MIERCOLES 25 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Carlos Montemayor Ť
La seguridad hemisférica
La Cuarta Conferencia Ministerial de Defensa de las Américas, recientemente celebrada en Manaos, Brasil, fue relevante en varios aspectos, particularmente por aclarar las funciones que Estados Unidos desea que desempeñen los ejércitos de América Latina a partir del llamado Plan Colombia. En principio, podríamos creer que se trata de una estrategia de corto y mediano plazos para coordinar a varios ejércitos regionales en una misma lucha antinarcóticos. Pero conviene hacer a tal estrategia algunas observaciones.
El subsecretario estadunidense de Defensa, James Bodner, se propuso, fuera de agenda, lograr el apoyo de todos los ministros de Defensa de la región al Plan Colombia. Este plan es en verdad susceptible de múltiples lecturas militares, financieras, políticas, intervencionistas e incluso migratorias. La aplicación del Plan Colombia afectará no solamente la composición política de ese país y amplias zonas rurales y urbanas colombianas; también alterará la vida de diversas regiones de los países vecinos. Esta alteración tendrá tres principales orígenes: primero, el desequilibrio en el poder militar regional; segundo, la fuerte migración que provocará hacia los países vecinos; tercero, el desplazamiento forzoso hacia los países cercanos de algunos circuitos de cultivadores, procesadores y transportadores de narcóticos.
La resistencia de los representantes de Brasil y Venezuela, en primer término, y después de Panamá, Perú y Bolivia, son explicables en este contexto. Pero la reacción del subsecretario James Bodner fue, de todas, la más notable y lógica, y por ello, la más preocupante: afirmó que el Plan Colombia se aplicará "con y sin la solidaridad internacional". Es decir, reveló que no se trata de encontrar un acuerdo, sino de imponerlo, de someter a esa región de Latinoamérica a una coordinación decidida por Estados Unidos al margen de la opinión y aceptación de los ejércitos y los gobiernos latinoamericanos. Es claro que Bodner llama solidaridad internacional solamente a la docilidad y sometimiento de la región.
ƑPor qué esta peculiar reacción de Bodner para imponer "sin solidaridad internacional" el Plan Colombia? Recordemos algunos datos de lo que en Estados Unidos se ha dicho acerca de la relación entre el ejército y la lucha contra al narcotráfico.
En 1996, en Estados Unidos, cuando el Partido Republicano celebró su Convención en San Diego, el entonces candidato Robert Dole afirmó que de triunfar en las elecciones ordenaría a las fuerzas armadas estadunidenses que participaran en la lucha antinarcóticos. El general Barry McCaffrey se opuso de inmediato: tildó de grave error que se expusiera al ejército estadunidense al inmenso poder de corrupción del narcotráfico y se le desviara así de sus funciones primordiales de seguridad nacional. La misión de las fuerzas armadas era superior: conservar la integridad y la capacidad de defensa de Estados Unidos, sobre todo como vencedor de la guerra fría. No debía parecernos paradójico que se opusiera a que las fuerzas armadas estadunidenses participaran en la lucha antinarcóticos y en cambio aceptara --y exigiera-- que las de América Latina lo hicieran. ƑPor qué al zar antidrogas sí le parecía natural que nuestros ejércitos se expusieran al inmenso poder de corrupción del narcotráfico y el suyo no?
Las razones del general McCaffrey estaban ya asentadas en sus declaraciones del 24 de julio de 1995, en la Reunión Ministerial de Defensa de las Américas, cuando se desempeñaba como comandante en jefe del Comando Sur. Expuso en esa ocasión que el fin de la guerra fría había llevado a Estados Unidos a cambiar significativamente la orientación y naturaleza de sus fuerzas armadas y afirmó que, como un "apéndice del norte", también "nuestros colegas uniformados de toda América Latina están atravesando por un proceso militar de análisis, transformación y orientación"; después avanzó que los posibles papeles y misiones de los ejércitos latinoamericanos para el siglo XXI "serían operaciones de apoyo doméstico, protección del medio ambiente, administración colectiva de las fronteras, operaciones humanitarias, operaciones convencionales de los intereses de soberanía y operaciones regionales contra el narcotráfico".
Es decir, desde el punto de vista estadunidense de "seguridad hemisférica" durante el siglo XXI los ejércitos latinoamericanos tendrán que realizar tareas distintas a las del ejército de Estados Unidos. Esta encomienda de nuevas misiones para nuestras fuerzas armadas revela otro tipo de globalización. Sería absurdo pensar que a la globalización económica no sucediera la globalización de las fuerzas militares. Al sometimiento financiero, industrial, diplomático, sobreviene ahora en nuestros países el sometimiento a nuevas estrategias militares. A la apertura comercial de los mercados corresponde un nuevo ajuste de fronteras desde la perspectiva de la teoría de seguridad continental. Ahora se trata de convertir a los ejércitos latinoamericanos en una especie de fuerzas de complemento que puedan coordinarse con aquello que en el futuro será el único cuerpo propiamente militar del continente: el ejército estadunidense. El imperio no quiere ya invadir, quiere la docilidad de fuerzas complementarias o de apoyo.
El primer proyecto real en esta orientación es el Plan Colombia. Quiere incorporar a los ejércitos latinoamericanos en una lucha coordinada contra el narcotráfico; es decir, exponerlos a los riesgos de la corrupción y obligarlos a desarrollar tareas policiacas que no forman parte de sus misiones. Desea someterlos a una lucha desigual que, desde las fronteras de Estados Unidos, sólo se enfoca al control de la oferta externa de narcóticos y no a la demanda y la oferta internas; es decir, se le quiere utilizar, según proponía McCaffrey en 1995, como un instrumento regional de control externo en una lucha que más se dirige a consolidar el monopolio estadunidense de los narcóticos dentro y fuera de Estados Unidos que a combatirlo dentro y fuera de sus fronteras.
Es el inicio del proceso del comportamiento militar acorde con la nueva estrategia de seguridad nacional que Estados Unidos ajusta para el continente.