MIERCOLES 25 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť José Steinsleger Ť

El glamour del apátrida

Dicen que durante su visita a Cuba, el papa Juan Pablo II paseaba por el malecón habanero cuando de súbito un ventarrón hizo que el solideo volase al mar. Rápido como un rayo, el anfitrión exclamó: "No se preocupe, su Santidad. Yo se lo alcanzo...". Al día siguiente, el Granma publicó a ocho columnas: "šMilagro, Fidel caminó sobre las aguas!". Pero en Miami los diarios titularon: "Buh, buh, Fidel ya ni siquiera sabe nadar".

Verdadera o no, la historia describe dos realidades: la imposibilidad del diálogo y la evidencia de una guerra que lleva 42 años. Y es que los debates acerca de la realidad política cubana discurren por dos andariveles: en el uno figuran los temas de la agenda política de Washington; en el otro se habla de la guerra de Estados Unidos contra Cuba. Los amigos de Washington aseguran que tal guerra no existe; los de Cuba sostienen lo contrario.

No hay medias tintas. Al unísono, ambas posiciones invocan "la realidad de los hechos". Mas si todas las opiniones aseguran dar cuenta de lo real... Ƒcuál es el nudo de la discusión? ƑEl hecho de que Cuba esté gobernada por una "dictadura" o el hecho de que siga siendo el gran enemigo político de Estados Unidos?

Aunque sería inexacto decir que no existe diálogo en la "familia cubana" de ambas orillas. Veamos el caso de Eloy García Menoyo. Ex comandante de la revolución, García Menoyo participó en la invasión de Cuba como miembro de la organización ultraderechista Alpha 66 (1961), y en 1965, cuando regresó clandestinamente, fue capturado y condenado a 20 años de prisión.

En 1986 fue dejado en libertad por gestiones del gobierno español y más tarde organizó en Miami el grupo Cambio Cubano. Hoy, el viejo conspirador es un hombre con posiciones de centroizquierda que en ocasiones ha sido invitado por el gobierno cubano, participando en debates políticos.

Sin embargo, a los interlocutores del imperio no les interesa lo que García Menoyo piensa sobre la revolución cubana. Más glamour tienen los llamados "disidentes" y payasos como Jorge Masetti, quien luego de haber invertido parte de su vida en la revolución descubren que el negocio consiste en presentarse como "ex agente del servicio de inteligencia cubano" antes que como un desencantado más de la revolución.

El guión es conocido: "Yo fui agente de Cuba", dice Masetti. Claro que si en la confesión hubiese pizca de ética o dignidad hubiese dicho, muy en su derecho: "yo fui militante de la revolución y ahora nada de esto me interesa".

Pero no. Masetti sabe que el mercado paga muy bien las historias que hablan del drama de haber sido y ya no ser y entonces delata a sus antiguos compañeros de lucha, haciendo gala de un oficio más antiguo que la filosofía y la prostitución.

Las delaciones de Masetti no son arbitrarias ni casuales ni viscerales ni circunstanciales. Se insertan en momentos específicos en la vida de los pueblos y delata o difama porque así se lo han ordenado y porque el infeliz, que aún es joven, ignora de qué puede vivir si no es escribiendo panfletos o dando conferencias a sueldo de la CIA o de la Fundación Cubano-Americana de Miami.

Masetti ingresa tardíamente a la moda del anticastrismo intelectual. Ya hemos visto a otros parricidas humillando la memoria de sus padres, muertos o asesinados por ideales más nobles, y que en vida no se atrevieron a criticar.

Si algún mérito cuenta Masetti en su haber es el de haber encontrado, finalmente, su verdadero oficio: el de mercenario o instrumento de la potencia extranjera que ataca a su país, donde la connotación de la palabra "agente" adquiere su más amplia significación y su más pleno sentido.