DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Angeles González Gamio Ť
Museo vivo
Un museo auténticamente vivo, es sin duda el Museo Nacional de Culturas Populares, en Coyoacán; de hecho, en sus inicios se pensó simplemente como un espacio para conocer y difundir las culturas populares. La idea surgió de un grupo de antropólogos, encabezados por Guillermo Bonfil, quienes tenían la preocupación de presentar a México como un país pluricultural y pluriétnico, por lo que propusieron el establecimiento de un lugar en donde los creadores pudieran manifestarse, y al no encontrar forma de nombrarlo para que encajara en las estructuras burocráticas, se le llamó museo.
Así han transcurrido 18 años, en los que se ha ganado un sitio importante en la vida cultural de la capital. Ocupa tres construcciones, juntas pero distintas: la llamada La Capilla, edificación decimonónica, con una cúpula de hierro, en donde por cierto vivió el excelente pintor Alfredo Ramos Martínez; la antigua Quinta Margarita, casona ecléctica de principios del siglo XX, y una parte moderna con una gran sala de exposiciones y las oficinas.
Unidas y separadas por amplios patios, las tres tienen de manera constante múltiples actividades. Por sus objetivos, el museo no cuenta con un acervo permanente, aunque a lo largo de los años ha ido juntando objetos que le quedan de las distintas muestras y como por su naturaleza no tiene bodegas, con ellos ha creado el programa llamado Unidades Museográficas, que se convierten en exposiciones itinerantes, que viajan por la República. Entre los vestigios inamovibles, se conserva un bello coexcomate, unos cafetos que dejó la magnífica exposición del Café, que se han dado muy bien en las jardineras, un inmenso Arbol de la Vida de Metepec, una palapa tropical y unas canoas, ahora llenas de plantas.
El museo depende de la Dirección de Culturas Populares de la SEP, que dirige José N. Iturriaga, quien al igual que la directora del recinto, Sol Rubín de la Borbolla, son amorosos conocedores del tema, de toda la vida, por lo que la institución cumple sus fines a cabalidad, ideando día a día nuevas actividades. Recientemente se amplió la tienda, que ahora ofrece libros, música y artesanía exclusiva; entre otras, lindos rebozos y joyería de plata.
Cuenta con un centro de documentación de culturas populares, bibliotecas, archivo, videoteca y audioteca. Aquí funciona la talentosa Alicia Martínez Medrano, creadora del Laboratorio de Teatro Indígena, que nos ha ofrecido obras magistrales interpretadas por indígenas y habitantes de los pueblos.
Desde luego, el museo celebra las fiestas tradicionales: la Candelaria, la Guadalupana, Semana Santa, los días de Muertos, que por cierto ya se acercan, así que hay que estar pendientes, pues seguro estarán acompañados de múltiples eventos gozosos, muy especialmente para los niños, para los que hay visitas guiadas; en 1999 realizaron 347. Todos los sábados hay talleres familiares, que comenzaron para infantes, pero en vista de la insistencia paterna en participar "ayudando" a los hijos, decidieron incluirlos.
En días pasados el museo inauguró Del cielo a la tierra, interesante exposición que busca explicar la cosmovisión indígena en la actualidad; para ello utiliza piezas prehispánicas y coloniales magníficas, combinadas con vestimentas, máscaras, penachos y diversos objetos que utilizan los grupos indígenas en sus fiestas y rituales. Una gran pantalla proyecta un video que enriquece la información y, como siempre, hay diversas actividades complementarias.
Los fines de semana el museo se vuelve un sitio de fiesta, con la participación de algún estado de la República; hasta el día de hoy estarán los michoacanos con su música, su comida y sus artesanías. No hay que perderse el placer de deambular entre los puestos de guitarras de Paracho, textiles bordados de Arocutín, máscaras de Tocuaro, deshilados primorosos de Erongarícuaro, el cobre de Santa Clara, el barro verde de San José de Gracia, las lacas de Tzurumutaro y los gallardos sombreros de Jarácuaro, todo ello acompañado de la alegre música de la región y la degustación de su gastronomía.
Como ésta es sólo una probadita, al concluir la visita, "a tiro de piedra" se encuentra la famosa cantina La Guadalupana. Establecida en 1932, es de los sitios tradicionales de Coyoacán; los copetines se acompañan con sabrosa comida de temporada; ya comenzaron con el bacalao, que está de rechupete. Si se gastó todo en artesanías michoacanas, no se preocupe, junto está el mercado, que ofrece ricos antojitos por unos cuantos pesos.