DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000
Ť Néstor de Buen Ť
Las vicisitudes de la seguridad social
En un Madrid en el que se sienten ya los fríos iniciales se ha celebrado el seminario conmemorativo del primer centenario de la Seguridad Social Española.
La amabilidad de los organizadores, particularmente de Fernando Pascual Bravo, vocal asesor del gabinete del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, me ha permitido participar en el congreso, cuyo tema principal fue el "futuro de las pensiones de seguridad social en función de los profundos cambios demográficos de empleo y de organización del trabajo", que es una forma disimulada de decir que se trata de un futuro bastante negro.
Con la inauguración del presidente José María Aznar, el pasado lunes, y con la presencia de nuestro amigo Juan Carlos Aparicio Pérez, hace muy poco visitante de México, cuando aún ocupaba la Secretaría de Estado de la Seguridad Social, y hoy flamante ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, se iniciaron los trabajos con la presencia de muy distinguidos especialistas europeos (Reino Unido, Polonia, Suecia, la Unión Europea, Francia, Portugal e Italia) y dos representantes de América: el señor Lawrence H. Thompson, que aparatosamente vincula su nombre a la categoría de senior fellow, Urban Institute, Washington, y este modesto escribidor a quien le tocó un poco la representación iberoamericana. Ellos sabrán por qué.
Por supuesto que en el elenco participaron muchos y muy distinguidos profesores españoles, entre ellos nuestro querido y antiguo amigo, agregado laboral a la embajada de España en nuestro país por muchos años, Juan Chozas, hoy secretario general del empleo que tiene, en rigor, rango de viceministro y acuerda directamente con Aparicio Pérez.
También ha participado, brillante como siempre, Federico Durán, quien hace un par de años nos visitó con motivo del duodécimo Encuentro Iberoamericano de Derecho del Trabajo y es presidente del Consejo Económico y Social de España, un organismo que a lo mejor tendríamos que copiar y que se convierte en el principal asesor del gobierno en toda la materia laboral.
En mi intervención, requerida para hablar del problema iberoamericano, con los fondos de pensiones convertidos en alimentadores de las economías precarias de los Estados, el mensaje no fue nada optimista. Nuestra seguridad social anda muy de cabeza, como ya lo hemos comentado ampliamente aquí mismo, y a partir del fin del año, con la presencia de las grandes empresas de servicios médicos convertidas en compañías de seguros y probables subrogatarias de los servicios médicos del IMSS, andará peor. Nuestro amado IMSS se convierte, cada día más, en un modesto cobrador de cuotas que en un no tan largo viaje a través de las Afores, las Siefores y los papeles emitidos por el Estado que, dice la Consar, son su inversión principal, se convierte en alimentador económico de nuestro gobierno en una proporción que seguramente excede de 97 por ciento de sus inversiones.
Pero ahora las cosas se han complicado un poco más. A veces nos olvidamos de la segunda familia de los fondos sociales, que son los organismos de vivienda. Y en particular el Fovissste, encargado de poner en marcha los mandatos del artículo 123 constitucional, apartado B, fracción 11, inciso F, que sustenta la concesión de créditos para vivienda a los trabajadores. Porque ocurre que el señor gobierno, destinatario final de las inversiones, plantea la tesis de que el Presupuesto de Egresos no permite disponer más que de un pedacito de ese dinero, que no es dinero del Estado ni tiene el carácter de contribución que es lo que, de acuerdo con el artículo 74, fracción 4, debe cubrir ese famoso presupuesto. Y en lugar de poner a disposición del Fovissste la totalidad de lo que se ha cobrado a su nombre, le aplica un porcentaje modestísimo, financiando su exitosa macroeconomía con lo demás.
Ya lo anunciaba el famoso Plan de Desarrollo 1995-2000, que proponía destinar al financiamiento del Estado los fondos de la seguridad social para no depender del crédito externo. Y vaya que lo hicieron. La reforma de la Ley del Seguro Social de 1995, que entró en vigor en 1997, no ha hecho otra cosa. En otras palabras, los pobres dando crédito a los ricos.
Por los rumbos de la FSTSE el tema preocupa. No han faltado gestiones ante las altas autoridades para que se le ponga remedio al problema y el Fovissste reciba el dinero, que es de los trabajadores y para la vivienda de los trabajadores y no para otros fines, y que el Presupuesto de Egresos no puede desviarse.
He aprendido mucho en esta semana europea y ya tendremos oportunidad de comentar algunas otras cosas de este aniversario de la seguridad social española. Y yo me pregunto, en este Madrid de tanto encanto, en el que nos encontramos Nona y yo con amigas y amigos entrañables, si nuestra seguridad social llegará a cumplir esos 100 años. Francamente lo dudo.