JUEVES 26 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť Soledad Loaeza Ť

El acicate de la hostilidad

La información a propósito de los planes educativos del nuevo gobierno se ha dado a conocer por goteo. Hay dos posibilidades: una es que el equipo en formación no haya logrado traducir ciertas ideas y propósitos generales en un plan concreto; las contradicciones en que han incurrido, las preguntas que hacen y el desconcierto que en algunos temas parece embargar a los encargados del área de educación en el grupo de transición, sugieren que la política educativa todavía no ha sido definida. La segunda posibilidad es que no hay mucha información a propósito de la política educativa, porque el presidente electo y su equipo prefieren mantenerla in petto para protegerla de conflictos precoces y de una carga política indeseable. Si éste es el caso, quizá lo más recomendable para quienes creemos en la educación pública y trabajamos en sus instituciones es que nos preparemos para algunas sorpresas. Al menos así lo aconseja la atmósfera hostil que revelan declaraciones y advertencias a propósito de la UNAM que han hecho algunos diputados y miembros potenciales del nuevo gobierno. En estas condiciones la mejor estrategia es poner a funcionar la creatividad, tomar la delantera y formular alternativas de reforma que respondan al programa que se adivina. La peor sería responder con huelgas, paros, marchas y manifestaciones para denunciar lacrimosos la perversidad del "neoliberalismo".

Por ejemplo, indicativo de que hay ideas precisas respecto a la educación primaria es el anuncio de que en el grupo de asesoría personal del presidente electo habrá un encargado de "desarrollo humano". Este título nos refiere tanto a la organización parapolítica estrechamente asociada con la Iglesia, que se formó en los años ochenta, como a la propuesta del pensamiento católico contemporáneo, avalada por el Vaticano: enfrentar con valores morales las consecuencias de la educación laica en una sociedad secularizada. Esta propuesta puede remover la querella escolar que ha tenido en nuestra historia una recurrencia cíclica. La participación más activa de las autoridades eclesiásticas en esta materia es previsible, tanto por sus exigencias y el ánimo reivindicativo que despiden las declaraciones obispales, como por el anuncio de que se formará un "gabinete religioso" que trabajará en forma sistematizada con el nuevo gobierno.

En lo que se refiere a la educación superior gratuita también ha habido señales que revelan la existencia de una propuesta acabada que desafortunadamante parece basada más en el prejuicio que en una reflexión ordenada y generosa del papel de la UNAM en la generación y transmisión de conocimiento y cultura. Más allá de posturas agresivas como la del diputado Pazos, quien declaró que podría suspenderse el presupuesto de universidades en huelga, parecería que entre los foxistas priva la confusión respecto a lo que es una universidad y lo que es un tecnológico. Habría que esclarecer las diferencias.

Sin embargo, también habría que revisar algunos de los prejuicios de la izquierda universitaria. La insistencia del presidente electo en que hay que vincular la educación superior a las necesidades de la economía permite prever choques con algunas de las nociones más calcificadas de quienes han considerado escandalosa esta idea. Uno de los peores momentos del CGH fue su ingenua --o ignorante--acusación en contra del Fondo Monetario Internacional y de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE) que --decían-- conspiraban contra el pueblo de México, porque pretendían que la educación respondiera a las exigencias de la industria y del mercado. Si no educamos a los jóvenes para trabajar, Ƒpara qué los educamos? Las instituciones privadas no tienen ningún empacho en anunciarse como centros de formación de técnicos y profesionistas ni en prometer a sus egresados buenas credenciales para cuando se integren al mercado de trabajo. Por esa simple razón están respondiendo con más sensibilidad las preocupaciones de las clases medias. En cambio, establecer una relación directa entre universidad y mercado de trabajo en las instituciones públicas es la mayor incorrección política que uno puede cometer.

También se ha anunciado que la universidad pública tendrá que someterse a un escrutinio en el que se medirá la productividad, se introducirán "nuevos mecanismos de evaluación" de carácter cuantitativo y se aplicarán regularmente los programas de "calidad total" que fueron diseñados para evaluar el desempeño de obreros, líneas de producción, fábricas y empresas, pero que ahora se aplicarán a estudiantes, maestros e investigadores. Así, las instituciones educativas, como el gobierno, tendrán que someterse a la lógica de la empresa. La primera inescapable implicación de este cambio es que quienes trabajamos en esas instituciones seremos tratados como empleados, como lo serán también los miembros del gabinete, que están siendo reclutados como empleados, de alto nivel, pero empleados al fin. A éstos jamás se les pide vocación de servicio y tampoco creatividad, sólo "habilidades", trabajo y disciplina. Está en las instituciones públicas crecerse al castigo que les quieren imponer.