LUNES 23 DE OCTUBRE DE 2000
Ť José Cueli Ť
En espera de Efrén Acosta
Hay algo en el ambiente del toreo en México que parece desentumecerlo y purificarlo de su habitual envilecimiento: la triunfal temporada en España de El Zotoluco, a quien los aficionados esperamos con gusto, en la misma forma que a su picador Efrén Acosta -gran triunfador de Madrid y Valencia- y que por sí solo, desde ya, es imán de taquilla y esperanza de regreso al toreo de siempre y no al del pegapaseísmo a torines bobalicones.
Ese torear bonito a novillines es transitorio y quebradizo a pesar de crear una falsa clownería del retruécano, o el melodramatismo rutinario, que aleja de la fiesta a los que podían darle la eficacia anterior, basada en la emoción, la personalidad, el estilo de los toreros, en lances realizados a toros encastados, no en la repetición de faenitas prefabricadas por derechacitos fuera de cacho, que duermen a los aficionados por falta precisamente de esa emoción.
Me froto las manos de emoción de imaginar a un Zotoluco colocándole en los medios los toros a Efrén Acosta y a los viejos cabales resucitando emociones perdidas; la suerte de varas, fundamental en el toreo, en la que se aquilata la bravura de los toros.
En fin, para muchos aficionados lo más atractivo del elenco de la temporada grande, serán El Zotoluco y su picador Efrén Acosta, que debería anunciarse como antaño, destacadamente. Ausentes los grandes del momento: José Tomás y Pablo Hermoso de Mendoza.
Sólo queda el primer actor del toreo ballet Enrique Ponce, a quien la torería actual trata de imitar, sin poseer su plástica ni su maestría, tornándose vulgaridad intolerable.