LUNES 23 DE OCTUBRE DE 2000

Ť Muestra que la memoria puede ser tema estético


Ensemble Elyma revive una ópera hecha en el Virreinato

Ť Fue presentada en el FIC junto con villancicos de Sor Juana

Renato Ravelo, enviado, Guanajuato, Gto., 22 de octubre Ť Dos propuestas causaron sorpresa agradable --por su trabajo de investigación y montaje-- en este Festival Internacional Cervantino; ambas están centradas en el grupo Ensemble Elyma: una puesta en escena de los villancicos de Sor Juana Inés de la Cruz y una ópera realizada durante el Virreinato en Bolivia, que trata de las tribulaciones de San Ignacio de Loyola.

"Fuego, fuego, que el templo se abrasa,/ que se quema de Dios la casa./ šAy, fuego, fuego,/ que se quema de Dios el templo!", dice Sor Juana en uno de sus villancicos, en una demostración de sobrevivencia femenina en medio de una opresiva persistencia masculina, y en ese afán llegó hasta la ciudad de Chuquisaca para ser musicalizada por siete compositores bolivianos, mismos que rescató el investigador musical Gabriel Garrido.

Lo anterior en conjunto fue presentado en el Templo de la Valenciana, con dos sopranos, una mezzosoprano, dos contratenores, dos barítonos, dos violines, una viola, un violonchelo, una guitarra, una vihuela, un arpa, un clavecín, un órgano, un oboe, un fagot, dos flautas, una corneta.

Un equipo y un proyecto, elementos poco comunes, que en el caso de Ensemble Elyma da resultado. Los compositores bolivianos que musicalizaron las certezas poéticas, pero sencillas, como marca el vago rigor del villancico, son: Andrés Flores, Blas Tardío Guzmán, Manuel de Mesa, Antonio Durán de la Mota, Juan de Araujo y Roque Ceruti.

Aunque se trataba de obras por encargo para ser difundidas por las plazas del imperio español, los villancicos permiten a Sor Juana declarar: "De vuestras cadenas/ ya sin redención,/ es candado eterno/ cualquier eslabón./ ƑA dónde hallaréis/ tan noble pastor/ que por cada oveja/ la vida perdió?".

A esta sorpresa se agregó este domingo una puesta en escena de un manuscrito que, se dice, se encontró como se hacía con ciertas monjas y pecados: en medio de una pared. El mismo relata cómo Juan Ignacio de Loyola, en su militante labor de martirio e imposición evangélica, duda y triunfa sobre el diablo.

En el Templo de la Valenciana, la escena es como si algunas de las imágenes que lo decoran bajaran a cantar la llamada "ópera pérdida de las misiones jesuitas de la Amazonia con música de Domenico Zipoli (1688-1726), Martin Schmid y compositores indígenas moxos y chiquitos de las regiones de Beni y Santa Cruz, Bolivia, siglo XVIII".

San Ignacio de Loyola es una esplendorosa soprano (Adriana Fernández), que canta trémula, con una calva falsa: "Oh vida, cuánto duras/ Oh muerte, lo que tardas,/ Oh dulce amor que aguardas/ en romper ataduras".

La ópera fue encontrada a principios de los años noventa en el Archivo Musical de Chiquitos y en la misión de San Ignacio de Moxos, de la autoría de un jesuita español que narraba además de las tribulaciones de elyma la fe, el conflicto amoroso por la partida de Francisco Javier a su misión redentora.

El trabajo que hicieran tanto Zipoli como Schmidd, con la música, en escena es potenciado por el Ensemble Elyma, con una clara propuesta escénica exagerada, como para resaltar y aprovechar el carácter evangelizador de la obra: el demonio es de una gordura falsa (barítono Furio Zanasi), como lo son San Francisco Javier (la mezzosoprano Alicia Borges) y los ángeles Isabelle Alvarez y Fabian Schofin (soprano y contratenor).

Es de risa que mientras la música en ese estilo barroco, presente una elegante entrada, con cierta solemnidad se declare en escena: "Las banderas por delante/ de Jesús quiero llevar,/ y cuando su cruz levante,/ al soberbio he de humillar".

Es de celebrarse que exista una propuesta que mezcle investigación y creación, que es una forma de decir que la buena noticia es la vieja, que la memoria puede ser un asunto estético.