DOMINGO 22 DE OCTUBRE DE 2000

Ť El entonces presidente les prometió abogar por su futuro político


A tres días del crimen, colosistas y CSG discutían relevo y posiciones

Ť Ortiz Arana: colaboradores de Luis Donaldo querían promoverme como candidato sustituto

Elena Gallegos/ II Ť El asesinato de Luis Donaldo Colosio espantó a la sociedad. Las imágenes de Mario Aburto accionando el revólver Taurus .38, fueron explotadas hasta el hartazgo por la televisión. Para evitar un quebranto mayor al país, el gabinete económico determinó cerrar los mercados. Las noticias que del crimen se difundían desde Tijuana abonaban la incertidumbre...

Y todavía no acababan de llorar a su muerto cuando varios de los colaboradores más cercanos al candidato ya lucubraban cómo influir en la nominación del sustituto, y acudieron a la casa presidencial, donde platicaron largamente con Carlos Salinas de Gortari. Ahí -según el testimonio del ex presidente- acabaron por mostrar lo que verdaderamente les preocupaba: su futuro político. Era apenas el 26 de marzo. cordoba-zedillo-jpg

En sus declaraciones ministeriales ninguno de ellos pareció recordar que al salir de Los Pinos aquel sábado, llevaban ya en el bolsillo la promesa del presidente de la República de que abogaría por ellos para que su promisoria carrera no se truncara con la muerte de su amigo.

De acuerdo con los relatos contenidos en el informe Colosio, tres días después de los sucesos en Lomas Taurinas, y a iniciativa del Presidente, los hombres de todas las confianzas del candidato asesinado se presentaron en Los Pinos.

Ahí estuvieron: Samuel Palma, José Luis Soberanes, Marco Antonio Bernal, Alfonso Durazo, Melchor de los Santos, Javier Treviño, Liébano Sáenz y Cesáreo Morales. Todos desempeñaban tareas estratégicas para la campaña fatídicamente interrumpida.

Bernal sostuvo que en esa reunión no se trató ningún asunto relevante, "nada que tuviera que ver con lo que había pasado. El licenciado Salinas animó a cada uno personalmente. Nos habló de lo que él quería a Luis Donaldo y de la imposibilidad que tenía en ese momento de ponerse a llorar por su amigo. Fue una reunión íntima...".

Más o menos en los mismos términos rememoró el encuentro Alfonso Durazo Montaño: "Nos expresó su doble pena como presidente y como amigo de Luis Donaldo sin poder desahogarse, porque decía que tenía que llorar hacia adentro. No lo sentí conmovido. Sin embargo, al igual que todos, le externé mi reconocimiento por su apoyo y le reiteré, como nos enseñó Luis Donaldo, que seguiríamos trabajando por el bien del país con un sentido de institucionalidad al presidente de la República".

Liébano Sáenz secundó lo dicho por Durazo, en el sentido de que ellos, de distintas formas, manifestaron en esa ocasión el reconocimiento y gratitud que Colosio siempre le tuvo.

Los invitados contaron que Salinas fue insistente en hablarles de la "gran cordialidad" que siempre existió entre él y Colosio. "Luis Donaldo -les dijo- es insustituible. Desgraciadamente tendrá que haber otro candidato".

Fue Guillermo Hopkins quien puso en entredicho la afirmación de Salinas respecto de su relación con el candidato asesinado. No lo hizo entonces, sino mucho tiempo después, frente a los investigadores de la PGR: "El 10 de enero Luis Donaldo me comentó la posibilidad de renunciar a la candidatura, debido al hostigamiento que se avizoraba".

Pero en la reunión de Los Pinos, el anfitrión les repitió una y otra vez: "Su muerte ha sido doblemente trágica, porque al perder a Luis Donaldo, no contamos con otro Luis Donaldo. Son tiempos difíciles para el país y para el PRI".

Esos no fueron los únicos temas que se trataron ahí. No. Carlos Salinas de Gortari recordó con nitidez que antes de que la conversación acabara, les preguntó si Colosio les había hecho algún planteamiento "hacia el futuro". Sus interlocutores entendieron perfectamente de lo que se trataba.

"Ellos me externaron su interés en la posibilidad de ser candidatos de representación popular por sus estados, y ofrecí trasmitirlo al partido, como lo hice posterior- mente. Algunos que no tuvieron esa posibilidad fueron incorporados a mi administración. Todo ello con el objeto de que ante la ausencia del licenciado Colosio no perdieran oportunidades", narró Salinas.

Efectivamente, Hopkins, Soberanes, Bernal y De los Santos fueron senadores. Palma, diputado federal. Liébano Sáenz se incorporó a la campaña de Zedillo y así...

Urgidos por definir sus espacios, ese mismo día los colosistas platicaron con Diana Laura y Miguel Montes.

"Fue una reunión casi político-electoral -contó Montes, quien se convirtió en el primer fiscal del caso Colosio-. El tema fundamental giró en torno a qué debían hacer ellos para influir en la designación del sustituto. Hubo quienes lanzaron propuestas descabelladas como que ese grupo debía proponerlo.

"Me limité a escucharlos, pero al final y porque así me lo solicitó la señora Diana Laura, les dije que su actitud era poco viable, y que yo distinguía claramente entre fuerza política y autoridad moral". Enrique Jackson Ramírez corroboró la versión de Montes.

Por si quedaran dudas, Fernando Ortiz Arana -presidente del CEN del PRI- revivió la escena que protagonizó la noche del 23 de marzo unas horas después del asesinato: "El mismo día en que se conoce el deceso de Luis Donaldo, algunos cercanos colaboradores de él me solicitaron considerara la posibilidad de que ellos se pronunciaran por mi persona, como candidato sustituto. Yo la rechacé de inmediato".

--Precise los nombres -requirió la fiscalía a Ortiz Arana.

-En particular el ingeniero José Luis Soberanes, que me lo hizo en presencia de algunos otros que estaban ahí. No me acuerdo quiénes eran pero estábamos en las oficinas del comité nacional.

También en esos días, varios gobernadores llamaron al líder del PRI para preguntarle si sabía de unos faxes que les estaban llegando apoyando su candidatura. El les dijo -cosa que ha sostenido hasta la fecha- que no tenía noticia de ello. Ortiz Arana se deslindó una y otra vez de ese suceso y responsabilizó a su secretario de Acción Electoral, el actual diputado federal Amador Rodríguez Lozano.

"šYo no podía ser juez y parte!", dijo Ortiz Arana y buscó convencer a los más suspicaces interlocutores.

Los empeños de los colosistas pronto fueron tema de murmuraciones. "Oye Riqui -alguna vez le comentó Diana Laura a Ricardo Canavati Tafich-, ya casi todos los colosistas van a ser diputados o senadores. Cada día nos estamos quedando más solos, Ƒverdad?"

Canavati se apenó. Por esos días, Ernesto Zedillo le había propuesto ir al Senado. Diana Laura lo punzó: "ƑTú también necesitas mucho una chamba?" El próspero regiomontano decidió no aceptar el ofrecimiento. Esperó tres años para contender por una diputación.

Luego del fallido intento del presidente Salinas de reformar la Constitución para ampliar su margen de maniobra en lo que sería "el segundo destape", y ante la negativa del PAN -externada por Carlos Castillo Peraza- de colaborar con el Ejecutivo en esta empresa, el martes 29 de marzo Salinas optó por Ernesto Zedillo Ponce de León. Ni tardos ni perezosos, los tres sectores del PRI se llenaron la boca para hablar de las virtudes del nuevo elegido.

El adiós a Córdoba

A lo largo del sexenio salinista la figura de José Córdoba Montoya fue blanco de todas las imputaciones. El francés, aludían con desdén quienes se sentían remplazados por él en la confianza del presidente. Era innegable su influencia en las decisiones de gobierno. Córdoba provocaba las más opuestas reacciones. El poder que se le atribuía terminaba por intimidar.

La salida de Córdoba de Los Pinos se extendió primero como un rumor. Se llegó a decir que, presa de la ira, Salinas lo echó debido a que el jefe de la Oficina de la Presidencia omitió trasmitirle un mensaje enviado por Diana Laura, en el que ella le comunicaba que Luis Donaldo pensaba remover a Ernesto Zedillo de la coordinación de su campaña.

Según estas conjeturas, luego del segundo destape, Diana Laura recriminó al presidente su decisión. Los enterados sabían de las preferencias que Córdoba tenía por el ex secretario de Educación.

En la indagatoria de la fiscalía especial esta versión es desechada. "No hay elementos probatorios que la sustenten", se asegura. En cambio, Córdoba declaró que en los primeros días de febrero del 94, al regresar de una reunión en Davos, Suiza, el presidente le comentó que las prioridades del quehacer gubernamental habían sido afectadas por el levantamiento armado en Chiapas.

En esas circunstancias lo fundamental era encauzar el conflicto por la vía del diálogo, garantizar el proceso electoral del 21 de agosto y mantener la estabilidad económica. Esas tareas las cumplirían el comisionado para la paz, Manuel Camacho; el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, y el secretario de Hacienda, Pedro Aspe.

"Me comentó que la función que yo desempeñaba, de organización y seguimiento de los gabinetes especializados, perdía sustancia en este nuevo marco y, por lo tanto, mi permanencia en el cargo tenía una justificación menor", señaló Córdoba, y en ese mismo momento le presentó su renuncia.

Salinas lo contuvo:

"En este momento tu salida se puede prestar a malas interpretaciones". Acordaron entonces que en abril, al entrar en vigor la autonomía del Banco de México, él sería responsable de la transferencia. El asesinato de Colosio y la postulación de Zedillo marcaron el destino de José Córdoba Montoya.

"El presidente me dijo que por la complejidad de la situación política del momento y por mi cercanía con el candidato del PRI, era inconveniente que permaneciera en el país. Me pidió que me fuera como representante de México y la República Dominicana al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a lo que accedí sin discutir". Esto ocurrió el 30 de marzo. El 5 de abril Santiago Oñate Laborde ocupó su oficina.

Y si la postulación de Zedillo fue determinante para que abandonara el país, la llegada de éste a la Presidencia fue también definitiva para que dejara su cargo en el BID. Córdoba lo evocó así: "Me correspondió apoyar la aprobación del préstamo que el BID otorgó a México por las condiciones financieras que vivió el país a principios de 95. Al concluir esa responsabilidad, el secretario de Hacienda (Guillermo Ortiz) me hizo saber que por el clima de opinión que prevalecía, mi permanencia en ese cargo representaba para el gobierno mayores costos que beneficios. Me hizo saber también que el Presidente de la República deseaba hacer un relevo. El 30 de junio renuncié".

Los cambios de Semana Santa

En búsqueda de cualquier indicio que pudiera vincular "el entorno político" con el móvil del crimen, el fiscal Luis Raúl González Pérez exploró todas las pistas, exprimió todas las sospechas. Semanas antes del asesinato de Colosio se había filtrado que éste planeaba hacer cambios en su equipo de campaña. Algunos sostenían que el coordinador de la misma, Ernesto Zedillo, estaba en la lista.

Se rumoraba entonces que varios de los hombres que venían con Colosio del PRI y la Secretaría de Desarrollo Social detestaban al coordinador y percibían su presencia como una imposición de Los Pinos.

Canavati ha sostenido que Colosio le encomendó: "šDile a José Luis (Soberanes) que nadie me mandó a Zedillo, que no voy a cambiar la coordinación, que se calmen todos!".

Lo cierto es que Colosio pidió a Salinas que se encontraran pasando la Semana Santa. Le adelantó que tenía previsto hacer modificaciones en la estructura de la campaña, pero no le dio ningún detalle. Para eso se reunirían después.

En el grueso expediente que integra la averiguación se guardan copias certificadas de dos documentos escritos a máquina, bajo el título "Acuerdo con el C. Presidente", con la anotación: "Se presenta la necesidad de realizar algunas adecuaciones de nombramientos en el partido y algunos otros en el gobierno". Estos documentos formaban parte del archivo de Colosio y fueron proporcionados a la fiscalía por su secretario particular, Alfonso Durazo.

Aunque no se determinó si los elaboró personalmente el candidato, en ambos Ernesto Zedillo dejaría el equipo de campaña y sería propuesto para remplazar a Manuel Aguilera como jefe del Departamento del Distrito Federal o para ocupar la Oficina de la Presidencia, en lugar de José Córdoba Montoya, en los meses que restaban al gobierno salinista.

En dichos proyectos Liébano Sáenz, quien fungía como secretario de Prensa y Propaganda del partido, aparece como contralor general del Departamento. Rafael Reséndiz se encargaría de sus tareas en el PRI.

También destaca la sustitución de José Luis Lamadrid en la secretaría general del PRI, "para que ocupe la presidencia de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores". Sin embargo, en este apartado hay dos propuestas distintas. En la primera aparece Santiago Oñate Laborde. En la segunda, además de Oñate, se agregan los nombres de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón.

Hay un tercer borrador, pero en este sólo se incluyen cambios en el CEN del PRI. En el mismo, Colosio tachó el nombre de Eduardo Robledo en la secretaría general y escribió al lado las iniciales J.F.R.M. (José Francisco Ruiz Massieu) y S.O.L. (Santiago Oñate Laborde).

En la Comisión Política Nacional puso un signo de interrogación después del nombre de Fernando Gutiérrez Barrios, y en la Comisión Nacional de Concertación y Debate Público, suprimió el nombre de Santiago Oñate Laborde, y escribió: "Fco. Labastida" y "Eloy Cantú".

Distintos testimonios señalan que Colosio estaba convencido que se deberían hacer algunos ajustes en el gabinete del presidente Salinas. Fundamentalmente en el área del DDF, "como contrapeso a la actitud de Manuel Camacho".

Se trataba -confió Jackson Ramírez- de una señal de fuerza que a la postre llevaría también a tener más confianza en el gobierno del Distrito Federal.

Jackson y Colosio se reunieron en la oficina que el primero tenía en las calles de Aniceto Ortega, el 15 de enero. Jackson pudo precisar la fecha porque ese día se casaba la hija de la profesora Elba Esther Gordillo. El candidato pensaba asistir. El lo acompañaría. Al final decidió no hacerlo y se enfrascó con Jackson en una sesión ortiz fernando de trabajo. Le pidió hiciera algunas propuestas para los ajustes, propuestas que irían depurando.

La última versión se la entregó Jackson a principios de marzo. Colosio estaba pues decidido a cambiar al jefe del Departamento; relevar a Carlos Salomón Cámara para responsabilizar a Margarita González Gamio de la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno de la ciudad, y quitar a los delegados de Contreras, Fernando de Garay, y de Azcapotzalco, Luis Martínez Fernández del Campo. Colosio-candidato

En el departamento de este último, en las calles de Gelatti, se celebró el único acercamiento que tuvieron Colosio y Camacho después de los desencuentros. Ahí, Colosio le dijo a Martínez que si se lo permitía, usaría su casa para sus acercamientos con destacados personajes de la oposición.

El presidente Zedillo declaró: "Las postulaciones de candidatos para diputados y senadores habrían de ocurrir no mucho después de Semana Santa. En función de eso, el licenciado Colosio me comentó que sería preciso hacer algunos ajustes, ya que varios compañeros del CEN y de la coordinación se irían a hacer sus propias campañas.

"Incluso por esas fechas me dijo que traía en el portafolios propuestas de cambios y de listas de candidatos que le habían preparado en su asesoría, que no le gustaban, que lo iba a pensar y resolver en Semana Santa.

"Agregó, en tono bromista -concluyó Zedillo-, que algunos amigos querían llevar agua a su molino. No conocí el contenido de dichas propuestas. Tampoco supe que haya querido sugerir al licenciado Salinas cambios en su gabinete".

Y aparece en escena el hermano incómodo

Las sospechas sobre la autoría intelectual del asesinato abarcaron a la familia Salinas. No sólo al ex presidente, sino a su hermano Raúl. La fiscalía buscó establecer el tipo de relación que éste mantuvo con Colosio.

En la relatoría de las pesquisas se encuentra que tanto Canavati como Jackson y Oñate Laborde escucharon a Colosio decir que Raúl debería abstenerse de participar en política, que había que estar alerta "porque no es de fiar". Un amigo muy cercano entrañable de la familia Colosio-Riojas, Nikita Demetrio Kyriakis, aseguró que Diana Laura se refería al hermano del presidente como a una persona con la que había que tener cuidado.

Lo cierto es que la relación entre ellos aparentemente fluía con soltura. Raúl Salinas de Gortari fue quien intercedió para que Colosio le diera un puesto a Liébano Sáenz. Así lo hizo: lo designó oficial mayor de la Secretaría de Desarrollo Social, cuando él era el titular.

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Antes, Colosio había pedido a Raúl que ayudara a su amigo José Luis Soberanes, para que se le asignara alguna función en Conasupo. Salinas de Gortari llamó al director general de la paraestatal. Soberanes entró de inmediato a Diconsa y unos meses después se incorporó a la estructura central.

Fue precisamente Soberanes quien soltó la especie de que Raúl Salinas le pidió, en el vuelo de regreso de Magdalena de Kino, después de sepultar a Colosio, que si el presidente le preguntaba acerca del candidato sustituto, hablara a favor de Manlio Fabio Beltrones.

En sus conclusiones, la investigación establece: "No se encontraron elementos que permitan tener por acreditada la versión del ingeniero Soberanes" respecto de la promoción de la candidatura del entonces gobernador de Sonora.

Canavati insistió en que Colosio tenía muchas reservas sobre Raúl. "En una ocasión, ya estando en campaña -trajo a colación el empresario-, se celebró una reunión en mi casa. Estábamos Luis Donaldo, don Raúl Salinas Lozano, Enrique Régules y yo. Se especulaba que el ingeniero Salinas deseaba ser senador por Nuevo León.

"En forma muy respetuosa, Luis Donaldo le pidió a don Raúl fuera el amable conducto para pedir a su hijo que no participara en política. Don Raúl parecía desconcertado. Mi percepción es que a partir de ese momento se enfrió la relación y el afecto de don Raúl hacia Luis Donaldo. No volvió a expresarse de él como su hijo, como antes lo hacía".

El mismo Canavati aseguró que él también se distanció de Raúl a principios de los noventa. "El se sintió conmigo porque con la mejor intención le dije que lo mejor era que se fuera del país a estudiar, a vivir o a trabajar. Le expliqué que aunque no lo creyera, lo traían ya en muchos chismes y comentarios de toda clase de negocios, y que eso le perjudicaba a su hermano. Se molestó mucho y sólo me preguntó si se lo estaba pidiendo por instrucciones de Carlos.

"Se enojó tanto, que hasta fue con Luis Donaldo, con quien yo colaboraba, para desrecomendarme. 'ƑQué le hiciste a Raúl que anda echando rayos de ti?', me preguntó Colosio. En la Navidad siguiente don Raúl quiso saber qué quería yo que me regalara. Le dije: 'Conténteme con su hijo'. El accedió, pero Raúl no. Yo aspiraba a una relación con él, mas en ningún momento a ser cómplice de ningún tipo de acciones o negocios", remató Canavati.

Sobre ese episodio, Raúl Salinas de Gortari se sacudió: "Canavati habla hasta por los codos".

Lo cierto es que, interrogado por los fiscales, Raúl mostró algunos recados y cartas que se intercambiaba con Colosio. Calificó su amistad de "íntima".

Entre los mensajes -escritos a máquina y con la rúbrica de Colosio- se encuentran los siguientes:

"Estimado Raúl: Recibí con interés el libro titulado "Tecnología, Empleo y Construcción en el Desarrollo de México", resultado de tu esfuerzo en la Universidad de California en San Diego. Es grato ver que tu trabajo intelectual sigue dándote satisfacciones. Espero que el tiempo nos dé la oportunidad de compartir tus nuevos éxitos e inquietudes. Un fuerte abrazo".

También se cuenta con una carta que le envió Raúl Salinas de Gortari para agradecerle que le llamara la noche de su postulación. Entre otras cosas, le escribe: "Agradezco tu llamada telefónica de anoche. Sólo te digo que a mi esposa se le iluminó de felicidad el rostro porque en estos momentos tan importantes y significativos nos tomaras en cuenta de manera tan personal y generosa. Muchas gracias y, ša ganar! Tu amigo".

La fiscalía establece sobre el tema: "Resulta indudable que existió una relación entre el licenciado Luis Donaldo Colosio y el ingeniero Raúl Salinas de Gortari. Desde la perspectiva de este último y alguna gente allegada a él, se trató de una amistad íntima; son pocos los señalamientos que indican que era distante y no buena; predominan los que manifiestan que fue una relación cordial, atenta a que el ingeniero era hermano del Presidente".

Llanto en Los Pinos

Debido a una información que El Universal publicó a ocho columnas y que encabezó: "Complot, la muerte de Luis Donaldo Colosio", el presidente Salinas citó al director del diario, Juan Francisco Ealy Ortiz, para conversar. Primero lo hizo a través de José Carreño Carlón, su portavoz, "pero como me negué en dos ocasiones", luego le mandó a Emilio Gamboa.

"Ya viendo yo que no era conveniente tener un enfrentamiento con el Presidente de la República, accedí, y por la puerta cuatro de Los Pinos nos dirigimos el licenciado Gamboa y yo a la residencia, en la cual nos estaba esperando Justo Ceja -secretario privado de Salinas y prófugo hace ya casi cinco años-, quien nos indicó que en unos minutos llegaría el Presidente".

De acuerdo con la declaración ministerial de Ealy Ortiz, Salinas le dijo: "Palabras más, palabras menos: 'Ya olvídate de Luis Donaldo; Luis Donaldo está muerto, y tú estás inmiscuyendo a gentes del Estado Mayor Presidencial, empezando por el general Domiro García que, no sé si tú sepas, estuvo a punto de suicidarse'. Mi reacción en ese momento fue: 'Si él está coludido, o por negligencia, pues lo hubiera hecho', a lo cual Salinas me pidió que tomara en cuenta que a Diana Laura y a sus hijos los cuidaba el Estado Mayor y que a él también.

"Casi durante una hora charlamos. El me quiso convencer que abandonara la investigación que estaban haciendo los reporteros del diario, a lo cual volví a ratificarle que me disculpara, porque nunca iba a dejar yo que quedara impune el asesinato de mi amigo".

El inicio del encuentro fue descrito así por Ealy Ortiz: "Me dijo, 'pásale Juan Francisco'. Pasamos a la biblioteca los dos solos, ya que el licenciado Gamboa permaneció en la antesala. Cuando cerró la puerta, el Presidente me abrazó y comenzó a llorar. Todavía estaba muy reciente la muerte de mi amigo y yo igual empecé a llorar abrazado del Presidente de la República. Duramos un minuto aproximadamente.

"El Presidente sacó su pañuelo para limpiarse las lágrimas. Igualmente yo también lo hice. Mi reacción fue: 'ƑQué va a pasar, señor Presidente?'. El me contestó: 'Nos quieren fregar'".