DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000
Fronteras norte y sur
La migración mexicana es uno de los mejores
negocios para Estados Unidos. Mano de obra barata y altamente
productiva, y también trabajadores calificados y
profesionistas, representan para la economía estadunidense
ganancias netas por más de 10 mil millones de dólares
anuales. Y en el desarrollo de estos hombres y mujeres el país
vecino no invirtió un solo dólar.
A muchos
kilómetros de distancia, protagonizan otro drama humano los
jornaleros guatemaltecos maltratados en las fincas del Soconusco y los
miles de transmigrantes que padecen en tierras mexicanas los mismos
abusos que nosotros denunciamos en el norte.
En el primer texto de
esta entrega doble se examina el fenómeno migratorio
México-Estados Unidos y se propone crear una comisión
nacional, que en un plazo de dos años establezca las bases para
un debate sin fronteras y para las nuevas política en la
materia. Claro, sin olvidar lo urgente: el necesario fin de la cruel
política estadunidense de control fronterizo, la
legislación que garantice los derechos políticos de la
comunidad inmigrante, y la atención a los que se quedan.
En
el segundo texto se insiste en la necesidad de volver la vista hacia
la frontera sur, nuestra frontera escondida, convertida ya en un
purgatorio para miles de centroamericanos
Primitivo RODRIGUEZ OCEGUERA*
La migración de mexicanos y mexicanas a Estados Unidos de América es un hecho que ya forma parte de la conciencia nacional. La duración histórica de la migración y su carácter masivo a través de una frontera de 3 mil kilómetros ha hecho de México un país de migrantes. A su vez, la presencia en el vecino del norte de 9 millones de hombres y mujeres de nacionalidad mexicana, y la frecuente interacción con sus comunidades de origen, confirma el lema que desde los años setenta ha servido de bandera a movimientos binacionales a favor de las y los migrantes: "Somos un pueblo sin fronteras."
Sin embargo, la migración mexicana a Estados Unidos representa el problema más difícil y complejo en la agenda bilateral. Las políticas contra el tráfico de drogas ocupan los titulares en los periódicos, pero el tema migratorio tiene implicaciones más profundas para los dos países. Se podría decir que el futuro de ambos depende en gran medida de cómo enfrenten por separado y conjuntamente el fenómeno de la migración.
*Entender el fenómeno migratorio para gobernarlo
Los estudios sobre la migración mexicana a Estados Unidos por parte de instituciones gubernamentales y académicas han aumentado de manera significativa en las últimas décadas. A ellos se unen los diagnósticos que como fruto de su práctica diaria han elaborado organizaciones formadas por migrantes o que trabajan con ellas y ellos. Tenemos, así, un mejor conocimiento sobre el fenómeno migratorio, sobre su complejidad y sobre su relación estructural con otros flujos como el financiero, el comercial y el turístico. Sin embargo, el conocimiento de la migración a Estados Unidos es aún limitado y disperso. Por tal motivo, no existe la información necesaria para evaluar en su conjunto y sobre la base de una visión estratégica del interés nacional las políticas sobre migración. Desconocemos, por ejemplo, qué tan serio y extenso es el problema de la pérdida de recursos humanos en los lugares de origen y su impacto demográfico, o bien, cuál ha sido el efecto del Tratado de Libre Comercio (TLC) y de los programas de ajuste impulsados por el Fondo Monetario Internacional sobre los flujos migratorios.
Las políticas migratorias mexicana y estadunidense no se han elaborado tomando en cuenta condiciones estructurales como la integración económica y la disparidad en empleo y salarios, sino en respuesta a necesidades coyunturales, como serían la fluctuante demanda del mercado laboral estadunidense o presiones sobre Washington para aumentar el control migratorio en la región fronteriza. En este sentido, buscar la regularización legal de las y los migrantes indocumentados y hacer efectivo el respeto a sus derechos es necesario e inaplazable. Pero aun lográndolo quedarían sin respuesta preguntas básicas como las siguientes: Ƒqué tipo de migración y cuánta es conveniente para el sano desarrollo de México?; en el contexto de la integración con Estados Unidos, Ƒel flujo masivo de recursos humanos debe seguir teniendo un sólo sentido, de México a la Unión Americana?; Ƒqué significa para la relación bilateral la creciente "mexicanización" de Estados Unidos, o la cada vez más extensa "americanización" de México ligada al fenómeno de la migración?
*Creación de nuevos paradigmas
1. Hacer de la política migratoria mexicana un flujo de capital humano de norte a sur y no sólo de sur a norte. Generalmente se acepta que la migración masiva a Estados Unidos es buena para México pues libera de presiones sociales y políticas, abate el desempleo, da sustento a cientos de miles de familias, alienta economías locales y fortalece las finanzas públicas. Sin embargo, junto con sus beneficios, la migración trae graves costos como serían la desintegración familiar y comunitaria, pérdida de mano de obra y de capital humano, dolarización de economías locales, aumento de la desigualdad entre las familias ligadas a la migración y las que no lo están, actitudes de desprecio hacia la población mexicana, y explotación y muerte de migrantes. Pero quizás el mayor costo de la migración sea, ante la complacencia por sus beneficios, no haber creado una v isión estratégica que promueva dignidad para la población mexicana en ambos lados de la frontera, relación de igualdad con Estados Unidos, y respeto a normas internacionales de protección a los derechos humanos y a la vida.
La migración mexicana es uno de los mejores negocios para Estados Unidos. La adquisición de mano de obra barata y altamente productiva, así como de trabajadores calificados y profesionistas, en cuyo desarrollo el país vecino no invirtió un sólo dólar y con los que no tiene mayores obligaciones legales, representa para la economía estadunidense ganancias netas por más de 10 mil millones de dólares anuales.
Por razones como las anteriores, es necesario dirigir la política migratoria de México con un nuevo paradigma: transformar la migración de capital humano de sur a norte en un flujo de dos sentidos. De esa manera se aumentarían, no se perderían, recursos humanos que el país necesita para un desarrollo fuerte y sostenido. México tiene entre los 9 millones de mexicanas y mexicanos que residen en Estados Unidos una importante reserva de capital humano que podría ser repatriado de forma temporal o definitiva. A éste podrían sumarse trabajadoras y trabajadores calificados, profesionistas, académicos/as, y empresarios/as méxico-estadunidenses que vendrían al país para apoyar programas de formación de capital humano, creación de infraestructura e inversión productiva.
De igual manera, México cubriría buena parte de sus necesidades de capital humano con políticas de atracción para inmigrantes temporales o permanentes de otros sectores de la población estadunidense y de Canadá. Si este país y particularmente Estados Unidos se benefician de la migración mexicana, que va desde trabajadores agrícolas hasta premios Nobel, México haría lo correspondiente, transformando al TLC no sólo en un mecanismo para compartir comercio, finanzas y servicios, sino también capital humano.
En términos de costo-beneficio, sería más barato, rápido y productivo atraer capital humano del exterior, que basarse únicamente en el que ahora tenemos para realizar importantes proyectos de desarrollo. Esto generaría un cambio dramático en el proceso de integración con Estados Unidos y Canadá. De existir un "bono democrático" con los socios del TLC, sería en este renglón. Podría crearse un fondo trinacional de apoyo al intercambio de capital humano a fin de llenar los huecos que México tiene en este campo, y para complementar la inversión en obras prioritarias de infraestructura, sobre todo en el sur del país. Sin una estrategia como esta, el proyecto Puebla-Panamá anunciado por el presidente electo, Vicente Fox, podría quedar sin futuro.
2. En el manejo de los flujos migratorios, la soberanía nacional debe servir para fortalecer y respetar, no para debilitar y violar, leyes y acuerdos internacionales. A pesar de que la migración al norte es un fenómeno de carácter estructural y bilateral, Estados Unidos ha manejado este asunto tradicionalmente como una realidad circunstancial y de su competencia exclusiva. En temas migratorios no reconoce más autoridad que la propia, arguyendo que es un renglón básico de la soberanía nacional. El gobierno mexicano no sólo ha aceptado la premisa de la soberanía estadunidense sobre asuntos migratorios, sino que en la práctica ha terminado avalando las políticas estadunidenses que reprueba, como las actuales de control fronterizo.
Ciertamente es en el campo migratorio donde los Estados nacionales ejercen todavía un amplio poder para decidir quién entra y quién sale del país. Mas existen procesos de cambio que México y Estados Unidos no parecen reconocer, como serían los relativos al traslado de facultades nacionales a instancias bilaterales y multilaterales, y el respeto a la integridad física y la vida de las personas, más allá de las fronteras nacionales. Señalamos algunos ejemplos.
* Relación entre flujos de bienes y de personas. Las negociaciones del TLC incluyeron un apartado migratorio para favorecer el tránsito expedito y prácticamente libre de personal directivo y altamente calificado de empresas. Con todo, lo que en este campo se vio como una necesidad indispensable para el buen funcionamiento del intercambio comercial no se extendió a otros sectores del flujo migratorio, como el de la mano de obra. A pesar de ello, el TLC sentó un modesto pero significativo precedente en acuerdos de carácter económico: la necesaria relación entre el flujo de bienes y el de personas. Pero más allá del TLC, el centenario proceso de integración entre México y Estados Unidos ha ligado de manera natural a sus diversos componentes, del financiero al laboral. Tal realidad ha sido más fuerte y definitiva que la legislación soberana sobre control migratorio.
* Todo Estado tiene la obligación de respetar la dignidad y la vida de las personas. El intenso fenómeno de la globalidad comercial y financiera que hoy vivimos ha hecho que funciones antes reservadas a los Estados nacionales pasen a ser materia para tratar a nivel bilateral o multilateral. El aspecto más significativo al respecto, fuera del comercio y las finanzas, es el de los derechos humanos. Los recientes casos de solicitud de extradición contra el dictador Augusto Pinochet y el genocida Ricardo Miguel Cavallo para ser juzgados en España muestran que el bien de la humanidad demanda respeto a derechos fundamentales que protegen la dignidad y la vida de las personas, por encima de soberanías nacionales. Ningún Estado puede actuar impunemente contra estos principios elementales de la convivencia humana.
En consecuencia, las políticas estadunidenses de control fronterizo deben cuestionarse desde la perspectiva del respeto universal a los derechos humanos y a la vida. No existe poder soberano que faculte a Estados Unidos para llevar a cabo políticas de control migratorio que son causa indirecta y directa de la muerte diaria de mujeres y hombres migrantes. Por ningún motivo México puede validar en los hechos esta política. Tampoco debe intercambiarla por la negación del derecho de libre tránsito para sus ciudadanos y los de otras naciones que se encuentran legalmente en el país. Estados Unidos debería terminar con tales medidas de control fronterizo entre otras razones porque no han servido para disminuir la migración indocumentada y han impulsado la proliferación de mafias delictivas que medran con la vulnerabilidad extrema de las y los migrantes.
En cumplimiento de deberes constitucionales y en defensa del derecho internacional, México está obligado a llevar a juicio a Estados Unidos ante las instancias correspondientes de la ONU y la OEA por sus letales políticas de control fronterizo. Juicios similares se efectúan en relación con conflictos comerciales o territoriales que no se arreglan bilateralmente. Otra opción complementaria sería advertir al gobierno estadunidense que es tal el daño que sus políticas de control fronterizo ocasionan a las y los migrantes que de no abandonarlas de inmediato, obligarían a México a suspender acuerdos en otras áreas prioritarias de la relación, como sería el combate al narcotráfico. Si a consecuencia de políticas migratorias mexicanas hubiesen muerto tres o cuatro estadunidenses, no más de mil como en nuestro caso, de inmediato la sociedad y el gobierno habrían obligado a México a suspenderlas. ƑVale menos la vida de ciudadanas y ciudadanos mexicanos?
3. México no puede ver en las comunidades mexicana y de origen mexicano que residen en Estados Unidos grupos de presión en su trato con éste, sino agentes claves e independientes para la transformación de ambos países. Con el gobierno de Carlos Salinas comenzó de manera clara la pretensión de convertir a la población méxico-estadunidense en aliada de la política exterior mexicana en la relación con Estados Unidos. No obstante la ambigüedad que mostraron algunas organizaciones méxico-estadunidenses al respecto durante la negociación del TLC, tal pretensión carece de sentido y futuro. La comunidad méxico-estadunidense es en términos de lealtad y pertenencia tan "americana" como la descendiente de Inglaterra. Esto no debilita, por el contrario fortalece, sus raíces mexicanas, mas no para servir de grupo de presión en favor de México, sino para reafirmar su identidad y cultura, y así continuar gozando de una relación especial con el pueblo mexicano de este lado y el que vive en Estados Unidos.
La historia del pueblo méxico-estadunidense o chicano nace y crece ligada a la del pueblo mexicano, sobre todo por la constante recepción de inmigrantes. Pero a la vez, el desarrollo del pueblo mexicano en este lado de la frontera se mantuvo entrelazado con esa otra historia. Así, la lucha contra la dictadura porfirista, el nacimiento y desenlace de la Revolución Mexicana, la defensa de la soberanía y la creación del México moderno fueron enriquecidos con las aportaciones y la solidaridad de la población chicana.
Tampoco es la población mexicana que reside en Estados Unidos un instrumento dócil en manos del gobierno mexicano. El país y las condiciones en que ahí vive no le quitan su lealtad a México y su pertenencia ciudadana, pero sí la obligan a tener una agenda propia que debería ser reconocida por el gobierno y por el pueblo mexicano en este lado de la frontera. Veamos algunos ejemplos.
* Los mejores defensores de las mexicanas y mexicanos en Estados Unidos han sido históricamente ellas y ellos mismos. De los Tratados de Guadalupe Hidalgo en l848 a la fecha, la población mexicana originaria de los territorios anexados, conquistados y comprados por Estados Unidos y la que posteriormente ha emigrado se han organizado de diversas maneras para defender su dignidad, preservar su cultura, mejorar sus condiciones de vida y conservar los vínculos con su país de origen.
* Después de más de 150 años, la presencia de la población mexicana y de origen mexicano ha cambiado de manera dramática la manera de ser de un gran número de poblaciones, ciudades y regiones estadunidenses. Es ya manifiesta la "mexicanización" de Estados Unidos. Pero también lo es la "americanización" de México por el influjo que a través de los años han ejercido las emigradas y emigrados.
* Asuntos como las recientes leyes de doble nacionalidad, y el derecho al voto en el extranjero y a la representación política, fortalecen la pertenencia de la población inmigrante y reconocen, a la vez, su peculiaridad en la conformación de una nación mexicana sin fronteras.
* Más que ver en las y los inmigrantes amenazas y caballos de Troya, habría que considerarlos como lo que son: mujeres y hombres que se han ganado a pulso una cultura y un poder binacionales. Ellas y ellos representan un valioso potencial para el rejuvenecimiento de México y de Estados Unidos, así como "puentes" de una promisoria relación bilateral basada en el respeto a sus derechos.
La población inmigrante es el vínculo más poderoso que existe en el proceso de integración con Estados Unidos. La respuesta básica a la pregunta de qué hacer con la migración la tienen las y los inmigrantes en la diversidad de sus intereses. Escucharlos e incorporarlos a la creación del futuro es una necesidad vital para México.
*Crear la Comisión Nacional para el Estudio de la Migración
Para conocer en sus componentes fundamentales el carácter complejo y plurifacético de la migración a Estados Unidos, para hacer sobre esa base un diagnóstico de la misma y proponer en consecuencia los cambios requeridos, sería necesario crear una Comisión Nacional para el Estudio de la Migración. La comisión tendría dos años para dar a conocer el resultado de sus investigaciones y sus propuestas de cambio. En ella se incluiría la participación de representantes de la comunidad inmigrante en Estados Unidos y de sus lugares de origen en México. Sería una iniciativa mexicana que podría incluir la colaboración de la población méxico-estadunidense y de otras poblaciones como la afroamericana. Los resultados que entregase dicha comisión serían discutidos públicamente en el país a fin de buscar consensos básicos y de largo plazo sobre la migración.
Durante el tiempo que trabajase la comisión no habría un vacío en la política migratoria. Hay exigencias y necesidades que no sólo no pueden aplazarse, sino que deben atenderse con urgencia, como serían poner fin a la cruel política estadunidense de control fronterizo, hacer efectivo el respeto a los derechos de las y los migrantes en ambos lados de la frontera, crear la legislación secundaria para el ejercicio del voto en el extranjero y la representación política de la comunidad inmigrante, y atender a las familias que cargan con los costos de la migración.
Sería muy útil, además, que la comisión trabajase sobre los otros componentes del fenómeno migratorio que tiene lugar en México, así fuese en sus dimensiones básicas: la migración interna, la inmigración, y la migración de tránsito hacia Estados Unidos. México no podría crear paradigmas estratégicos sobre la migración al norte sin hacer algo similar con esas otras facetas del fenómeno migratorio. Tendríamos así una política migratoria integral y con visión de futuro.
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*Dirigió en Estados Unidos un programa a favor de
inmigrantes y refugiados para el Comité de Servicio de los
Amigos, grupo que recibió el Premio Nobel de la Paz en
l947. Coordina actualmente el Programa de Apoyo a la Familia Migrante
en el DIF.