El discurso cedió ante las luces y el Cervantino llegó a su fin
Ť Prevalece la incertidumbre acerca del carácter internacional del festival
Ť Nadie dio la cara para despedir al FIC, ahora que se viven tiempos de transición
Renato Ravelo, enviado, Guanajuato, Gto., 23 de octubre Ť En lugar de discurso, las luces clausuraron la versión 28 del Festival Internacional Cervantino (FIC). El grupo de Los Van Van cerró, no sin cierta incertidumbre, esta fiesta del espíritu.
No vino el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y la Artes (CNCA), Rafael Tovar y de Teresa. Y en el equipo que realiza el festival se hizo, de manera inusitada, una comida que sonaba a despedida. Las 15 máquinas de escribir que ocupaban la sala de prensa, tan poco utilizadas a partir de que el gobierno del estado puso computadoras, no sonaban.
La última valija, como se denomina al transporte que a la medianoche traslada a los periodistas, se anunció.
Las calles cercanas a la Alhóndiga de Granaditas dicen lo contrario, pero la sospecha de que quizá sea a partir del próximo año un festival en contra de su carácter internacional no se desmiente. Suenan los acordes salseros de la orquesta cubana, con fuerza aunque nadie dé la cara para despedir o recibir al Festival Internacional Cervantino en tiempos de transición.
Persistente silencio
En el último día del encuentro se toman fotos con los personajes. De principio casi todos tienen la certidumbre de que hasta aquí llegaron. Pero es un espíritu gozoso, muy parecido a los acordes de la Alhóndiga, el que reina. Taimada inocencia de la continuidad, o celebrable coherencia con el deber cumplido.
La reflexión no es gratuita, la deriva el silencio del discurso que, en cierta manera, desocupa la certidumbre.
Se rumora que la Sinfónica de Viena, nada más, está apalabrada como una especie de garantía de la continuidad. Se desmiente el rumor como una forma de seguridad.
Y mientras tanto los Van Van de Formell suenan en el escenario, por estos días húmedo que se reserva el derecho de ser absolutamente público. Y los sonidos duelen ante la absurda posibilidad de que ésta sea la última fiesta del espíritu.
Sin embargo la música sigue, detonante, apaciguante,
como una forma de consuelo que termina por estallar en fuegos artificiales
que se salan, que se ceban, como un mal agüero que la vitalidad de
la calle desmiente. Aunque no haya discurso que comprometa
.