de desarrollo individual y personal. La restricción de las relaciones sociales y afectivas a los compañeros de lucha".
Edna Ovalle apunta: "Ser guerrillera significó asumirse como ser social, con plenos derechos y como parte de una comunidad, colectividad o clase social. Antes que mujer me asumí como parte de los dominados, como parte de la resistencia de una clase social contra otra.
"Ser guerrillera fue romper del todo con la cultura conservadora dominante (...). Fue una elección que decidimos muchos jóvenes de la ciudad después de haber participado en movimientos estudiantiles".
Edna reconoce que las mujeres eran menor cantidad que los hombres en el proceso de lucha armada, pero aclara: "Las que lo hicimos no fue por un culto a la violencia o a las armas, sino que fue el desarrollo de los propios movimientos. Algo que caracterizó a miles de jóvenes de esa generación fue el deseo de cambiar las cosas y por eso estuvimos dispuestos a dar todo, como lo hicimos muchos compañeros y compañeras que murieron o desaparecieron en la guerra sucia".
Un problema sociocultural de siglosAna María Vera Smith es una de las primeras ex combatientes que reconocen que a pesar de la importancia de la participación de las mujeres en la lucha armada, no se pudo evitar la presencia del machismo entre sus compañeros.
"Por supuesto que sí, hay que acabar con los mitos. Cuando vives en un sistema y un país como el nuestro, necesitarías una varita mágica para erradicar esos problemas que se dan por todas partes. La marginación y el machismo, el encasillamiento y el maltrato contra las mujeres constituyen un problema sociocultural de siglos, que también tiene que ver con la formación económica, social y con la mujer misma", señala la ex integrante del PROCUP-PDLP.
A su vez, Elisa Benavides señala: "Me parece que en ocasiones sí y en ocasiones no. Creo que la mayoría de las organizaciones armadas de entonces hizo confluir a una gran cantidad de personalidades, con historias, extracción social, edades y cultura muy diversa. Entonces a veces había que enfrentar este tipo de problemas y a veces no. Pero era como el abuso sexual hoy día: todo mundo reconoce que existe en alguna parte, pero cuando se hace la acusación formal contra alguien en concreto, es casi imposible probarla".
Macrina Alarcón también señala que el machismo existía desde los contextos de procedencia de cada una de ellas. "Pero lo que sí quiero dejar claro era que debido a la misma participación de la mujer, había una conciencia de que no debería ser así.
"Muchas personas criticaban el hecho de que alguna de nosotras nos incorporábamos a la guerrilla siendo tan jóvenes, se decía que estábamos en la lucha armada por nuestros esposos, como las soldaderas. Todas esas apreciaciones eran erróneas y sexistas, ya que si te incorporas a un movimiento armado no importa a través de quién lo hagas, sino que lo hagas".
Gladys López va más hacia el centro de los movimientos armados: "Si partimos de la etapa de los 60-70, la marginación y el machismo eran parte de la educación y la cultura imperante y efectivamente existía en todos los niveles, incluso en el mismo seno familiar.
"En cuanto movilización de masas, la mujer era considerada como la Adelita, siempre en las faenas propias de la mujer. Por ejemplo, en las escuelas nos tocaba botear, hacer pintas, la comida, politizar a la gente, imprimir folletos. Pero para el enemigo no había diferencias y no distinguía las minifaldas y los tacones cuando corríamos".
En todas las organizaciones armadas de los últimos 35 años siempre hubo mujeres que participaron. Sin embargo, Elisa asevera que difícilmente se puede recuperar su experiencia en unas cuantas cuartillas de un reportaje.
"La verdad, está cabrón meter la experiencia que nunca hemos tenido tiempo de trabajar con seriedad, ni en media cuartilla, ni en doscientas. Y es que la historia de los años 70 ha dejado muchas heridas sin cerrar en la memoria colectiva de este país, muchos enigmas que no pueden resolverse sin lastimar más, pero sobre todo, muchas cuentas sin saldar, muchos desaparecidos, muchos criminales sueltos. šY no me venga usted que con los 'cambios democráticos' que hemos tenido favorece el esclarecimiento de todo esto!"