Ť Héctor Saavedra González obtuvo el primer lugar; ganó un automóvil
Con un quórum inferior al previsto, se efectuó el torneo de dominó
Ť El Palacio de los Deportes, gigantesca cantina; los participantes departieron en 600 mesas
Jaime Whaley Ť La concentración de todos es tan manifiesta que podría cortarse con el filo de un cuchillo. La amplitud del local permite que el humo de los cigarrillos ?que no podían faltar pues además los anfitriones son de una empresa cigarrera? se disipe con fluidez. El suave y característico rasguido de las fichas contra la mesa es, de hecho, el disparo de salida para estos olímpicos contendientes, que por cierto pudieron tomar, entre mano y mano, cervezas bien frías.
El torneo de dominó de los Delicados, referido, este último, a los cigarros que no a los jugadores, en uno de los pabellones del Palacio de los Deportes, atrajo a una abigarrada concurrencia calculada en 2 mil 145 participantes, un poco menos de los 3 mil esperados y que pondrían al acto como el más concurrido de la historia, tanto del orbe como de aquí, del territorio nacional.
De dos rondas constó la competencia que principió el sábado por la tarde y que tocó fin, por supuesto que con el debido descanso para dormir y los sagrados alimentos, anoche con la victoria de Miguel Héctor Saavedra González, quien se llevó un auto del año por su primer lugar, al igual que Rubén Darío Olivares Pineda, quien ocupó el segundo puesto. El tercero sitio fue para Sergio Valle Vázquez y el cuarto para Erick Guzmán Bretón.
''Sí, estoy cansado; fue mucha concentración'', aceptó el triunfador, de 48 años, y jugador desde hace poco más de tres décadas, cuando se adentró en las fichas por iniciativa de su padre, quien era cantinero de La Guadalupana, en Coyoacán, en donde su progenitor aprendió el juego con el original dueño, ''un español de apellido Ferro''.
Válgase citar: Saavedra juega al dominó en el Club Continental, en el añorado edificio de la esquina de Balderas y Artículo 123, la casa de La Jornada por casi 14 años.
Como en la viña del señor...
Cerca de 600 mesas se ocuparon por los ávidos jugadores y no pocas jugadoras, pues hay que consignar que hubo una respetable representatividad de mujeres en este juego que, todavía, al decir de Náhuatl Vargas, estudiante de literatura dramática en la Facultad de Filosofía y Letras, se considera reducto machista, aunque como ella dijo, ''nadie quería jugar conmigo pero fui la única que ganó y pasó a la siguiente ronda''.
Sorpresas de otro tipo también se dieron y resultó que Jorge Nieto, uno de los 50 mejores jugadores de México, fue eliminado en la primera ronda pero tomó su fugaz estancia con mesura. ''Cuando un bueno juega con malos, lo más probable es que pierda'', sentenció este hombre de la tercera edad pero de aspecto juvenil que ha azorado a académicos ingleses con su memoria fotográfica. Le bastan dos segundos, a caso, para grabarse los puntos de las siete, 10 o 12 fichas, sin conocer los que hay en el resto.
La concurrencia fue heterogénea: lo mismo se encontraba don Mariano González Pacheco, venerable anciano de 85 años quien recordaba que en 1929 ganó un torneo en la Cruz Roja, que no era ninguna cantina sino la benemérita institución, entonces en las calles de Monterrey, en la colonia Roma; que Fernando López Martínez, en su silla de ruedas, quien vino desde su natal Irapuato ''a jugar el deporte que practico''; que Alejandro Cruz, invidente a quien los compañeros de mesa le cantan las fichas y él, en rápida lectura Braille, responde con la adecuada.
Nada de apuestas ni de señas por arriba o debajo de la mesa. Claudia Campos, la juez de bella mirada moruna, reconviene a aquel participante que ose cruzar los brazos. Estos deben estar siempre en el campo de batalla.
Los premios fueron autos último modelo para los primeros dos lugares, una súper pantalla y una televisión para el tercer y cuarto sitio. Ahora no quedan más que el cantinero torneo de la ciudad y otro que habrá, en un mes más, en el WTC .