MIERCOLES 25 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Muchas preguntas quedaron sin respuesta


Seis años después, persiste la confusión en el caso Colosio

Ť Las autoridades omitieron investigar la supuesta suplantación

del asesino material y la alteración del lugar de los hechos

Roberto Garduño/ V y última Ť Sumergida en un mar de confusiones, la investigación del homicidio de Luis Donaldo Colosio se desvió durante años, entre otras razones porque desde las primeras horas de cometido el crimen se puso en duda la identidad del autor material y se creyó que había sido suplantado. A pesar de que Mario Aburto Martínez fue detenido en flagrancia en Lomas Taurinas, en ese mismo sitio y a la misma hora la Policía Judicial aprehendió a Antonio Sánchez Ortega, un agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) con rasgos similares a los de Aburto, a quien le resultó positiva la prueba de Harrison -lo que demostraba que había accionado una arma de fuego- y se advertían en su chamarra manchas de sangre de la víctima.

Esos indicios no fueron suficientes para fincarle responsabilidad. Las autoridades que siguieron el caso señalaron en todo momento que carecían de pruebas para inculparlo. Sánchez Ortega fue liberado al día siguiente del crimen, no obstante que el plazo constitucional determina una detención preventiva de 48 horas.

Este sería el primer eslabón de una larga cadena de errores y sucesos que se omitió investigar. De igual modo, no se preservó -y sí se alteró de forma evidente- el lugar del asesinato. Tanto, que la misma noche del 23 de marzo una persona ajena a las pesquisas "descubrió" entre la sangre de la víctima una ojiva percutida.

Transcurridas apenas dos horas del atentado, en la delegación estatal de la Procuraduría General de la República (PGR) se realizó un desordenado primer interrogatorio a Mario Aburto, durante el cual se le proyectó el video grabado por un agente de la Policía Judicial Federal (PJF) en el lugar de los hechos. Fueron 18 las personas que inquirieron al joven obrero, la mayoría hasta ahora desconocidas.

Ese mismo día, en un ir y venir de versiones sobre el crimen, el entonces procurador general de la República, Diego Valadés Ríos, llegó a Tijuana procedente de la ciudad de México. En su primera declaración pública aseguró que Mario Aburto fue el único disparador, no obstante que en la misma oficina estatal de la PGR estaba detenido Sánchez Ortega.

A todo ese desconcierto se sumó la pregunta sobre la existencia de instigadores o autores intelectuales del homicidio del candidato del PRI a la Presidencia.

De inmediato, sotto voce, surgieron nombres -como provocadores del crimen- como el de Manuel Camacho Solís y del propio presidente Carlos Salinas de Gortari; se mencionó al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y no se descartó que el narcotráfico estuviera inmiscuido.

Así, sobre la participación de las mafias de traficantes de droga se tejieron más de 28 hipótesis y se incluyeron los nombres de capos conocidos, como los hermanos Arellano Félix; Joaquín Guzmán Loera, El Chapo; Juan García Abrego y su hermano Humberto.

Transcurridos más de seis años de pesquisas, la PGR afirma que se agotaron todas las líneas de investigación, todos los indicios, y que se desecharon las tesis del complot político, lo mismo que la intervención del narcotráfico, para concluir que Mario Aburto fue el único autor intelectual y material del homicidio.

El narcotráfico, Ƒcortina de humo?

A la incredulidad popular sobre los autores del homicidio, de inmediato se agregó la profusión de versiones sobre presuntos vínculos entre Mario Aburto y el narcotráfico.

Para esto, la fiscalía especial investigó una denuncia sobre la existencia de dinero procedente del cártel de Medellín y de Joaquín Guzmán Loera, destinado a los fondos con que se financiaba la campaña electoral del candidato priísta.

Un narcotraficante colombiano, acogido al sistema de protección de testigos en Estados Unidos, reveló la primera tesis sobre una probable relación entre el homicidio del candidato presidencial y el cártel de Medellín de Pablo Escobar Gaviria. Según él, la organización criminal habría colaborado con "varios millones de dólares" al equipo de campaña de Colosio. Pero el seguimiento de esa denuncia no arrojó ningún resultado positivo, asegura la PGR.

Mientras, Mario Aburto continuaba inmutable y sus declaraciones e interrogatorios no producían nuevas pistas sobre algún cómplice que lo hubiera instigado a cometer el atentado. Surgió también una versión que lo ligaba nuevamente con narcotraficantes. El Ministerio Público Federal siguió una tesis que involucraba a Colosio con Joaquín El Chapo Guzmán, quien aparentemente para obtener favores habría financiado la ca aburto-mario mpaña del sonorense.

Pero esa versión fue desechada porque no se comprobó ningún vínculo entre Colosio Murrieta y El Chapo.

En 1995, la inquietud social sobre el caso se manifestó nuevamente al anunciarse la existencia de una línea de investigación que atribuía a Juan García Abrego la responsabilidad del homicidio de Colosio, supuestamente porque el candidato desairó a su hermano Humberto, quien se presentaba en reuniones sociales y políticas como un prominente empresario tamaulipeco.

El enojo de García Abrego, se dijo entonces, surgió porque durante una reunión entre el abanderado priísta a la Presidencia y empresarios del norte del país, realizada en Monterrey, Nuevo León, Colosio ordenó cancelar la invitación que se había girado al hermano del narcotraficante.

Según esa versión, la molestia de los García Abrego los llevó a cometer, a través de Mario Aburto, el homicidio de Lomas Taurinas. Y ello, además -apuntaban las mismas versiones- porque el candidato priísta cerró la posibilidad de lavar dinero del narcotráfico en distintas actividades productivas lícitas.

Por aquellas fechas se hicieron públicas versiones que vinculaban a Raúl Salinas de Gortari con Juan García Abrego, y se dijo que ambos planearon el homicidio.

Más tarde, como las anteriores, tales líneas de investigación fueron desechadas por el Ministerio Público Federal.

Pero esa vertiente no se detuvo ahí. Derivada de esas hipotéticas relaciones entre Luis Donaldo Colosio y el narcotráfico surgiría la vertiente de indagación a partir de la cual un cártel de la droga que se sentía en desventaja con otro u otros, porque éstos recibirían a futuro privilegios del priísta, hubiese decidido eliminarlo: "De ser así, se presupone que Colosio hubiese estado enterado del financiamiento o colaboración en sus actividades proselitistas de personas ligadas al narcotráfico", señala el Informe Colosio de la PGR.

En 1998, cuando Amado Carrillo Fuentes, líder del cártel de Juárez, ya había muerto, apareció otra versión: él ordenó asesinar al candidato como una maniobra para focalizar la atención de la policía sobre los hermanos Arellano Félix.

A Juan José Esparragoza, El Azul, narcotraficante ligado a Amado Carrillo, también se le atribuyó intervención directa en el crimen de Lomas Taurinas, porque en una fotografía del momento de la aprehensión de Mario Aburto se observa a Luis Octavio López Vega, El Profe, ligado al cártel de Juárez.

Después de diversos estudios sobre esa fotografía la fiscalía especial comprobó que el individuo señalado no era El Profe.

En seis declaraciones ministeriales se insinuó la existencia del ingrediente narcopolítico en el asesinato, fundamentalmente, se dijo, para eliminar cualquier posibilidad de afectación futura de los intereses de los grupos de narcotraficantes. Eduardo Valle, quien fue asesor del procurador Jorge Carpizo, declaró que por conducto de Luis Donaldo Colosio hizo llegar al presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, una libreta de pagos de un narcotraficante que incluía el nombre de Raúl Salinas de Gortari.

En el ambiente enrarecido en el que continuó la indagatoria sobre el homicidio también se relacionó el atentado con ex elementos de la PJF vinculados todos al narcotráfico, y se aseguró que Rodolfo García Gaxiola, El Chipilón, ex agente de esa corporación, habría participado en el crimen.

Las autoridades ministeriales contaron con el testimonio de Heriberto Riojas Monteverde -primo de Diana Laura Riojas viuda de Colosio, actualmente recluido por delitos contra la salud en un penal de Monterrey-, según el cual el ex comandante de la PJF, Guadalupe Gutiérrez López, y el agente Armando Gómez Gallardo estuvieron en Tijuana dos semanas antes del homicidio, y que "seguramente ambos tenían que ver con la muerte de Colosio".

El sexto pasajero

Para el traslado de Mario Aburto del aeropuerto de Tijuana a la ciudad de México se organizó un grupo de agentes de la Judicial Federal encabezado por el director de esa dependencia, Adrián Carrera Fuentes -hoy acusado de narcotráfico y quien sirve como testigo protegido de la PGR. Ese equipo policiaco estuvo acompañado en el traslado por un elemento del Estado Mayor Presidencial, el entonces teniente coronel Arturo Pancardo Escudero.

El viaje se hizo a bordo del avión Lear Jet 35 A, matrícula XC-PGR, en el que iban ocho personas: dos pilotos, tres agentes de la PJF, el militar citado, Mario Aburto y un sexto pasajero cuya identidad se desconocía entonces, lo que dio pie a numerosas especulaciones sobre las razones de su presencia en ese vuelo.

Surgieron tres hipótesis sobre su identidad: si era un elemento de la PGR que llegó a Tijuana con el procurador Diego Valadés; si era el comandante de la Policía Judicial Federal, José Luis Reynoso Salazar, o si se trataba de un médico que viajó con el personal de la PJF.

Humberto Torices Morales, quien interrogó a Mario Aburto en el viaje de Tijuana a la ciudad de México, declaró que en la aeronave se trasladaron Adrián Carrera Fuentes, Manuel López de Arriaga, José Luis Reynoso Salazar, Mario Aburto Martínez, Carlos Arturo Pancardo y él.

Pero según Manuel López de Arriaga, viajaron en el avión Mario Aburto, Adrián Carrera, "el teniente coronel Pancardo Escudero o el ex comandante Reynoso Salazar, uno de ellos, (así se refirió al sexto pasajero de quien no conocía la identidad) y enseguida Torices Morales". López de Arriaga, durante la ampliación de su testimonio el 17 de noviembre de 1994, aclaró que en el viaje a la ciudad de México no iba el comandante Reynoso Salazar, sino una persona a la que llamaban doctor, de quien no recordó su media filiación.

Y el propio Adrián Carrera Fuentes, que años después resultó ser protector de narcotraficantes, declaró el 13 de marzo de 1995 que en el traslado del homicida participaron, entre otros, "un médico del cual no recuerda el nombre, pero que igualmente llegó al aeropuerto; que la aeronave en la que se realizó el traslado fue abordada por las siguientes personas: el declarante; Mario Aburto; el ex subdirector operativo de la Policía Judicial Federal, Manuel López de Arriaga; el ex primer comandante Humberto Torices Morales; un elemento del Estado Mayor Presidencial; los dos pilotos, y una persona que se identificó como el doctor, quien tenía por objeto asistir a Mario Aburto en caso de que lo necesitara".

La búsqueda de la identidad del sexto pasajero llevó a la fiscalía especial a investigar los nombres de los médicos que habían intervenido en las primeras diligencias del caso: el 20 de diciembre de 1996, el doctor José Armando Paniagua Michel rindió su declaración ministerial, "confirmando que cuando sucedieron los hechos del 23 de marzo de 1994 laboraba como perito médico adscrito a la PGR en Ensenada, Baja California; expresó haber intervenido en el traslado de Aburto Martínez de Tijuana a la ciudad de México el 24 de marzo de ese año, por instrucciones de Arturo Ochoa Palacios, entonces delegado de la PGR en Baja California".

Las versiones de un crimen Ƒanunciado?

La decisión de Mario Aburto para asesinar a Colosio tuvo fuertes bases a partir del testimonio de su novia Alma Rosa Cruz Soto, quien describió al Ministerio Público la megalomanía atribuida al homicida:

"Mario me llevó a un parque (el 14 de febrero de 1994) ubicado dentro de la colonia, cerca de la parada del autobús. Estando en dicho parque, Mario me dijo que le cuidara su chamarra, y como yo toqué algo a la altura de la bolsa, pregunté qué traía; en ese momento Mario sacó de la bolsa de la chamarra un kleenex o servilleta en donde traía envuelta una bala. Me preguntó si estaba bonita, y yo le dije que sí; me volvió a decir que practicaba tiro... enseguida me dijo: 'Alma, ya sé cuándo va a llegar Colosio a la ciudad de Tijuana, va a llegar del 23 al 25 de marzo', pero no me dijo dónde iba a estar al llegar, y me dio la impresión de que se lo acababan de comunicar.

"-ƑEn algunas de las ocasiones en que usted platicó con Mario Aburto, le preguntó cuándo y en dónde mataría a Colosio?

"-Sí, se lo pregunté en una de las ocasiones en que acudimos a La Presa, pero Mario me dijo que no sabía y su respuesta fue inmediata y sin titubear.

"-ƑEn alguna ocasión Mario le preguntó sobre qué opinaba respecto de que iba a matar a Colosio?

"-Un día que estábamos en la fábrica me preguntó: Ƒme crees que lo voy a hacer? Le dije que no. El me respondió: šya verás cuando me veas en la televisión!

"-ƑSe enteró de cuánto recibiría Mario por atentar en contra del licenciado Colosio?

"-No me comentó la cantidad que recibiría a cambio, pero recuerdo que en la segunda ocasión en que acudimos a La Presa me comentó que iba a ganar más dinero por escribir su libro que por matar a Colosio."

La investigación sobre el homicidio incluyó el testimonio de más de mil 400 personas. Muchas de las versiones sobre el hecho resultaron contradictorias y, según la fiscalía especial encargada del caso, algunas de ellas muy imaginativas.

Al cerrarse la investigación del crimen político más confuso en la historia contemporánea de México, se mantienen vigentes las preguntas sin respuesta: ƑHubiera sido posible el homicidio sin la "perversión" de alguno de los integrantes de su cuerpo de seguridad? ƑQuiénes fueron los autores intelectuales? ƑSe manipuló la escena del crimen? ƑSe preparó deliberadamente el terreno a Mario Aburto después del atentado para confesarse como el único autor material e intelectual? ƑFue un crimen de Estado o un homicidio producto de un asesino común?