CONSUMACION DEL FRAUDE
La previsible resolución del Consejo Electoral de
Tabasco, que anoche atribuyó al candidato priísta a gobernar
esa entidad, Manuel Andrade, la victoria en los comicios realizados ocho
días antes, constituye la consumación de un fraude a la voluntad
popular como no se había visto en todo este sexenio.
Las mañas más incivilizadas del aparato
priísta --relleno de urnas, falsificación y adulteración
de actas, sustracción de sufragios favorables a la oposición,
coacción y compra del voto, escandalosa parcialidad del poder público,
cooptación y sometimiento de los medios informativos locales, entre
otras prácticas de distorsión de la decisión ciudadana--
se tradujeron, a la postre, en una ventaja pírrica de ocho mil votos
a favor del aspirante del madracismo sobre su más cercano oponente,
el perredista Raúl Ojeda Zubieta.
Desde su vergonzosa sumisión al aún gobernador
Madrazo, los integrantes del órgano electoral --con la honrosa excepción
del consejero Joaquín Díaz Esnaurrizar, quien dijo que entre
sus colegas se sentía "como en la mafia siciliana" y quien pidió
no avalar la elección? pretende hacer creer a la sociedad tabasqueña
y a la nacional que el principio de que en la democracia se gana o se pierde
por un solo voto es aplicable a Tabasco, donde las marrullerías
y los desaseos organizados desde la Quinta Grijalva a favor de Andrade
Díaz tuvieron una importancia mucho mayor, en los resultados electorales,
que los alegados ocho mil sufragios de diferencia con la votación
de Ojeda Zubieta.
En el guión elaborado por Madrazo Pintado, el siguiente
episodio del fraude tendría que ser la ratificación, por
parte del Tribunal Electoral del estado, de los impresentables resultados
finales oficializados anoche por el Instituto Electoral. De esa manera,
se pretende imponer a Tabasco y al país un retorno a los peores
tiempos del partido oficial, cuando el Ejecutivo, el organismo tricolor
y la autoridad comicial eran una sola y la misma cosa, y cuando la maquinaria
electoral fabricaba mayorías priístas independientemente
de las cifras que arrojaran las urnas.
Ante este ensayo de regresión caciquil incompatible
con el proceso de democratización que vive México, el presidente
Ernesto Zedillo y el presidente electo, Vicente Fox, tienen el deber insoslayable
de tomar posición del lado de la limpieza electoral y contra el
ejercicio del fraude. Propiciar, así fuera por omisión, una
consolidación del liderazgo corrupto y corruptor de Madrazo Pintado
en el sureste --y peor aun: en los órganos de dirección nacional
del PRI-- sería una forma de negar los enormes avances cívicos
logrados en la elección federal del 2 de julio. La administración
saliente bien puede evitarse esa mancha final en la historia del sexenio,
y la entrante debe eludir el desgaste político prematuro que le
significaría aceptar, de entrada, convivir con una delincuencia
electoral impune como la que se aferra al poder en Tabasco. |