DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000
TUMBANDO CAÑA
Highlife
Ernesto Márquez Ť En un principio, el jazz en el sur de Africa era una onda musical glamurosa que se escuchaba en suntuosos salones con músicos elegantemente vestidos. La gente que no tenía dinero para entrar a esos lugares y se quedaba en la calle escuchando veía a los enchisterados de adentro como representantes de la highlife, es decir, la buena vida.
Pero los estilos populares siempre han dado empeñones a las formas de exclusividad. Así, el jazz africano, o las incipientes formas de éste (insólitas versiones de ragtime, foxtrot y swing, mezcladas con música regional), empezó a escucharse en los shebenes o bares ilegales, donde la gente del pueblo y los marineros en busca de aventura se reunían para beber mbamba (licor casero) y bailar esa música endiablada.
La confluencia del jazz estadunidense y las formas musicales locales se intensificaron después de la Segunda Guerra Mundial, cuando campesinos recién emigrados del campo a la ciudad cambiaron sus tradicionales flautas por instrumentos de latón abandonados por las bandas militares. Tocaban en las calles de los townships (barrios reservados para negros, como Soweto) haciendo una peculiar música que si bien no se asemejaba al jazz tampoco era cercana a lo tradicional. A estas fórmulas sui géneris le llamaron kwela, género que consiguió una repercusión internacional con el tema Tom hark, de Aaron Lelele
Partiendo de ese ejemplo, el flautista Spokes Mashiyane experimentó con el saxo, en Big Joe special, dando origen a otro género, el mbaqanga -así llamado así por su evocación de un buñuelo casero y popular-, que asimiló jazz y rhythm & blues, en una combinación genuinamente africana de guitarras rapidísimas y robustas armonías vocales reforzada por un bajo retumbante.
Sékow Touré, presidente de Guinea y un fanático del jazz, propuso al llegar al poder, en ese mismo año, una red de orquestas regionales que competirían un concurso bienal para convertirse en orquestas de la nación, a las que, de salir ganadoras, se les concedería equipos de sonidos de 700 vatios, asistencia médica gratuita, viviendas modestas y sueldos de funcionarios igualmente modestos.
Bembeya Jazz fue una de esas agrupaciones subsidiadas por el gobierno y consentidas por la burguesía negra que degustaba la música sincopada y los extravagantes arreglos más por modé que por una verdadera afición.
Bembeya es muestra de los alcances que puede alcanzar el jazz africano gracias a unos arreglos modernos y sofisticados en los que, por ejemplo, se escuchan guitarras eléctricas con una tonalidad parecida a la de las koras (arpas africanas) o ciertos ejercicios pianísticos en tonalidades idénticas a las del balafón (xilófono de madera). Esta fue una de las primeras agrupaciones en dar noticia de lo que sucedía en Africa en materia jazzística.
Actualmente la música sincopada en Africa ha alcanzado un alto nivel en su desarrollo tonal e instrumental, preñado de elementos propios, lo cual le da una cuota de autenticidad jamás alcanzada fuera del eje Nueva Orleans-Chicago-Nueva York. La lista de ejemplos es amplia, pero que baste tan sólo la mención del gran Hugh Masekela, cuyos discos se pueden conseguir aquí, para confirmar lo antes dicho.
(Más sobre la música afro lo encontrarás en la revista Bembé, de venta en todas las tiendas Samborns del país.)