DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000

 


Ť Carlos Bonfil Ť

Festival de Cine de la Ciudad de México

El Festival Internacional de Cine de la Ciudad de México surgió en 1994 como "un espacio independiente para la exhibición de cortometrajes". Su segunda edición, presentada el año pasado en la Cineteca Nacional y en el Centro de Capacitación Cinematográfica, incluyó varios largometrajes, entre ellos, el estreno de Todo sobre mi madre, de Almodóvar, y documentales tan notables como The Brandon Teena Story, de Susan Muska y Greta Olafsdottir. En la edición de este año, el festival ha multiplicado los apoyos de la iniciativa privada, diversificado su propuesta, y elegido como sede del evento el piso 42 del edificio del World Trade Center, para proyecciones en video, instalaciones y debates, así como dos salas Cinemex del mismo lugar, y otra en Casa de Arte Masaryk, para el resto de las funciones.

El Festival se lleva a cabo del 20 al 28 de octubre y se divide en varias secciones (Entre lo posible y lo imposible, Más allá de la pantalla, México sin límites y Ni tan still). La variedad y número de lo exhibido es tan grande que sólo es posible remitir aquí a la página de los organizadores (www.circo212.org.mx) para mayores detalles, y ocuparnos de la primera, Entre lo posible y lo imposible, que reúne 18 producciones, entre largo y mediometrajes, que son propuestas independientes de once países. Entre ellas, figuran tres obras mexicanas muy recientes: Crónica de un desayuno, de Benjamín Cann; De ida y vuelta, de Salvador Aguirre, y el estreno nacional de Un banquete en Tetlapayac, primer largometraje del escritor y crítico de arte Olivier Debroise.

De esta sección habrá que señalar cintas notables que posiblemente no tengan otra oportunidad de exhibición en México: Mr. Death, ascenso y caída de Fred A. Leuchter Jr., (USA, 1999), de Errol Morris, delirante crónica de un fabricante de sillas eléctricas y mecanismos de inyección letal para condenados a muerte, quien por encargo de grupos de extrema derecha acepta elaborar un informe sobre las cámaras de gas en los campos de concentración nazis, para concluir que éstas nunca existieron. El deseo de notoriedad de este personaje anodino que afirma que el holocausto nunca existió, lo convierte rápidamente en instrumento de la propaganda neonazi y en figura patética, desbordada siempre por la realidad. Ruinas, de Jesse Lerner (USA, 1999), interesante relectura de la historia precolombina de México, centrada en la visión que los arqueólogos extranjeros han tenido de la civilización maya. La cinta, divertida y mordaz, maneja con astucia imágenes de archivo y testimonios actuales para subvertir manías historiográficas y mitologías instantáneas. Finalmente, Benjamín Smoke (USA, 2000), de Jem Cohen y Peter Sillen, es una aproximación muy ácida a la figura de un cantante de rock, travesti, homosexual e iconoclasta, que describe en primera persona su experiencia como icono underground y como enfermo de sida. Otras cintas muy esperadas son la visión futurista de Craig Baldwin, Spectres of the spectrum (USA, 1999), y la cinta polaca Wojaczek, de Lech Majewski, retrato de un poeta, símbolo de la contracultura local, fallecido a los 26 años, y Grass, del canadiense Ron Mann, documental muy divertido sobre el consumo de la marihuana y las histerias colectivas que ha provocado en las últimas décadas.

Esta misma sección presenta varias películas de ficción, entre las que sobresale Julien Donkey Boy, segundo largometraje de Harmony Korine, guionista de Kids y realizador en 1997 de Gummo. De modo muy desigual, con momentos de enorme intensidad dramática y lamentables caídas en la narración, Korine elabora el retrato de una familia disfuncional, deteniéndose en la figura esquizofrénica del joven Julien. Sobresalen las actuaciones de Ewen Bremner, Chloé Sevigny y del realizador alemán Werner Herzog en una asombrosa caracterización de padre autoritario al borde de la demencia. Se rumoraba la presencia en el Festival de la polémica cinta colombiana, La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, pero no hay hasta el momento confirmación al respecto. Sin embargo, una buena sorpresa es la exhibición de Ratas, ratones y rateros, del ecuatoriano Sebastián Cordero, una de las cintas invitadas favoritas este año en la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara. Aunque la película tiene tintes melodramáticos y tremendistas, a lo Ismael Rodríguez, es evidente el esquema buñueliano (Los olvidados) en la oposición entre la personalidad de un ladrón irredimible, un nuevo Jairo que siembra a su paso la desgracia, y la lenta corrupción de los amigos que lo rodean. La cinta de Cordero y la experiencia límite del mexicano Benjamín Cann en Crónica de un desayuno representan un notable contraste con cintas más amables y desiguales, como A través de la ventana, de la brasileña Tata Amaral, y la deriva existencialista y poética de A la media noche y media, de la venezolana Mariana Rondón.

Las secciones restantes proponen un buen panorama del cortometraje nacional e internacional más reciente, así como experiencias audiovisuales novedosas (las instalaciones de video en los muros del edificio sede). El Festival se clausura el sábado 28 con la proyección de Antes que anochezca (Before night falls), de Julian Schnabel, adaptación de la novela homónima del escritor cubano Reinaldo Arenas, con Javier Bardem en el papel estelar.