DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000
María Cristina RENARD*
Lugar único de trabajo para cientos de miles de
trabajadores guatemaltecos y corredor para los migrantes
centroamericanos en su paso hacia Estados Unidos, la región del
Soconusco en la frontera sur ha sido a menudo ignorada por los
estudiosos y analistas, quienes han centrado su atención en la
problemática de la frontera norte. Y sin embargo...
*Frontera porosa
Históricamente los trabajadores guatemaltecos han tenido un papel central en el desarrollo económico del Soconusco y de la Sierra Madre del Sur desde fines del siglo pasado, cuando se implantó el cultivo del café en la región. Los flujos migratorios se incrementaron a partir de fines de los sesenta como consecuencia del desarrollo capitalista agroexportador en Guatemala, que creó grandes sobrantes de fuerza de trabajo que no tenían otra opción que venir a laborar en territorio mexicano,1 y por la creciente necesidad de mano de obra en el Soconusco a partir de los setenta y los ochenta debido a la intensificación de los cultivos tradicionales como el café y la expansión de otros como el plátano y la caña de azúcar.
Actualmente, se estima que 200 mil trabajadores guatemaltecos vienen a laborar en las plantaciones mexicanas,2 de los cuales sólo la mitad son documentados.
Además de su disponibilidad, los jornaleros guatemaltecos ofrecen, pese a lo que podría pensarse a primera vista, un trabajo especializado: no cualquiera tiene la habilidad para cortar el café pizcando grano por grano lo maduro, sin estropear los retoños de las futuras flores y sin revolver con granos aún verdes. Esta habilidad, producto de un conocimiento de generaciones de cortadores de café, se suma a la pequeña talla de los indígenas, que les permite moverse con facilidad en las pendientes pronunciadas de los cafetales, a su resistencia para cargar los bultos de café sobre la espalda y a su gran rendimiento en el corte. Este último elemento es muy importante ya que el periodo óptimo de maduración del grano es breve y resulta imperioso cosechar todo en un tiempo corto, so pena de pérdida económica. Por otra parte, los guatemaltecos son, según los patrones, más obedientes que los jornaleros nacionales; además, por ser trabajadores temporales no tienen veleidades sindicales ni agrarias, y por ser extranjeros, son más vulnerables en caso de conflicto.3 Sin embargo, todas estas cualidades no son valoradas a su justo precio por los empleadores ni reflejadas en el trato ni en el salario que reciben estos trabajadores. El año pasado, los jornales giraban alrededor de 25 a 30 pesos por día para las labores de cultivo y en tiempo de cosecha se pagaban 40 pesos por caja de café. Las tarifas aumentan conforme se aleja la frontera: en Acacoyagua ofrecían 48 pesos la caja. Un buen cortador, ayudado por su familia, logra hacer una caja y media en un día, pero este día significa una jornada de entre nueve y 11 horas.
No sólo los finqueros contratan a los trabajadores guatemaltecos: los ejidatarios dependen también de ellos para la cosecha, porque la mano de obra familiar no alcanza para cortar todo el café antes de que se caiga o porque no encuentran a nacionales que todavía acepten realizar este trabajo pesado, cortar y cargar el café en estas pendientes y bajo la lluvia, por los salarios y en las condiciones laborales que se ofrecen. La contradicción crece: los jóvenes campesinos chiapanecos empiezan a sumarse a la corriente migratoria hacia el norte y Estados Unidos, mientras toda la agricultura de la región fronteriza depende de la mano de obra guatemalteca.
Los guatemaltecos, en efecto, no laboran sólo en el cultivo del café: el plátano, la caña de azúcar y el mango dependen de ellos. Es por lo tanto falso que los centroamericanos desplacen la mano de obra mexicana. No existe competencia por el trabajo agrícola; al contrario, los guatemaltecos resuelven el problema de mano de obra de México en esta región. La falta de mano de obra rebasa incluso el ámbito agrícola: en Ciudad Hidalgo, todos los servicios y el trabajo doméstico descansan sobre trabajadoras centroamericanas, hondureñas entre otras. Los residentes locales afirman que "la gente de aquí ya no quiere trabajar".
El flujo migratorio, por ser esta costumbre nacida de la vecindad histórica, hasta hace poco no había sido regulado por las autoridades mexicanas. Es a mediados de los ochenta, y tal vez movidas por la ola de refugiados políticos en el frontera sur, que las autoridades mexicanas inician acciones tendentes a su regularización.4 Desde 1997, se creó una nueva forma migratoria, la Forma Migratoria para Visitantes Agrícolas (FMVA), individual y válida para un año entero, restringida al estado de Chiapas. Se registran alrededor de 80 mil a 90 mil permisos para trabajadores agrícolas al año, quienes entran a territorio nacional principalmente por los puestos fronterizos de Talismán, Ciudad Hidalgo y Unión Juárez. Significa que una cantidad al menos igual entra sin documentos.
Aunque los migrantes podrían sacar la FMVA personalmente, liberándose así de la tutela y de la dependencia de los contratistas, la institución del enganche goza de buena salud y adaptó las nuevas disposiciones migratorias a la costumbre ancestral.
* * *
Un sábado de noviembre, en el parque de Unión Juárez, 20:30 horas. Tres autobuses se están llenando de los trabajadores que llevan toda la tarde esperando. Son autobuses medianos, algo más grandes que los microbuses. En la puerta, el contratista, los pases migratorios en la mano, llama a los indígenas por sus nombres, de uno en uno, y añade "con dos ųo con tresų acompañantes". Hay un movimiento a la entrada del camión, se empujan y un hombre seguido de mujeres y niños suben. El autobús está lleno ya. Los indígenas van colocando sus bolsas, unas mochilas diminutas como las escolares, en un portaequipaje estrecho, arriba de los asientos. Le tocan dos asientos a cada familia: tres adultos más los niños se apretujan en este espacio. Los niños en las rodillas, otras bolsas en los pies. Aun así, no alcanzan todos sentados: los últimos tendrán que viajar parados. El camión de 40 plazas se va llenando con 100 personas encimadas, paradas, apretadas. Dóciles y silenciosas, con caras de cansancio. Los últimos se empujan para caber en la parte frontal del camión. El contratista regaña al chofer: "cuando te hablé, te dije que de 12 años para abajo, son acompañantes, de 12 para arriba, es pase". Entrega las formas migratorias al chofer. Por fin, el autobús arranca. Llegarán a su destino, una finca sita arriba de Huixtla, viajando en estas condiciones, hasta avanzada la madrugada...
* * *
Los enganchadores guatemaltecos (unos 20, según el INM) trabajan amparados por una forma migratoria (FM3), es decir, tienen reconocimiento oficial, además de ser los representantes legales de los finqueros ante las autoridades migratorias. Algunos son habilitados por los mismos patrones desde hace muchos años. Trabajan sobre pedido, a menudo realizado por teléfono, y reclutan a los trabajadores en sus propias comunidades o en las cercanas y los citan en los puertos fronterizos ya mencionados. Allí, hacen una relación de los trabajadores y sus acompañantes, recogen sus cédulas de identidad y fotografías y tramitan las FMVA. Estas no se entregan a los migrantes sino al patrón, que las retiene para obligar a los jornaleros a quedarse en la finca durante al menos un mes. Los patrones mandan el transporte, camiones de redilas o autobuses, para trasladar a los trabajadores. Otros enganchadores, con un permiso guatemalteco, reclutan a los trabajadores en el parque de Tecún Umán, adonde acuden también ejidatarios y pequeños propietarios mexicanos en búsqueda de mano de obra. El 76% de todos los trámites migratorios son realizados por contratistas, 16% por los propietarios y el resto, por los mismos trabajadores.5 A finales de 1999, un contratista recibía 20 pesos por trabajador enganchado para el corte del café, más el pago de sus gastos de alimentación y hospedaje durante el viaje. En tiempo de cosecha, trae a 200 cortadores de café en una semana. La forma migratoria ampara al jornalero pero no a sus "acompañantes": su esposa, sus hijos, un hermano, no reconocidos como trabajadores aun cuando desempeñan labores que complementan el ingreso del hombre. La esposa ayuda en la cocina y el lavado de la ropa, los niños o los hermanos ayudan en el campo. Su papel se esconde detrás de la forma migratoria6 y no son contabilizados en las estadísticas.
Sin organización, contratados individualmente, los migrantes no tienen poder de negociación real frente a los enganchadores. Cuando mucho, se negocia la comida: que sea libre (no descontada del salario) y "con cambios": huevo, carne y arroz al menos una o dos veces por semana, además de las tortillas y del frijol cotidianos (se dan dos comidas al día). Los enganchadores prometen casi siempre "comida libre y con cambios" pero una vez en la finca, los patrones pretenden descontarla de los pagos o no cumplir con la carne, por lo que hay que volver a negociar. Estas pequeñas diferencias en el tipo de comida y otros "lujos" como el que las tortillas sean elaboradas con maíz sin hongos y el café sin granos fermentados, así como las condiciones de las galeras en que se alojan los trabajadores, serán lo que los decidirá a quedarse más allá del mes forzoso, y a regresar o no a la misma finca al año siguiente.
Tener documentos migratorios permite sin embargo defenderse un poco mejor de los maltratos y de los abusos de los patrones y acudir ante las autoridades laborales en caso de no pago o de violación flagrante a lo pactado. Hace dos o tres lustros, estos recursos eran impensables, o al menos, muy escasos. Desde hace algunos años, sin embargo, y gracias en parte a la defensa que las autoridades consulares guatemaltecas están haciendo de sus connacionales, las quejas y los litigios están aumentando. Ante los consulados guatemaltecos de Tapachula y Ciudad Hidalgo acuden los trabajadores para quejarse de los malos tratos de los finqueros que no cumplen con las promesas hechas a la hora de la contratación, les dan mala comida y galeras en mal estado para dormir o no les pagan el día convenido a fin de retenerlos en la finca. La intervención del consulado consiste en hablar con los dueños de las fincas, haciéndoles ver que, a futuro, la región podría tener dificultades para encontrar trabajadores.
A pesar de estas condiciones de trabajo, de los pobres salarios y a pesar de la devaluación del peso en relación con el quetzal, los guatemaltecos siguen llegando al Soconusco. En México tienen trabajo seguro. En su país, el maíz de tierra fría o los cultivos comerciales como el arroz, la naranja, la piña y el hule no les proporcionan suficientes empleos, y en el café, ganan aún menos. En Guatemala, el ejército de reserva de mano de obra empuja los salarios a la baja; en el Soconusco, los brazos escasean, pero los braceros aceptan condiciones de trabajo que los nacionales ya no quieren y salarios inferiores a los legales, porque, de todas maneras, son mejores que los de su país. La frontera sur aparece así como espejo invertido de la frontera norte.
*Frontera coladera
Mientras en el puesto fronterizo de Ciudad Hidalgo, el personal de Hacienda y la policía antidroga revisan los tráileres, los camiones, las camionetas y los autobuses, y las autoridades fitosanitarias los fumigan para evitar el contagio de posibles plagas y enfermedades, desde el puente sobre el río Suchiate se ven las balsas hechas de tablas sobre enormes llantas, que transportan mercancías y personas de un lado a otro. El puerto de llegada de tales embarcaciones está a tres cuadras del puente. Desde la devaluación del peso, a fines de 1994, los productos transitan más de acá para allá: aceite, pastas, huevos, cobijas, papel sanitario y cajas de jitomate ų"ahora es lo que funciona"ų se amontonan en las balsas antes de emprender la travesía empujadas por medio de perchas o jaladas por hombres que se echan de cuerpo entero al río.
Aquí, todo es más barato. Allá está todo carísimo. No paso por el puente por los impuestos: piden cinco quetzales por caja de aceite, y el huevo no lo dejan pasar, por sanidad. (Comerciante de Tecún Umán)
Alrededor de este tráfico florece todo un sector de la economía: tráileres llegan con la mercancía a la carretera adonde acuden cientos de triciclos que hacen función de taxis en Ciudad Hidalgo. Son los que llevan la carga al río, donde la trasladan a las balsas. Choferes de camiones, dueños y manejadores de triciclos, balseros y pequeños comerciantes fronterizos viven de este contrabando que tiene lugar a la vista (gorda) de todos y del que otros más sacan tajada.
Ya quisieron quitar las balsas pero no se puede, es su modo de vivir de los muchachos de aquí. Dicen que con el nuevo puente se va a quitar pero eso vienen diciendo desde hace tiempo, falta para eso. (Dueño de un triciclo)
Para darle solución "radical" a este problema, se está construyendo un nuevo puente, el Suchiate II, que llevaría a cerrar el primero y cercar toda esta área del río. Las obras están adelantadas del lado mexicano, pero no se observan avances del lado guatemalteco.
*Frontera embudo
La política restrictiva de Estados Unidos en materia migratoria no sólo afecta a México directamente, por la operación Guardián de sellado de la frontera norte que rechaza a sus nacionales, sino que repercute hasta la frontera sur y en todo el territorio por donde transitan los indocumentados de otros países encaminados al norte. Con su política migratoria, Estados Unidos rompe los equilibrios en el continente entero. Una ley de ese país permite a los cuerpos policiacos ir a ver en el historial de los inmigrantes delincuentes y en caso de encontrarles reincidencias, expulsarlos. Centroamericanos residentes de toda la vida en ese país son deportados a sus países de origen, los cuales a menudo ni conocen, dejando en Estados Unidos a sus familias. De 400 a 600 inmigrantes son deportados a Honduras y Nicaragua por semana.7 Su única meta es regresar al norte. Se suman al flujo de transmigrantes que quieren únicamente utilizar el territorio mexicano para cruzar hacia Estados Unidos. Este flujo se ha incrementado dramáticamente después del huracán Mitch que azotó Centroamérica en 1998. Llegar al Suchiate no resulta difícil. Dejar esta frontera atrás y adentrarse en territorio mexicano, aunque sea de paso, se ha vuelto peligroso. Para los transmigrantes, la frontera sur de México, que no tendría que ser más que una estación de paso, se ha transformado en la antesala de la frontera norte y en un purgatorio del cual no logran ya salir.
* * *
Me llevaron a Los Angeles cuando tenía dos años. Mi madre es naturalizada, mi padrastro es un mexicano naturalizado. Mis hermanos son nacidos allá. En octubre de 1998, me deportaron. Hice el kínder, el bachillerato, estuve dos años en la Naval Militar, dos años en la universidad. Hice teatro. Soy adicto a la coca, necesito rehabilitación. Agarré dos cargos, dos fellonies, en 1996 y 1998, por posesión y venta de cocaína; era falso porque sólo era consumidor. Hay una ley que dice que cualquier inmigrado con cargo de drogas puede ser deportado. Lo que más me duele es que en octubre de 1998, en El Salvador, no me pude ambientar y me sentía deprimido y triste y abusaba más de las drogas. Necesito regresar a mi país. Es ilegal decir que es mi país pero es así. Tengo la cultura de Estados Unidos, allí crecí, allí está mi familia. Nada me va a impedir, ni el tren, ni una lancha, ni la migra, lo que sea.
Mi madre me mandó dinero y desde Tecún Umán pasé el río a Tapachula. Me agarró la policía municipal en el tren, porque los polleros cobran mucho, y me llevaron a Migración, que me deportó a Talismán. Me enojé mucho y nadé en el río hasta Tapachula otra vez y me fui caminando con dos hondureños a Huixtla y antes de llegar, nos atacaron dos criminales armados, quitaron el dinero a los hondureños, a mí no, porque lo tenía bien escondido. Tomamos el tren. En "la arrocera", todos salieron corriendo porque hay un retén de migración. Los otros eran más chamacos que yo, entonces la migra me volvió a agarrar. Me llevaron de nuevo a Talismán. Me puse más furioso. Me fui a Ciudad Hidalgo y a buscar el tren otra vez. Iba otra vez hasta "la arrocera". Ya sabía como era, a bajar y correr rápido. Fui a dar una vuelta demasiado grande y el tren me dejó. Empecé a caminar por la vía del tren. A 18 nos dejó el tren y veía un grupo de 10 personas detrás y volteé a ver y ya no estaban. De repente, salió un ladrón con pistola y me metió para adentro. A los otros ya los tenían desnudos, boca abajo y en el lodo. Venían seis de la pandilla MaraSalvaTrucha salvadoreña y los empezaron a golpear con el plano del machete, que no querían a los salvadoreños, que tatuados, etc... Yo dije que me había tatuado en Los Angeles y que era evangélico y no me hicieron nada. Después, nos dijeron de irnos y seguí hasta encontrar a un señor que me dio 7 pesos, fui hasta Escuintla. En Acapetahua, el tren pasó rápido y no lo pude agarrar. Me puse triste y vine para acá, a la Casa del Migrante.
* * *
Según el Instituto Nacional de Migración, en el primer trimestre de 1999 se detuvo a 170 mil 509 indocumentados en el estado de Chiapas. Se arresta diariamente a 300 indocumentados, de los cuales 40% son guatemaltecos.8 En esta ruta hacia la utopía, son cada vez más numerosos los caídos: fueron 105 los guatemaltecos muertos en territorio chiapaneco de enero de 1998 a noviembre de 1999. Resulta frecuente encontrar cuerpos en las playas de Chiapas y de Oaxaca: 52 ahogados en Arriaga y Tapachula en julio de 1999, 22 en San Francisco del Mar un año después. Ocurre que algunos polleros, en general pescadores reciclados en esta actividad más lucrativa, transportan a sus pollos en lanchas y al atisbar un helicóptero de las autoridades mexicanas, los tiran al mar.
De todo se saca dinero en la frontera sur: trabajadores migrantes, transportistas, negociantes, traficantes, prostitutas, pero principalmente de los indocumentados. No solamente los polleros trafican con los indocumentados, también las mismas autoridades migratorias, judiciales o militares.
Detienen militares a dos judiciales en Chiapas. Transportaban a 25 indocumentados centroamericanos. La captura fue en el puesto de control El Paraíso, del municipio de Arriaga, Chiapas, al filo de las 10 de la noche. (La Jornada, 22 de enero de 2000)
Agentes del Instituto Nacional de Migración detuvieron al cabo Joel del Toro Rodríguez, cuando a bordo de un autobús de pasajeros de la línea Cristóbal Colón intentaba introducir al centro del país a cinco indocumentados, tres de ellos disfrazados de militares [...] Minutos más tarde, al puesto de revisión migratoria se presentaron unos 20 soldados fuertemente armados, encabezados por el teniente Félix Galeana Morales, adscrito al cuarto Regimiento de Caballería Motorizada de la 36 Zona Militar, quienes cortaron cartucho y exigieron a los agentes del INM que les entregaran al oficial y a los cinco centroamericanos. (La Jornada, 22 de marzo de 2000)
La situación ha empeorado desde que México aplica la política de Estados Unidos de permitir que cualquier cuerpo policiaco a nivel federal, estatal o municipal pueda requerir los documentos migratorios. Hasta un agente de tránsito puede parar a un indocumentado y entregarlo a los agentes de migración, con base en un convenio de colaboración que nadie ha visto pero que, según denuncias de los defensores de los derechos humanos, se ha convertido en una patente de corso, una licencia de acoso y cacería. De los transmigrantes que llegan a la Casa Albergue del Migrante de Tapachula, 82% han sido extorsionados por policías o por asaltantes o por ambos.
México es y seguirá siendo destino de trabajadores fronterizos y paso de transmigrantes hacia el norte. Ninguna medida logrará detener estas corrientes humanas en búsqueda de mejor vida. Reducir la discusión sobre la problemática fronteriza del país a su frontera norte esconde la realidad de lo que sucede en la frontera sur.*
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Notas
1 Ordóñez, César (1989), Eslabones de frontera. CIES.
2 Estimaciones de la Casa del Migrante de Tapachula, con base en información de la Casa del Migrante de Tecún Umán.
3 Ordóñez, op. cit. p.84-85.
4 Angeles Cruz, Hugo (1990), "Trabajadores guatemaltecos en el Soconusco, Chiapas" en Derechos Humanos y Ciudadanía núm. 28, La Jornada, enero.
5 Idem.
6 Idem.
7 Datos de las Casas del Migrante.
8 Datos del Centro de Información y Análisis de Chiapas, CIACh.
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* Versión resumida de un
artículo publicado en la revista Cuadernos Agrarios,
Nueva Epoca, núm 19-20