Ť Culminó el encuentro Poetas del Mundo Latino
Lluvia de versos empapó el Zócalo la noche del sábado
Ť Cinco horas con Lorca, Pessoa, Vallejo y Girondo, entre otros
Arturo Jiménez Ť Cinco horas de poesía, difundida bajo diversas formas lúdicas y dicha en español, zapoteco, maya, ñahñú y otros idiomas, conformaron la parte final del encuentro Poetas del Mundo Latino, que concluyó la noche del sábado en un Zócalo humedecido por una suave lluvia vespertina y empapado por cientos, miles de versos.
La fiesta de la palabra reunió a decenas de escritores de México, América Latina y España, quienes participaron en dos sedes: la capital del país, donde Eduardo Lizalde y su voz de trueno cerraron ya pasadas las diez de la noche, y la ciudad de Oaxaca, donde el viernes Juan Gelman hizo lo propio.
En realidad se trató de la segunda "gran concentración" de poetas en el Zócalo capitalino, después del pasado y bien recibido festival Junio de Poesía, como dijo Alejandro Aura, director del Instituto de Cultura de la Ciudad de México.
Tras una llovizna de 20 minutos, los ocho escenarios instalados en la esquina suroeste de la gran plaza comenzaron a llenarse de un público plural de nuevos y viejos poetifílicos, así como de curiosos que por primera vez rozaron el mundo sin fin de los versos.
Un recorrido permitía escuchar en un escenario a los poetas indígenas, con el escritor zapoteca Macario Matus poseído por la palabra y desvelando los misterios de su cultura ancestral; o a niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, leyendo y grabando textos propios o ajenos para editar después un gran "cadáver exquisito" y sonoro, pero no con versos ni estrofas, sino con poemas completos.
A las afueras de esa carpa de poesía sonora, payasos y equilibristas llamaban: "¡Señoras y señores, niñas y niños, pasen a grabar un poema! ¡Pasen, estamos regalando poemas: Neruda, Vallejo!, ¿Quiere leer y escucharse?"
De repente, cuatro poemas blancos pasaron volando cerca, portando otros cuatro cantos en sus cuerpos. Eran textos impresos en las curvas de dos pares de musas en leotardos níveos, flotando graciosas en sugerentes "patines del diablo" plateados.
A un lado, el Café de los Poetas Difuntos ofrecía otro buen ejemplo de cómo podría promoverse y disfrutarse la poesía, con la presencia de Federico García Lorca, Pablo Neruda, Fernando Pessoa, César Vallejo, Ramón López Velarde y Oliverio Girondo.
Ellos leían, tomaban café y charlaban con el público, mientras un fotógrafo de principios de siglo XX retenía ese momento irrepetible. Todos estaban eufóricos: los muertos más vivos que nunca y los vivos, más aún.
En ese espacio cafetero la tertulia no tenía descanso. Se trataba de una recreación con escenografía y actores a cargo de Transdisciplinaria Escénica. "Yo me quité la corbata, ella se quitó el vestido", recitaba García Lorca a tres invitados a su mesa, en un extremo.
"Pueden escoger su poema a la carta", sugería el gitano mientras les mostraba una lista temática con obras sobre la soledad, el amor, el desamor, la vida, la muerte, a la mujer, a la vejez, a la infancia, o poemas ateos.
"Hay que leer a Neruda", decía Neruda luego de leer un poema de Neruda a sus contertulios, en una mesa de junto. Y luego les leyó "Los amorosos", de Jaime Sabines, pues los escritores resucitados también leían a otros autores. "¡Pablo, Pablo!", le gritaba Federico para comentar algo.
En otra mesa, López Velarde interpretaba "La soltera agoniza", mientras a un lado Girondo leía apasionado a la poeta Rocío Cerón. Oliverio descubrió a sus espaldas a Pessoa y le preguntaba a gritos, en portugués:
"¡Qué es saudade, qué es saudade!" Y Fernando le contestaba: "Saudade es poesía". Todos se hablaban a gritos, se besaban en las mejillas, se declamaban, hasta el irreconocible y extrovertido Vallejo.
Todos vestían de negro y, del mismo color, las uñas y una raya que les cruzaba la frente hasta media nariz. Un antifaz de mano con la foto del poeta respectivo completaba la fantasía.
En ciertos puntos de esa zona poética, distintas voces, tonos, estilos, contenidos, formas, ritmos, se mezclaban como en una feria de palabras, conformando todo ello un cadáver surrealista en sí, pero dicho al mismo tiempo. "Me gustas cuando callas porque estás como ausente", se colaba Neruda, por ejemplo.
La lectura en el foro principal comenzó con los poetas jóvenes. Una nueva generación, sobre todo de mujeres: Estrella del Valle, María Rivera, Rocío Cerón, Claudia Posadas, Lucía de Luna.
A las 8 de la noche tocó el turno a los "ya consagrados". Los cientos de sillas estaban ya ocupadas y decenas de asistentes tuvieron que escuchar de pie o sentados en el suelo a escritores como el venezolano Rafael Cadenas, al español Jesús Munarriz, al argentino Jorge Boccanera, al uruguayo Eduardo Espina.
Y entre los mexicanos, Francisco Cervantes, Elsa Cross, Oscar Oliva, Javier Sicilia, Antonio Deltoro y Briceida Cuevas Cob, maya de Campeche que con su lectura bilingüe tuvo buen recibimiento del público.
Cerró la noche Lizalde, con poemas de sus libros El tigre en la casa y Tabernarios y eróticos. Sin embargo, no leyó "Bravata del jactancioso", poema incluido en el programa del encuentro. El hubiera tronado desde esa esquina de la gran plaza: "No soy bello, pero guardo un instrumento/ hermoso".
Un brindis en el Museo de la Ciudad de México puso punto final.
Las más recientes publicaciones del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM serán presentadas del 23 al 27 de octubre, a las 18 horas, en la Casa de las Humanidades (Presidente Carranza 162, Coyoacán). Hoy se dan a conocer los libros: La crítica de arte en México (1896-1921), de Xavier Moyssén; Archivo de la Escuela Nacional de Bellas Artes 1857-1968. Archivo Histórico del Centro de Estudios sobre la Universidad, de Flora Elena Sánchez Arreola; Archivo Erasto Cortés Juárez, de Julieta Ortiz Gaitán; Noticias y opiniones sobre la música y artes plásticas en el periódico Excélsior durante 1917, de Margarito Sandoval Pérez, así como las memorias del vigesimosegundo Coloquio Internacional de Historia del Arte, con el tema In (disciplinas). Estética e historia del arte en el cruce de los discursos. Mañana será presentado La danza en México, cuarta parte. El "dancing" mexicano, de Alberto Dallal; el miércoles 25, La iglesia de Santa Prisca de Taxco, de Elisa Vargaslugo; el jueves 26, El primer sueño de sor Juana Inés de la Cruz. Bases tomistas, de Alejandro Soriano Valles, y el viernes 27 los volúmenes a conocer tendrán que ver con el patrimonio artístico nacional y la documentación del arte novohispano.
Ť 10 mil 48 participantes exhibieron partidas simultáneas en el Zócalo
México superó su récord Guinness en Ajedrez
Rosalía A. Villanueva Ť Por segundo año consecutivo, el Zócalo capitalino se convirtió en el tablero humano más grande del mundo, donde niños, jóvenes y adultos se congregaron para realizar la magna exhibición de partidas simultáneas y romper su propio récord Guinness que en esta ocasión alcanzó la cifra de 10 mil 48 participantes en el II Festival de Ajedrez.
Desde muy temprano, la gente comenzó a llenar la Plaza de la Constitución. Unos llegaron en autobuses de diversos estados del país y otros en metro o a pie con familias enteras. Los afortunados que se inscribieron a tiempo y portaban el gafete de acreditación recibían una camiseta y gorra blanca o negra de acuerdo con el lugar y la mesa que les correspondía.
Los 5 mil aspirantes que quedaron fuera tuvieron la oportunidad de observar o al menos echarse una partida con los tableros magnéticos y portátiles en las carpas instaladas alrededor del Zócalo, o bien esperar largas filas para jugar con escaques de madera y plástico, en el piso.
A las 10:00 horas, la jefa de Gobierno capitalino, Rosario Robles, inauguró el certamen con la partida inicial al mover un peón. La secundó el ruso-francés Boris Spassky, quien estaba sorprendido del monumental tablero humano viviente que tenía enfrente.
"šQué felicidad, nunca imaginé ver algo tan maravilloso...Es fascinante!", expresó el ex campeón mundial de ajedrez.
Cerca de él, Hiquíngari Carranza, director del festival, comentó que esto mostraba el gran interés de México por esta disciplina y con l cual se rebasaron las expectativas.
Por los altavoces se anunció que la cifra de competidores fue de 10 mil 48; el doble de participantes del año anterior: nuevo récord Guinness. Y vino el aplauso multitudinario.
Con caritas serias, de mucha concentración y tocando con sus manos la barbilla, como lo hacen los grandes maestros del deporte ciencia, los niños y niñas acapar aron el espectáculo.
Algunos pusieron a pensar a sus instructores, pero hubo otros que parecían que estaban copiando la tarea o le susurraban al compañero qué pieza debía mover.
Tampoco faltó el soplón que se dirigía al maestro y le señalaba quien hacía trampa para ser descalificado. Al fin juego, todos se divirtieron, porque ganaran o perdieran se llevaban de premio su ajedrez Staunton y un diploma de participación.