JUEVES 26 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Olga Harmony Ť

Schoenberg Kabarett

De Arnold Schoenberg no podría sino repetir aplicadamente lo que los conocedores dicen de quien revolucionó la música del siglo XX, por lo que me referiré únicamente a la parte escénica, muy rica y muy importante como que se trata de la mano que Peter Stein, uno de los creadores escénicos más importantes de la época, dice haber tendido al proyecto de la extraordinaria actriz y cantante Maddalena Crippa, su esposa, a quien atribuye el origen de Schoenberg Kabarett. Y es esa mano de Stein la que logra el prodigio de crear un espectáculo de primerísimo nivel a partir de mínimos recursos (aunque la presencia de Maddalena Crippa no tenga nada de mínimo) al tiempo de que acerca a un público, no siempre melómano y entendido, a la música atonal.

La primera parte del espectáculo consiste en Pierrot Lunaire en traducción al alemán de los poemas de Albert Giraud, dividido en tres estancias. En la primera, aparece con el ropaje del meláncolico personaje en que se había convertido el personaje francés de la Commedia dell'arte en su curioso resurgimiento a finales del siglo XIX, en que expresa su inútil amor a Colombina. Las palabras son todavía poco agresivas y los tonos alcanzados por la actriz y cantante muestran más que nada un cierto desconcierto. Para la segunda estancia, Pierrot es una especie de mariposa negra, la luna ya no es azul como al principio y él, aunque despojado de sus alas, pero vestido de negro, muestra a un personaje más ominoso. Para la tercera estancia (que Peter Stein califica como el regreso a sus orígenas en Bérgamo, en la entrevista telefónica que Pablo Espinosa le hizo para este diario) es ya el zanni o bufón del siglo XVII, según vestuario y máscara, en donde Pierrot sostendrá las ideas más descabelladas, como es fumar en la calva cabeza de Casandro rellenada de tabaco.

Es, quizá, en esta última parte en donde el talento de Stein nos una escénicamente las dos concepciones de Pierrot en la época, la del bufón bergamense y el decadente Pierrot que se sale volando en la luna, con el vanguardismo del siglo XX que ya enseña la oreja. El piano al centro, los músicos italianos del Überbrettl Ensemble, dirigidos por Alessandro Nidi, colocados a ambos lados del escenario, son casi los únicos elementos presentes, amén de la actriz, en esta escenificación que se basa en las capacidades de los integrantes, pero también en un juego de luces muy fuertes, muy contrastantes, que producen o no sombras en la parte posterior del escenario.

La segunda parte del espectáculo consiste en varias canciones que el entonces joven Schoenberg compuso para los cabarets literarios de la época en que se hacía burla de los personajes del mundo burgués. Maddalena Crippa aparece al principio como un dandy de frac, para irse convirtiendo en diferentes personajes satirizados, un viejo rabo verde, un calvo que envidia la pelambre del gato de su amante, una fregona y una decadente vedete, entre otros. Stein subraya esta burla, y al mismo tiempo marca el cambio de siglo, haciendo que los músicos participen de manera muy graciosa y, sobre todo, intercalando entre número y número cabaretero de la actriz, algunos movimientos de su versión para flauta, piano, cuarteto de cuerdas, clarinete y piano del Kaiser-Waltzer de Johann Strauss. Nos pone a imaginar el viejo mundo de tranquila burguesía, aun con graves conflictos a lo Effie Briest, en el que irrumpirán ''los decadentes" artistas alemanes a fin de transformarlo para siempre. Quizá el momento culminante en donde se muestra escénicamente esta transición, sea cuando la vedete cabaretera interrumpe a los músicos (que también participan actoralmente y son muy graciosos, contribuyendo al espíritu satírico del espectáculo) para pedirles que acallen el vals, porque ya es el momento de ella.

Yo no querría caer en especulaciones precipitadas, pero no puede menos que llamarme la atención que los dos momentos teatrales más relevantes del festival Cervantino se dieran con gran austeridad escenográfica y con apoyo en la capacidad actoral de quienes en ellos intervinieron. Tanto el Edipo rey, del Teatro Nacional de Grecia, como este Schoenberg Kabarett, salvando todas las distancias que se quieran, se dieron en esta línea. Sin descartar la importancia del teatro de gran formato, quizá ésta podría ser la tendencia predominante en un futuro próximo.