La Jornada Semanal, 22 de octubre del 2000
Cuatro poemas
Robert
Desnos
Jorge
Fernández Granados revive la memoria de Robert Desnos, dadaísta,
surrealista, amigo de Peret y de Breton y, desde finales de los años
veinte y ya escindido del surrealismo, autor de una obra personalísima
en la que sobresalen la originalidad y el mágico movimiento de los
objetos y sus relaciones con el ser más íntimo del poeta.
Ponemos un ramo de lilas en la puerta del campo de concentración
de Terezin en donde la locura criminal nazi lo desapareció en la
terrible primavera de 1945.
Robert
Desnos nació en París en 1900. El dadaísmo fue su
primera escuela literaria. Hacia 1922, luego de pasar dos años en
Marruecos como parte del servicio militar, su amigo Benjamín Peret
lo introdujo en el círculo surrealista encabezado por André
Breton. Considerado un excelente médium en las sesiones de sueño
hipnótico que organizaban los surrealistas en los años veinte,
comenzó a publicar sus primeros libros por las mismas fechas y participó
activamente en dicho movimiento. Al finalizar esa década, Desnos
se escindió del surrealismo. Siguió escribiendo su obra poética
al tiempo que vivió de innumerables trabajos dentro del periodismo,
la radio, el cine y la publicidad. Participó en la Resistencia de
su país durante la segunda guerra mundial hasta que fue hecho prisionero
y deportado al campo de concentración de Terezin, en Checoslovaquia,
donde murió en 1945, prematuramente.
La mayor parte de su obra fue recogida en los libros póstumos
Domaine public (1953) y Destinée arbitraire (1975).
La presente es una breve selección de poemas escritos por Robert
Desnos entre 1926 y 1942, considerado el periodo más significativo
de su obra.
Jorge Fernández Granados
Infinitivo
Ahí morir oh bella pavesa ahí morir
ver las nubes fundirse como la nieve y el eco
principios del sol y del blanco pobres como Job
no morir aún y ver durar la sombra
nacer con el fuego y no morir
apretar y abrazar amor fugaz el cielo opaco
ganar las alturas abandonar el borde
y quien sepa descubrir lo que amo
omita transmitir mi nombre a través de los
años
reír en horas tormentosas dormir al pie de
un pino
gracias a las estrellas iguales a una cifra
y morir de lo que amo al borde de las llamas.
La idea
fija
Te traigo una pequeña alga que se revolvía
en la espuma del
mar y este
peine
Pero tus cabellos están mejor trenzados que
las nubes con el
viento con los rubores celestes y están
de tal manera
estremecidos de vida y de sollozos que al retorcerse
a
veces entre mis manos mueren junto a las olas y
los
arrecifes de la orilla con tanta abundancia que
hará falta
mucho tiempo para ya no esperar los perfumes y su
huida
con la noche durante la que este peine marca sin
moverse
las estrellas sepultadas en su rápido y sedoso
curso
atravesado por mis dedos que solicitan aún
a su raíz la
caricia húmeda de un mar más peligroso
que aquél donde
esta alga fue recogida entre la espuma dispersa
de una
tempestad
Una estrella que muere se parece a tus labios
Que azulean como el vino derramado sobre el mantel
Transcurre un instante con hondura de mina
La antracita se queja sordamente y cae en copos
sobre la
ciudad
Hace frío en el callejón sin salida
donde te conocí
Un número olvidado en una casa en ruinas
Creo que el número 4
Te reencontraré dentro de pocos días
cerca de esa maceta de
flores estrelladas
Las minas roncan sordamente
Los techos están cubiertos de antracita
Este peine en tus cabellos parece el fin del mundo
El humo el ave ancestral y al arrendajo
Allá se acabaron las rosas y las esmeraldas
Las piedras preciosas y las flores
La tierra se desmorona y se estrella con el ruido
de una
plancha sobre el
nácar
Pero tus cabellos tan bien trenzados tienen la forma
de una mano
La furtiva
La furtiva se sienta en el pasto crecido para descansar
de un
recorrido agotador a través
de un campo desierto.
Perseguida, acosada, espiada, denunciada, vendida,
Fuera de toda ley, de todo alcance.
A la misma hora en que se ponen las cartas sobre
la mesa
Y un hombre dice a otro:
"Hasta mañana".
Pero mañana estará muerto o se habrá
ido lejos.
En la hora en que tiemblan las cortinas blancas
en la noche profunda,
Cuando el lecho trastornado de las montañas
abierto ante su invitada desaparecida
Espera a algún gigante de más allá
del horizonte,
La furtiva se sienta, se duerme la furtiva.
No hagan ruido, dejen descansar a la furtiva
En una esquina de esta página.
Teman que se despierte,
Más enloquecida que un pájaro que
se golpea contra los muros.
Teman que muera en su casa,
Teman que pulverice todas las ventanas rotas,
Teman que se esconda en un ángulo oscuro,
Teman despertar a la furtiva dormida.
Despertares
Es extraño despertarse a veces en plena
noche
En pleno sueño alguien toca la puerta
Y en la extraordinaria ciudad de medianoche de
medio-sueño de medio-recuerdo
Las puertas de los zaguanes retumban con estrépito
de calle
en calle
Quién es ese visitante nocturno de rostro
desconocido
qué viene a buscar qué espía
Es un mendigo que pide pan y albergue
Es un ladrón es un pájaro
Es un reflejo de nosotros mismos en el hielo
Quién vuelve de un abismo de transparencia
E intenta volver a entrar en nosotros
Él se da cuenta que hemos cambiado
que la llave ya no puede abrir la cerradura
de la puerta misteriosa de los cuerpos
Aunque sólo hayan pasado segundos desde que
nos dejó
en el momento inquietante en que se apaga la luz
¿Qué sucede entonces?
¿Dónde deambula? ¿Sufre?
¿Es ése el origen de los fantasmas?
¿El origen de los sueños?
¿El nacimiento de los recuerdos?
No toques nunca a mi puerta visitante
No hay sitio en mi casa ni en mi corazón
Para las antiguas imágenes de mí mismo
Tal vez me reconozcas
Yo no sabría ya reconocerte
Versiones
de Jorge Fernández Granados