Hubo muchas líderes en la invasión del Pedregal de Santo Domingo: María Aguilar, Doña Trini, La Coronela, Josefa Torres, Ricarda. Aunque muchas se pusieron del lado del PRI --que tenía mucho poder-- otras se hicieron líderes de oposición. Fernando Díaz Enciso tuvo el apoyo en Santo Domingo de Adelina Díaz, carpintera que llegó al Pedregal en el 71 con dos hijos, uno de dos años y otro de brazos. Antes vivía en una choza de cartón rentada en el Rosedal. "Se corrió la voz de que Santo Domingo iba a ser invadido y uno veía a todos con sus láminas y sus palas para hacer su covacha".
Es un error pensar que Santo Domingo está terminado; se construye a sí mismo cada día. Los colonos aún trabajan en las calles y, como afirma Adelina: "Los atardeceres después de la faena son muy hermosos y le damos gracias a Dios por un día más. Es como un homenaje para cada una de nosotras. El valor de las piedras es lo que significan".
Adelina recuerda con mucha claridad cómo fue la construcción de Santo Domingo: "Así como ve a esos jóvenes sudando, nosotros también agarrábamos la cuña y el marro y a romper piedra. Después nos dolía todo esto, se nos abrían llagas en las manos; sangrábamos. Qué bueno que tenemos todas estas pinturas, todas estas fotografías, todos estos documentos para que no se nos olvide. Fueron días de levantarse muy temprano para conseguir agua en la bomba del Ajusco porque si no, moríamos de sed. Estaba recuperándome de cuatro operaciones y así chiquitos mandaba yo a mis hijos a acarrear agua con sus botes.
"Todo era lámina y cartón, no había calles, puras cuevas, hoyos, piedras. Lo más terrible era la falta de agua y, por lo tanto, de baños. Uno tenía que hacer sus menesteres cuidándose de los otros. Con cartones nos hacíamos un huequito."
Lo más admirable de los colonos es la forma en que se enfrentaron a los caprichos de la naturaleza. Con sábanas, cartón y lámina hicieron sus jacales. La lluvia ?siempre la lluvia- destrozaba lo construido durante el día, tenían que rehacer el camino andado. Por eso forraban sus viviendas con plásticos, para que el agua no las deshiciera.
El Coyoacán negro
Lucía Reyes, originaria de México DF, madre de dos hijos, uno ya fallecido, llegó, como ella misma lo dice, "con una manita atrás y otra adelante" porque sus hijos y ella sólo contaban con su esperanza. Antes rentaban y su prima --al verlos tan mal-- fue por ellos. "Quitamos las cortinas de hule, dos ollas, dos platos y nos venimos a la aventura que a mí se me hizo muy bonita porque vi gente de todos lados con sus petates y sus cobijas. Se me figuró que estábamos en la época de los gambusinos, en busca de oro. Nuestro oro era nuestro pedacito de tierra".
Ahora la tierra es suya y su lote es grandísimo, de cien metros, que para Lucía es lo máximo porque en esos cien metros han podido construir hacia arriba. Luchona como todos los de Santo Domingo, empezó a trabajar y aún recuerda cómo terminaba con la cara como lija, piel de lagartija, partida, cuarteada y con callos en las manos. "Fue nuestra primera casa y nos tocaron unos vecinos muy buenos; éramos como una familia. Tenía una vivienda como de dos por tres y ahí cocinábamos en tres piedras los frijoles para la señora Eva, sus cuatro niños, la señora Elena y sus diez niños. Nos sentábamos todos a comer frijoles, papas. Es la primera vez que supe lo que es la vida en común. Yo era una persona con una venda en los ojos hasta que viví en Santo Domingo. Poníamos una olla de café para todos.
La droga
"Se siente uno contento de lograr lo que uno sueña, de que una zona, antes considerada el Coyoacán negro, se haya transformado --dice Fernando Díaz Enciso--. Ahora no hay esa violencia de las bandas juveniles que hacía que ni los taxis quisieran entrar al Pedregal de Santo Domingo.
"Para combatir la drogadicción hicimos 'la granja', el centro de oficios, el laboratorio de teatro de María Alicia Martínez Medrano. Ayudó mucho a recomponer a los jóvenes, pero lo que más les impactó fue ver a muchos compañeros de su cuadra desaparecer por problemas de droga. O los metían a la cárcel, o los mataban. Ahora los chavos banda ya han hecho su propia familia, tienen hijos y la colonia tomó otro rumbo. No queremos decir que estamos libres de violencia o drogadicción, todavía hay mucho alcoholismo (el alcoholismo es muy fuerte entre los paracaidistas) pero hemos logrado que los que usaban cemento, thinner y mariguana, no lleguen a la cocaína.
"Para combatir la droga hicimos torneos callejeros de futbol, basquetbol y voleibol y tocadas masivas de rocanrol con diferentes grupos.
"También logramos eliminar problemas entre las bandas de los distintos territorios. Hicimos una granja en Xochimilco en la que los chavos de Santo Domingo de Coyoacán, de Iztapalapa y de Huayamilpas, trabajaron 120 mil metros de tierra de manera colectiva. No hemos podido seguirlo por falta de recursos.
"Con el Laboratorio de Teatro Campesino de María Alicia Martínez Medrano hicimos un ballet de 54 payasos, y durante semana y media se dio función de manera gratuita a 7 mil personas de las diferentes escuelas de los pedregales. La maestra Cristina Payán, esposa de Carlos Payán, fue la que más nos ayudó en la creación de los talleres de teatro.
"También trabajamos con Luis de Tavira y con José Ramón Enríquez, pero quien mejor nos entendió fue Jesusa Rodríguez, que capacitó a los muchachos y montó La chinga en parques, plazas públicas y escuelas. La representación del Prometeo encadenado en Iztapalapa, que después se llevó al Festival del Desierto en Real de Catorce y se montó de nuevo en Las Vizcaínas, está inspirado en el trabajo del Centro de Artes y Oficios de Santo Domingo, Coyoacán.
La cantera
"Ahora lo único que nos falta en la colonia es un área verde entre las rocas. Por eso pensamos que el proyecto de La Cantera es importante, porque además está a la altura del Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria. Son 200 mil metros, de los cuales 120 mil corresponden a la Universidad y 80 mil a la colonia Santo Domingo. Pedimos un parque ecológico y escultórico que nos sirva a todos, pero hasta ahora no se ha logrado."
La Unión de Colonos ha construido dos lecherías, una en Santo Domingo, Coyoacán, y otra en la comuna Santo Domingo, Iztapalapa; ambas surten a más de 7 mil familias a la semana y tienen más de veinte años. Diariamente, de 5 a 8 de la mañana, más de 3 mil familias reciben leche en la lechería de La Escuelita.
Las promesas
"Conocí al maestro Fernando Díaz Enciso muy jovencito cuando empezaba a venir con otros muchachos a dar clases y hacer La Escuelita --dice Lucía Reyes--. Nos cooperamos todos para hacer construirla en la calle de Las Promesas, que así se llamó porque los políticos del PRI venían a prometer. También levantamos nuestro primer consultorio. Nuestros niños venían al kínder y traían su sillita de la casa. Nos pusimos contentas porque todos éramos iguales. Ahora, unos se creen mucho. ¿Por qué si todos llegamos juntos y nos vimos crecer como una plantita? Ahora los que se han hecho ricos vienen a malvernos. Para ellos somos paracaidistas, gente ratera.
"Somos gente de mucho valor, muy honorable, porque gracias a nosotros se lotificó Santo Domingo. Metimos el agua, tuvimos que abrir cepas con nuestras manos, de un metro cincuenta de profundidad por sesenta de ancho, con dinamita, cañuela y fulminantes porque era un cerro de pura piedra; las cavamos a brazo partido, nos sobamos el lomo porque ninguna máquina entró jamás donde vivimos. Los niños nos ayudaron. Ya después metimos la tubería galvanizada; todo a base de cooperaciones. Para rellenar los grandes hoyos pagamos carros de tierra.
"Organizamos los comités de calle y logramos que se pavimentaran. El DIF fue el primero que llegó a ayudarnos. En la escuela donde estuvo mi hijo Sixto, en Copilco, participamos los padres de familia haciendo faena en todo el Eje Diez. Organizamos a 120 señoras para limpiar el eje. Somos gente de lucha y no nos achicopalamos, aquí estamos.
"Del PRI se metieron algunos líderes corruptos y hasta hubo pedradas, algunos muertos, balazos, machetazos porque un líder vino a presumir: 'Yo les voy a dar 200 metros si están conmigo'. Juan Ramos dijo que iba a hacer un centro social pero sólo nos sacó el dinero para hacer su casa y nunca volvió.
"Fueron años de mucha cooperación y si no teníamos dinero ofrecíamos un guisadito, unos frijoles, algo. Yo hacía de comer para mis hijos y les llevaba a los vecinos y a los buenos amigos. A veces me quedaba sin comer para no perder mi terreno. Era remensa. Si yo necesitaba un pedacito, ¿qué tenía que andarle dando dinero a un líder corrupto? El señor éste, Juan Ramos, ha de estar tatemándose en el infierno".
La invasión tuvo un gran poder de convocatoria ya que, indirectamente, la promovió el PRI a través de la CNOP y de organismos gubernamentales con líderes que habían estado en la colonia 201 o en la Doctores y otros que vinieron directamente del campo a la ciudad. A diferencia de 1971, cuando los colonos lo hicieron todo, ahora ya está todo pavimentado con ayuda del gobierno. Los colonos habían trazado las calles, abierto las cepas y emparejado los terrenos; hicieron con manos sangrantes y a golpe de marro la infraestructura y luego llegó el gobierno a colocar el asfalto. También por sí mismos se encargaron de construir el desagüe, el drenaje, las aceras. La primaria y la secundaria las construyó el gobierno, pero como dicen los habitantes de Santo Domingo, con la invasión aprendieron de todo: albañilería, herrería, plomería y electricidad.
La iniciativa de los colonos es admirable; sin planos, sin apoyo técnico ni económico salieron adelante. Ahora cuentan con una biblioteca visitada por alrededor de 32 mil usuarios que alberga libros de literatura, física, química y matemáticas que utilizan los niños en la primaria y en la secundaria. También tienen espacios suficientemente grandes para danza popular y laboratorio escenográfico. La lechería abre desde las 5 de la mañana. También hay consultorios y taller de imprenta, serigrafía, mecanografía y cursos de regularización para aquellos que reprueban. El mural que pintó Daniel Manrique de Tepito Arte Acá adorna la biblioteca junto con otros cuadros.
"La llegada --la caída, como la llama Díaz Enciso-- fue rapidísima. La gente sacaba su pistola o su machete y decía: 'Aquí ni madres que pasa calle'. Y entonces tuvieron que utilizar la imaginación para darle la vuelta a la calle.
En el Pedregal de Santo Domingo hay 11 mil viviendas, electrificación, agua potable, drenaje, líneas telefónicas, diez escuelas primarias que llevan el nombre de Angel María Garibay y martín Luis Guzmán, entre otros, tres secundarias, canchas de futbol, tiendas de abarrotes, farmacias, tlapalerías, panaderías y todo lo necesario para llevar una vida normal.
Fernando Díaz Enciso cuenta, además, que las mujeres del barrio aprendieron a defenderse contra la opresión de sus maridos y fundaron La Casa de las Mujeres, que no era casa de mala nota, sino de feministas, intelectuales y liberales, encabezadas por María Novaro, quien después habría de dedicarse al cine (Lola, Danzón, Azul celeste, El jardín del edén, etcétera). María Rojo también se ha comprometido a hacer la película El amor de los pedregales. Asimismo han ayudado Amalia García, Imanol Ordorika, Carlos Imaz, Rolando Cordera, Jaime Avilés y Cuauhtémoc Cárdenas.
El Pedregal de Santo Domingo ha formado a pintores y escultores como Sixto Gerardo Sánchez, que estudió en La Esmeralda y llena de monumentos a su colonia.
"Toda esta lucha, trabajo y sacrificios, nos enseñó
a defendernos, a no dejarnos de cualquier persona que se crea más
que nosotros, a no ser acarreados por personas que nos dicen lo que tenemos
que hacer. ¡No, nosotros luchamos y nos valemos por nosotros mismos"
--dice, para terminar, María de Jesús Granados.