LUNES 23 DE OCTUBRE DE 2000
Ť "Ya, pinche Monsi, no te hagas buey, todos sabemos que sos vos"
El homenaje de Poniatowska a la obra de Monsiváis, jocoso y crítico
Ť Quisiéramos pulverizarlo y exaltarlo, cobijarlo y exponerlo, asumirlo o sacarlo de nuestra vida
César Güemes Ť En el mundo cultural mexicano sólo dos hechos son equiparables: el efecto Monsiváis y el efecto Poniatowska. Los dos convocan, invitan, despiertan interés y, como pudo apreciarse la tarde de este domingo en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, son escritores mexicanos para quienes el público se renueva, pasan de generación en generación de tal suerte que con tranquilidad llegan tanto a los adolescentes como a los adultos en su primera madurez, aparte de sus lectores de toda la vida.
Los dos tienen un manejo ya probado de los escenarios, por eso cuando aparece en el estrado Elena Poniatowska a fin de concluir con su ponencia la semana de homenaje a la obra de Carlos Monsiváis, arranca el aplauso entero del sitio que la recibe de pie y corresponde con dos reverencias al mismo tiempo en broma y en serio. Es la tarde de los dos mitos del periodismo cultural mexicano, dos mitos que lejos de convertirse en estatuas de marfil, aparecen y reaparecen, una, dos y tres así, en los más disímbolos sitios en donde un hecho de interés noticioso se genere. Por eso verlos juntos, así sea una ponente y el otro escucha, no es usual: los preserva la movilidad, en el caso de Poniatowska, la ubicuidad, en el de Monsiváis.
Finges la voz, hablas como abuelita
Y si un homenaje es para dejarse querer, también lo es para aguantar candela, candelita si usted quiere, sobre todo si quien lo brinda es Poniatowska, quien entre bromas y veras reveló ante el respetable: "'Nos vemos', 'yo te busco', 'te hablo en la semana', 'paso a tu casa', 'llámame mañana', 'el jueves te lo tengo' . Son haikús que con sus 17 sílabas empezaron a proliferar a partir de 1957. 'En el Quicos a las 12 te espero, sin falta mañana'. Acude a la cita, a mitad del día, tu fantasma. Marco tu número, finges la voz, hablas como abuelita..."
El cierre de la anécdota y forma de relacionarse entre los escritores es motivo de la primera de las numerosas carcajadas y sonrisas que arrancarán ambos. Concluye la novelista: "Ya, pinche Monsi, no te hagas buey, todos sabemos que sos vos".
La queja, lejos de ser reclamo, se convierte en reconocimiento: "Pasan los años agobiados por tu ausencia monsivaiana. Al cabo del tiempo y después de consultar a Buda, concluí que era más fácil que volviera a arder el pabellón de oro en Kioto o que Yukio Mishima se hiciera de nuevo el harakiri a que Monsiváis cumpliera sus promesas. A pesar de que se precipita al fondo del abismo en el instante mismo en que abres la boca para decir: ahora sí ya no es posible, se acabó, ni un día más, es intolerable, impuntual, displicente, maledicente, que se lo lleve el diablo entre maullidos... En esa hora negra, en el vacío de la noche rencorosa y desesperada, se produce el rescate: una llamada providencial de San Simón te recupera y el 'cómo estás', cálido, reabre la compuerta".
Se pregunta, en su amplia ponencia la prosista: "ƑQué instinto lo guía, qué ángel de la guarda lo hace marcar el número, cuál es su catecismo de indio remiso?" Y se responde la periodista: "Carlos Monsiváis, ustedes lo han sufrido en carne propia, es motivo de desvelos de varias que lo amamos y lo odiamos en una misma respiración. Quisiéramos pulverizarlo y exaltarlo, cobijarlo y exponerlo, asumirlo o sacarlo de nuestra vida antes de que él nos saque para siempre de la suya".
Pero no es tan fácil, porque como dirá Poniatowska después: "Hay hombres así, únicos. Carlos Monsiváis es único, para nuestra desgracia. Buscamos su aprobación y su juicio sobre nosotras resulta imprescindible". Y recuerda que Octavio Paz, presente siempre, lo definió así: "No es ni novelista, ni ensayista, sino más bien cronista, pero sus extraordinarios textos en prosa, más que la disolución de estos géneros son su conjunción. Un nuevo lenguaje aparece en Monsiváis, el lenguaje de un muchacho callejero de la ciudad de México, un muchacho inteligentísimo que ha leído todos los libros, todos los comics, que ha visto todas las películas. Monsiváis, un nuevo género literario".
Aprecio a la inteligencia
La ubicuidad, el indispensable ajonjolí de cuanto mole cultural se cocine en mexicanas tierras, parte, como señala la autora de Tinísima, del valor que más aprecia el homenajeado, la inteligencia, que "acompaña sus apariciones públicas en los escenarios más insospechados, en los estudios televisivos, en la explanada del Zócalo como orador de una manifestación, en el Coloquio de Invierno en 1992, y en los eventos culturales de la más diversa índole, que van desde el Teatro Blanquita a los hoyos fonqui, desde el Hemiciclo a Juárez hasta Bellas Artes, a los que Monsiváis confiere con su intervención la mayor trascendencia".
De manera imprescindible es necesario recordar, como lo hace la ponente, que el escritor, desde mediados de los años noventa, se acercó a manifestaciones, amigos, parejas y pacientes con VIH y fue el orador principal de varios actos. En uno de ellos, declaró: "Para esta generación el sida es la experiencia límite a partir de la cual se redime el proyecto humanista de la sociedad mexicana e internacional. Nunca en la experiencia urbana el tema de los derechos humanos se había ligado tan profundamente a una enfermedad. Nunca el fundamentalismo había exhibido tan obscenamente su designio genocida".
Pero, ciertamente, no sólo es su presencia en los terrenos creativos lo que atrae la atención de Poniatowska, sino que la conmueve e impresiona que "en un país a la deriva, como el nuestro, sus análisis de los movimientos sociales son también una guía a seguir porque señalan un rumbo a futuro; su lealtad a la cultura popular; su crítica al gobierno; la insistencia en la eficacia de la sociedad civil. Monsiváis nos ancla en la vida de los barrios más abandonados y más entrañables de nuestro país. Y al hacerlo, él mismo se vuelve entrañable. Mejor que nadie, sabe que la historia de un país no se hace en el Congreso sino en la plaza pública, en la calle, en las misceláneas, en las vecindades y cocinas".
Honrosa mitomanía
El cierre de la conferencia que abarca sus buenos tres cuartos de hora, es otro paseíto por el balcón de la amistad: "Debo confesarles que canta muy bien y se las sabe todas; en el aire las compone. Y le gana a Elvira Ríos, a Toña La Negra, a Marlene Dietrich, a Cuco Sánchez y a Chava Flores. Las comedias musicales de los años cuarenta se conservan intactas en su memoria. No hay un bolero o una ranchera que desconozca. Y recita completito el Brindis del bohemio. Yo lo he padecido".
Monsiváis sube al estrado para agradecer y abrazar a la escritora, y en su turno, antes de que se repartan a granel aguas de horchata y jamaica, habla de "esta muestra tan ejemplar de mitomanía que mucho me honra". Y desglosa una a una las promesas que piensa cumplir luego de la "lección de escarnio entrañable a la que he sido sometido". Mismas que son, a saber: "Me prometo ser un cibernauta avezado. Me prometo convertirme en empresario de mí mismo para honrar al próximo sexenio; me prometo releerme minutos antes del suicidio para ver si desisto de mi acción o la apresuro; me prometo admitir que no se ríen conmigo sino de mí; me prometo ya no ser un voyeur con la condición de que me dejen meter mano; me prometo, por último, conocer a la persona de la que tan generosamente han hablado aquí y de la que hasta ahora no tenía la menor noticia".
Es propio de los homenajeados hacerse que la virgen les habla, mientras sus lectores se multiplican feliz, rotunda y exponencialmente. A ver ahora quién dice lo contrario.