Nizar
Bouasker es mudo de nacimiento. Por mudo, y por tímido, no puede
explicar lo que vende; pero ni falta que hace. Los aromas se ocupan de
anunciar su paso, y van señalando su huella, mientras cae la noche
en las calles de la ciudad de Hammamet.
Nizar brota de la noche, y en la noche se desvanece. Con gestos de bailarín, extrae de una gran canasta sus obras de orfebrería, sus joyas de florería: collares de azahares, cálices de pétalos de jazmín, coronas de minúsculas flores silvestres, guirnaldas de hojitas.
Poco vivirán, morirán mañana, estas
delicadas chiquiteces. Pero sus aromas, efímeros como nosotros,
celebran el viaje nuestro a través de la noche.