DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Antes de su aparición ya había un gran capital acumulado de letras mexicanas 

Carlos Fuentes, heredero de una riqueza derrochable: Carballido

Ť El dramaturgo atrapó la atención en la noche de gala dedicada al creador de Terra Nostra

César Güemes, enviado, Jalapa, Ver., 21 de octubre Ť Buena parte del éxito de la noche de este viernes lo consiguió, a pulso, Emilio Carballido: en medio de un considerable equipo de seguridad, con la sala principal de la biblioteca de la Universidad Veracruzana repleta hasta la bandera, a escasos dos minutos exactos de que llegara la comitiva que acompañaba al presidente de la República y a Carlos Fuentes, el dramaturgo sencillamente se subió al estrado, foco de todos los reflectores, y con singular desparpajo comenzó a decir: Uno... dos... tres... esta es una prueba de sonido... uno... dos...

A partir de ahí la simpatías de la noche recayeron sobre el autor de Rosalba y los llaveros. ¿Subió al podio principal a probar si en efecto su voz se oía?, ¿alguien se lo solicitó de manera espontánea? La respuesta a estas preguntas es lo de menos, Carballido se llevó las palmas al pronunciar tan sólo 11 palabras. Claro, después sería él quien fuera invitado, ahora sí con toda pompa y circunstancia, a realizar un esbozo sobre Carlos Fuentes, con motivo del doctorado honoris causa que le otorgó la UV.

Con enorme discreción, también dentro del público, repartidos entre las primeras filas, se encontraban lo mismo José María Pérez Gay que Rafael Tovar y de Teresa o Héctor Aguilar Camín, acompañado por Angeles Mastretta.

Y más allá Sergio Pitol, y más acá Enrique González Pedrero. Todos, amigos de Carlos Fuentes e invitados por él al acto. Como tales se comportaron al grado de que al cierre, mientras circulaba un blanco de Baja California y bocadillos jalapeños, casi ninguno de ellos aceptó hacer declaración alguna bajo el ciertamente sano argumento de "este no es mi acto".

Pero estábamos con Carballido. Para el anecdotario de las letras mexicanas destaca la manera en que el fértil dramaturgo dio comienzo a su lectura, reuniendo en el primer párrafo a dos de las más célebres personalidades de la literatura nacional: "'Epica de una sociedad en lucha consigo misma, la novela es un juicio implícito s fuentes2 obre esa misma sociedad'. Esta definición de Octavio Paz es citada por Carlos Fuentes en Casa con dos puertas. Evidente verdad lo que Paz dice: la novela enjuicia implícitamente, pero también de manera explícita, muy a menudo. Y ese juicio es raro que sea amable".

Luego de dar un amplio aunque breve recorrido por lo que puede considerarse históricamente una prosa mexicana, Carballido concluiría: "Como se ve, hay una rica herencia para ejercer y derrochar. Ya hay un gran capital acumulado para que aparezca Fuentes". Y remataría así, después de todo compañeros de época: "Carlos pertenece a esa misma y notable generación que comparte el que aquí habla. El está justamente a la mitad; el mayor sería Sergio Magaña; entre los más jóvenes, Héctor Mendoza y Sergio Pitol.

"Todos fuimos asiduos de la Facultad de Filosofía y Letras en Mascarones. Ahí veíamos a Ernesto Cardenal y Otto Raúl González, Rubén Bonifaz y Rosario Castellanos y Luisa Josefina Hernández. Jorge Portilla, que contagiaba sus inquietudes y reflexiones sobre el ser mexicano; Fernando Salmerón, el maestro Leopoldo Zea (...) De alguna manera Carlos estrenaba país. Educado en Chile y en Europa, se lo comía una curiosidad insaciable que no lo abandonó nunca".

Asuntos de fin de sexenio

Más adelante, Carballido citaría un extenso y realista escrito de Elena Poniatowska en el que el autor de La región más transparente aparece tal como es, de carne y hueso, lo mismo noctívago que inagotable generador de personajes y situaciones literarias.

En su momento, en el discurso de agradecimiento al doctorado honoris causa que la máxima casa de estudios veracruzana le confirió, Fuentes se referiría, mirando hacia el sitio donde Carballido estaba sentado, diciendo: "Veo que compartimos los mismos gustos y los mismos lugares". Luego lo reconocería como uno de los más atinados escritores del país.

La noche de Fuentes fue la de Carballido, con una participación más bien discreta tanto del rector de la UV, Víctor Arredondo, como del gobernador del estado, Miguel Alemán Velasco, e incluso del propio presidente Ernesto Zedillo, quien narró la historia de su atuendo, un traje gris oxford, criticado tanto por sus asistentes en la ciudad de México como por el gobernador de la entidad al llegar a ésta: "Bueno, Ernesto, ¿pero qué no te dijeron que había que venir de negro?"

Campeó el humor de varias intensidades en diversos momentos a lo largo de la noche. Al paso de muy poco tiempo, Fuentes se vería firmando autógrafos ante las personas que así lo solicitaran, casi todas ellas dentro del rubro de "invitados especiales", mientras Zedillo saludaba a tantas mujeres y varones como se acercaran a él para estrechar su mano. Finalmente, y como él mismo lo dijo en un discurso que improvisó sobre la marcha: "Será cosa del fin de sexenio".


"Nada lo estimula tanto como el habla popular"

Elena Poniatowska: Ahí va Fuentes, recogiendo todo lo que ve, todo lo que oye, prodigiosamente atento, los poros bien abiertos, sensibilizado hasta la exacerbación. No es pulido ni discreto, ni fino, ni sutil, cualidades básicas del escritor de entonces. Es excesivo y desorbitado; entre sus obsesiones se cuentan la sexualidad y los excrementos, el nacionalismo y la arqueología. Y así como cae en el terrorismo verbal, se regodea en el infantilismo, el mismo que lo hace chiquear a su persona y descubrirse enfermedades.

Fuentes quiere apropiárselo todo: pela los dientes en estas calles de México, se acoda en la barra junto a los hijos de Sánchez, respira las calles a grandes bocanadas; se traga la región más transparente, es asiduo del Tívoli, el Waikikí, Las Veladoras, nada lo estimula tanto como el habla popular (...) Parece contradictorio que este niño bien, con cara de roto y traje de roto, esté tan inclinado sobre "la raza de bronce, cabrona raza de bronce".