LUNES 23 DE OCTUBRE DE 2000

 

Ť Elba Esther Gordillo Ť

El alma de México

Hace poco más de tres años, Carlos Fuentes nos advertía: "...el gran problema de la cultura mexicana sigue siendo Ƒcómo conciliar tradición y progreso?, Ƒcómo ganar las ventajas de la modernidad global sin perder las virtudes de la otra modernidad, la actualidad indígena, campesina, aldeana? Corremos el riesgo de quedarnos con una modernidad a medias, corrupta y desdibujada, finalmente inservible; y una tradición olvidada, famélica inválida" (Por un progreso incluyente, México, IEESA, 1997, colección: "Diez para los Maestros").

Hoy, con las mismas inquietudes y compromisos, nos sorprende con Alma de México, una serie de 12 programas que serán transmitidos por televisión, y que ofrecerán un vasto paisaje del arte y la cultura creados y admirados durante tres milenios por nuestro pueblo.

Lo mismo como crítico que como promotor de iniciativas ciudadanas, Fuentes ha sido testigo, cronista y promotor del nuevo tiempo mexicano. Ha resistido el canto de las sirenas, pero nunca ha rehuido la interpelación de la historia. Por ello, acaso sea él quien, en el amanecer de este siglo, ejerce con mayor derecho el título de hombre de letras, si con ello nombramos a quien ha recorrido los caminos de la palabra y se compromete con su tiempo.

Por sus monumentales obras lo conocemos. Lo mismo fervientes lectores que ciudadanos ávidos de su inteligencia cotidiana, hemos hecho de su generosidad del lenguaje y de su reflexión acuciosa una tradición invaluable.

Explorador de la historia y sus intersticios, con Alma de México parece decidido a continuar su cruzada por recuperar nuestro pasado, por revitalizar nuestras tradiciones, por aprovechar a cabalidad nuestra herencia de tantos siglos.

Tarea que empezó hace años, pero que ha sido una de las preocupaciones centrales de su vida y su obra; la mirada de Fuentes sobre la historia es aquélla que describe Lucien Febvre: "No, el historiador no es un juez. Ni siquiera un juez de instrucción. La historia no es juzgar; es comprender y hacer comprender".

Acaso no ha sido sino eso, "comprender y hacer comprender la historia", nuestro pasado común, lo que Carlos Fuentes ha logrado con su generosa obra narrativa y ensayística.

Si con El espejo enterrado nos presentó una visión integral, pero no uniforme de nuestra historia, de sus procesos de largo aliento, tendencias y rupturas, complejidades y matices, Alma de México promete una lectura de la historia nacional a través de la creación, de las expresiones artísticas y culturales de un pueblo.

Se trata, pues, del "rostro de la creación en México", del pasado y de la tradición; del presente y de lo que somos gracias a lo que fuimos, de lo que estamos hechos merced a nuestra memoria.

Historia e identidad, cultura y porvenir parecen ser los hilos que emplea para tejer un enorme lienzo con la historia de tres milenios de esplendor y ocaso de culturas y corrientes estéticas, de artistas y artesanos, de expresión popular y vanguardias. Es decir, el cruce enriquecedor de tradición y modernidad.

Al igual que de sus proyectos pasados, de Alma de México esperamos lo que siempre nos ha dado: una obra deslumbrante, vital, generosa, que reclama la interlocución y el análisis de diversos públicos y desde distintas ópticas.

Dijo el escritor: "Uno de los desafíos del magisterio mexicano es colmar ese abismo entre la tradición y la modernización, dándole a ambas los valores que deben compartir, sin mengua de los valores que cada una --tradición, modernidad-- aportan. Sin la educación, sin el magisterio, jamás salvaremos los valores del pasado ni alcanzaremos los del porvenir".

Mentor de varias generaciones, con Alma de México Carlos Fuentes propone hacer tarea capital del conciliar ambos tiempos, ambos proyectos, para construir uno solo, incluyente y compartido.

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