MARTES 24 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť José Blanco Ť

Crecer, mejorar, diversificar

No podremos ir muy lejos con nuestra reducida tasa de escolaridad en el nivel superior. La matrícula del sistema educativo nacional registra 28.5 millones de educandos desde el nivel preescolar hasta el posgrado. La educación básica (preescolar, primaria y secundaria) absorbe 81 por ciento, la media superior 10, la educación superior apenas 6; y sólo 3 por ciento la capacitación para el trabajo. Con esta estructura de matrícula somos un país con siete años de educación promedio nacional, un país de primaria, de baja calidad general además. Una comunidad con ese nivel promedio de escolaridad es una sociedad que ignora demasiadas cosas; con mucho, la mayor parte del conocimiento acumulado por la humanidad. No puede ser así una sociedad moderna, democrática y civilizada.

La señalada proporción nacional de educandos en la educación superior equivale a 1.8 millones de inscritos, lo que incluye la educación normal, la licenciatura universitaria y tecnológica, y el posgrado. A su vez, esos 1.8 millones representan aproximadamente 17 por ciento de los jóvenes en edad universitaria, y 1.8 por ciento de la población nacional. Muy pocas personas con educación superior para un país de casi 100 millones de habitantes.

En este espacio hemos vertido las cifras siguientes, pero conviene insistir en ellas. En 1980, Chile tenía una cobertura de educación superior (proporción de jóvenes en edad universitaria que efectivamente se hallan en alguna institución de educación superior) de 12.3 por ciento, frente a 14.3 por ciento de México. Hoy (1999) este país tiene, como se ha señalado, 17 por ciento de cobertura, mientras en 1995 Chile había alcanzado ya 30.3 por ciento.

Véase la cobertura de los países siguientes, en 1980: Canadá 57.1 por ciento; Estados Unidos, 55.5; Francia 25.3; España, 23.2; Argentina, 21.8; Perú, 17.3. Hacia 1994: Canadá, 102.9; Estados Unidos, 81.1; Francia, 49.6 (1993); España, 46.1; Argentina, 36.2; Perú 31.1.

Antes de la Segunda Guerra Mundial la educación superior era, con las diferencias de siempre, una fracción muy reducida de la población en todas partes del mundo. Después de esa guerra la población escolar universitaria tuvo su primera gran ola de expansión. La segunda tuvo lugar a partir de 1980. México frenó el crecimiento de su población universitaria precisamente en ese mismo año. ƑEstamos dormidos?

La segunda ola de expansión la originó el agotamiento, en los años sesenta, del perfil tecnológico engendrado por la Revolución Industrial (apoyado desde fines del XIX en la industria metal mecánica y en los hidrocarburos derivados del petróleo), y el surgimiento del nuevo perfil tecnológico basado en la informática y los nuevos materiales. Esta tecnología, cuyos métodos se introducen en todas las esferas de la vida social, ha permitido, entre otras cosas, la globalización, y exige sustancialmente un más alto nivel de conocimientos. A partir de 1980 todo el mundo desarrollado ha venido dando un impulso extraordinario a la educación general, lo que se expresa, entre otros fenómenos, en el crecimiento acelerado de la cobertura de educación superior. Muy a pesar de los niveles de desempleo profesional existentes en varios países europeos, la apuesta ahí es a la educación superior, porque es con una sociedad educada como pueden resolverse los problemas de la sociedad, incluido el desempleo.

Más allá de las exigencias de la economía que hoy construye el mundo, todas las sociedades no pueden sino aspirar, en el plazo que sea, a dotar a todos los hombres y mujeres del conocimiento acumulado existente; es la base fundamental para crear una sociedad de humanos. El esfuerzo tiene que ser continuo.

Ampliar la cobertura, mejorar decisivamente la calidad y diversificar la oferta educativa son algunos de los consensos básicos de nivel internacional para la educación superior que figuran entre las conclusiones de la Conferencia Mundial sobre Educación Superior, de 1998, patrocinada por UNESCO, que sintetizó una década de estudios e investigaciones realizadas en los cinco continentes.

En México, de acuerdo con la propuesta elaborada por la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Investigación Superior (ANUIES), tendremos que avanzar en esas líneas, a través de la formación de un sistema nacional real de educación superior, cuyas características particulares aún deben ser estudiadas, discutidas y consensuadas entre todas las instituciones mexicanas. Ha sido propuesto, asimismo, la formación de un instituto de evaluación, independiente de las instituciones de educación superior, al que sería necesario dotar de un "inegi" educativo, a efecto de ampliar, profundizar y homologar, para todas las instituciones educativas, la información necesaria para la planeación y la evaluación.